16. "La escoba de Harry"

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Al despertarse, las mellizas habían hallado el dormitorio desierto, se habían vestido y bajado la escalera de caracol hasta la sala común, donde no había nadie más que Ron, que se comía un sapo de menta y se frotaba el estómago, Hermione, que había ex­tendido sus deberes por tres mesas, y Harry, que al parecer se acababa de despertar también, ya que se frotaba los ojos, confundido.

—¿Dónde está todo el mundo? —preguntó Maddie.

—¡Se han ido! Hoy empiezan las vacaciones, ¿no se acuerdan? —preguntó Ron—. Es ya casi la hora de comer. Pensábamos ir a despertarlos dentro de un minuto.

Noa se sentó en una silla al lado del fuego. Al otro lado de las ventanas, la nieve seguía cayendo. Crookshanks estaba extendido delante del fuego, como un felpudo de pelo canela.

—En verdad no tienes buen aspecto, ¿sabes, Harry? —dijo Hermione, mirándole la cara con preocupación.

—Estoy bien —dijo Harry.

—Pareces una zanahoria mal cocida —murmuró Maddie.

—Más que eso, pareces una cebolla —repuso Noa—. Quítate un par de capas de mal humor y estarás mejor, Harry.

—Escucha, Harry —dijo Maddie, cambiando con Ron, Hermione y Noa una mirada—. Debes de estar realmente disgustado por lo que oímos ayer. Pero no debes hacer ninguna tontería.

—¿Como qué? —dijo Harry.

—Como ir detrás de Black —dijo Noa, tajante.

—No lo harás. ¿Verdad que no, Harry? —dijo Hermione.

—Porque no vale la pena morir por Black —dijo Ron.

Harry los miró.

—¿Saben qué veo y oigo cada vez que se me acerca un dementor? —Ron y Hermione negaron con la cabeza, con te­mor, aunque las mellizas sí lo sabían, sin embargo, se quedaron calladas—. Oigo a mi madre que grita e implora a Voldemort. Y si ustedes escucharan a su madre gritando de ese modo, a punto de ser asesinada, no lo olvidarían fácilmente. Y si des­cubrieran que alguien que en principio era amigo suyo la ha­bía traicionado y le había enviado a Voldemort...

—No puedes hacer nada —dijo Maddie con aspecto afligido—. Yo tampoco tengo madre, ¿sabes? Mi madre y mi padre murieron en una explosión que es posible que Black haya ejecutado. Pero a veces tienes que aprender que si decides hacerle daño a alguien que ha hecho daños, no eres mejor persona que la persona en cuestión.

—Los dementores atraparán a Black, lo mandarán otra vez a Azkaban... ¡y se llevará su merecido! —tartamudeó Noa.

—Ya oyeron lo que dijo Fudge. A Black no le afecta Azka­ban como a la gente normal. No es un castigo para él como lo es para los demás.

—Entonces, ¿qué pretendes? —dijo Ron muy tenso—. ¿Acaso quieres... matar a Black?

—No seas tonto —dijo Hermione, con miedo—. Harry no quiere matar a nadie, ¿verdad que no, Harry?

Harry volvió a quedarse callado.

—Malfoy sabe algo —dijo de pronto—. ¿Se acuerdan de lo que me dijo en la clase de Pociones? «Pero en tu caso, yo buscaría venganza. Lo cazaría yo mismo.»

—¿Vas a seguir el consejo de Malfoy y no el nuestro? —dijo Noa furiosa—. Escucha... ¿sabes lo que recibió a cam­bio la madre de Pettigrew después de que Black lo matara?

—Mi padre me lo dijo —agregó Ron—:la Orden de Merlín, primera clase, y el dedo de Pettigrew dentro de una caja. Fue el trozo mayor de él que pudieron encontrar.

Pequeñas Black y el Prisionero de Azkaban [TERMINADA] [Libro III] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora