12. "La derrota"

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El profesor Dumbledore mandó que los estudiantes de Gryf­findor volvieran al Gran Comedor; donde se les unieron, diez minutos después, los de Ravenclaw, Hufflepuff y Slytherin. Todos parecían confusos.

—Los demás profesores y yo tenemos que llevar a cabo un rastreo por todo el castillo —explicó el profesor Dumble­dore, mientras McGonagall y Flitwick cerraban todas las puertas del Gran Comedor—. Me temo que, por su pro­pia seguridad, tendrán que pasar aquí la noche. Quiero que los prefectos monten guardia en las puertas del Gran Come­dor y dejo de encargados a los dos Premios Anuales. Comu­níquenme cualquier novedad —añadió, dirigiéndose a Percy, que se sentía inmensamente orgulloso—. Avísenme por medio de algún fantasma. —El profesor Dumbledore se detuvo an­tes de salir del Gran Comedor y añadió—: Bueno, necesita­rán...

Con un movimiento de la varita, envió volando las lar­gas mesas hacia las paredes del Gran Comedor. Con otro movimiento, el suelo quedó cubierto con cientos de mullidos sacos de dormir rojos.

—Dulces sueños —dijo el profesor Dumbledore, cerran­do la puerta.

El Gran Comedor empezó a bullir de excitación. Los de Gryffindor contaban al resto del colegio lo que acababa de suceder.

—¡Todos a los sacos! —gritó Percy—. ¡Ahora mismo, se acabó la charla! ¡Apagaré las luces dentro de diez minutos!

—Vamos —dijo Maddie a sus amigos. Cogieron cinco sacos de dormir y se los llevaron a un rincón.

—¿Creen que Black sigue en el castillo? —susurró Her­mione con preocupación.

—Evidentemente, Dumbledore piensa que es posible —dijo Noa.

—Es una suerte que haya elegido esta noche, ¿se dan cuenta? —dijo Hermione, mientras se metían vestidos en los sacos de dormir y se apoyaban en el codo para hablar—. La única noche que no estábamos en la torre...

—Supongo que con la huida no sabrá en qué día vive —dijo Ron—. No se ha dado cuenta de que es Halloween. De lo contrario, habría entrado aquí a saco.

Hermione se estremeció.
A su alrededor todos se hacían la misma pregunta:

—¿Cómo ha podido entrar?

—A lo mejor sabe cómo aparecerse —dijo un alumno de Ravenclaw que estaba cerca de ellos—. Cómo salir de la nada.

—A lo mejor se ha disfrazado —dijo uno de Hufflepuff, de quinto curso.

—Podría haber entrado volando—sugirió Dean Thomas.

—Yo digo que las Black lo dejaron entrar, deberían expulsarlas —oyeron decir a Pansy Parkinson.

—A ver; ¿es que soy la única persona que ha leído Historia de Hogwarts? —preguntó Hermione a sus cuatro amigos, perdiendo la paciencia.

—Casi segura —dijo Maddie—. ¿Por qué lo dices?

—Porque el castillo no está protegido sólo por muros —indicó Hermione—, sino también por todo tipo de encanta­mientos para evitar que nadie entre furtivamente. No es tan fácil aparecerse aquí. Y quisiera ver el disfraz capaz de en­gañar a los dementores. Vigilan cada una de las entradas a los terrenos del colegio. Si hubiera entrado volando, también lo habrían visto. Filch conoce todos los pasadizos secretos y estarán vigilados.

—¡Voy a apagar las luces ya! —gritó Percy—. Quiero que todo el mundo esté metido en el saco y callado.

Todas las velas se apagaron a la vez. La única luz venía de los fantasmas de color de plata, que se movían por todas partes, hablando con gravedad con los prefectos, y del techo encantado, tan cuajado de estrellas como el mismo cielo ex­terior. Entre aquello y el cuchicheo ininterrumpido de sus compañeros, Maddie se sintió como durmiendo a la intempe­rie, arrullada por la brisa.

Pequeñas Black y el Prisionero de Azkaban [TERMINADA] [Libro III] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora