Capítulo 46: No se puede dejar nada al azar.

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Elena acababa de tener una intensa charla con Bonnie sobre su hermano, Jeremy. Tras aquella conversación se da cuenta de que el amor que tiene Rebekah por su hermano podría poner en peligro el plan. Si estuviera en su lugar, por muy malvado que fuera Jeremy, nunca le haría daño. Era su hermano, al fin y al cabo. Por esa razón, y unas cuantas más no podía fiarse del todo de Rebekah.

Pero Elena estaba equivocada, una vez más. No era Rebekah quien merecía su desconfianza, sino Mikael. Rebekah habría sufrido de primera mano los arrebatos de Klaus. No solo eso le recordaba el por qué estaba tramando un plan para destruirle. Siempre conseguía arruinar su felicidad, de una manera u otra. Aquel era realmente el único poder que poseía su hermano. Destruir todo aquello que amaba.

Mikael estaba investigando un poco más a la pequeña __________ Salvatore. Necesitaba un "plan b" en caso de que el estúpido plan de los idiotas de los Salvatore, la ilusa de su hija y la optimista de Elena, no funcionara. Sabía que fracasaría. Esperaba que lo hiciera. De pronto, se vio andando entre los árboles del bosque de Mystics Falls. No olió a humano al oír un pequeño crujido de ramas cerca de su posición. Su mirada viajó hasta el creador de aquel sonido parándose en una joven de pelo negro devorando a un muchacho excursionista. Era cerca de la una de la mañana. Aquel muchacho debió de haber acampado cerca del lugar. Mala elección. Con sigilo se acercó a la sangrienta escena sin distraer a la joven vampiro de su cena. El muchacho comenzaba a ponerse pálido, justo antes de que su corazón parara al completo los dientes de ella se separaron de su cuello. Levantó con brusquedad la cabeza dejando que su garganta saciara su ardor por unos leves segundos. Mikael observó la obra que su infiel esposa había creado. Una joven de apenas unos diecisiete años, piel pálida, grandes colmillos bañados en sangre al igual que su boca, saboreando hasta la última gota. Eran monstruos. No merecían piedad.

Dispuesto a acabar con la vida inhumana de aquel ser se acercó lentamente por detrás de ella. Estaba a punto de tomarla por sorpresa cuando esta alzó la mano haciendo que Mikael se parara en seco.

- Si vas a intentar matarme, déjame al menos terminar mi cena. - masculló ella sin darse la vuelta dejando a un asombrado Mikael.

Su pequeña muñeca se rajó dejando caer bastante sangre, la acercó a la boca del chico e hizo que bebiera un poco. Aquella noche estaba sedienta, normalmente los deja con más sangre en el organismo; el suficiente para que pudieran seguir con lo que quiera que estuvieran haciendo. Sin embargo, estaba sedienta y tal vez lo hubiese matado si no hubiera sentido la presencia del viejo.

Cuando el muchacho se recuperó un poco, ella lo convenció de que todo lo que había visto y sentido era tan solo un pesadilla. Lo hizo volver a la tienda de campaña de donde lo había sacado para que le dejara a solas con su invitado.

- Qué maleducada. - se puso en pie sacudiendo su ropa. - Soy _________, ________ Salvatore. - se presentó ofreciéndole la mano.

La había encontrado. Qué fácil había sido. Pero esa parte era siempre la más sencilla. Ahora venía lo complicado.

- Pero me temo que ya me conoces. - retiró la mano que él groseramente no había estrechado soltando una pequeña casta risa.

El hombre estaba sin habla. Era la versión femenina de Stefan Salvatore, no era de extrañar que esa belleza había conseguido la atención de su hijo bastardo. Su actitud tranquila, pero sin bajar la guardia, le parecía común entre los Salvatore. Raramente mostraban sus verdaderas emociones ante desconocidos.

- Veo que no eres muy hablador. - prosiguió. - No eres humano, no hueles tan mal como ellos. Pero tampoco un perro. Solo me queda vampiro. ¿ Me equivoco?

Latidos de la NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora