Summer lies→j.b |terminada|

68.

¿Qué nos pasó, Leah? –susurró él.

¿Qué nos pasó? –repitió Leah, algo confundida ante la repentina pregunta y su forma de romper el hielo. El chico sólo asintió– No lo sé, Justin creo que debí haberlo visto venir desde que te fuiste, pero quería creer en ti y confiar en ti, dijiste que no me mentirías y mira ahora.

Y me siento culpable, realmente lo hago, Leah, no quería causarte ese daño tan grande que cometí. –sus ojos llenos de culpa se fijaron en los de ella, pero Leah no sabía si todo eso se trataba de un juego nada más.

El dolor es sólo una consecuencia del amor. –alzó sus hombros queriéndole restar la importancia que él le daba al tema.

Estoy diciendo que lo siento por el bien de nosotros. –dejó de caminar por las calles adoquinadas de Maldivas para tomar sus manos.

¿El bien de nosotros? Justin como estamos, vamos bien. –trató de zafar sus manos unidas, pero él la atrajo hacía él.

Tú sabes que no es así. –susurró deshaciendo el agarre que le tenía a sus manos y posando estas por su pequeña cintura– No he dejado de pensar en ti, Leah.

La tensión que había entre ambos era grande, Justin la sostenía con delicadeza de la cintura mientras Leah hacía todo el esfuerzo porque sus cuerpos no se tocaran más entre sí.

No digas estupideces, ¿quieres? –se sentía presionada, y más al saber que estaba a nada de su rostro, ella seguía centrándose en no mirarlo.

No lo son, tú sabes muy bien que lo hago.

Estás con Hailey, Justin, sé serio con ella al menos y no cometas el mismo error que hiciste conmigo. –murmuraba, cada caricia que Justin le brindaba a su cuerpo le colocaba nerviosa.

No quiero hablar de eso ahora. –delineó sus labios con su lengua y pasó una de sus manos delicadamente por su mentón alzando su rostro cabizbajo.

¿Quieres soltarme, por favor? –le dijo suplicante al ver su cercanía. Los nervios la comían viva.

¿Por qué, nena? –soltó una risa suave pero divertida y atrajo más su cuerpo al de él.

Porque ambos sabemos lo que podría suceder si...–fue interrumpida por él.

¿Si nos acercamos demasiado? –musitó, su rostro se acercaba sin problema alguno al de ella– No tengo miedo de hacerlo.