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Realmente no sé cómo logró convencerme. Pero ahí estaba yo, caminando con horror hacia la mansión Halley. Mi madre había dicho que iba a ser una conferencia de motivación y así. Como si yo tuviera problemas. No los tengo. Sólo soy un poco callado y no me gusta... Resaltar. Pero eso no es malo. Soy el casi don nadie del pueblo. No soy el don nadie, ese lugar lo ocupa el don nadie que todos conocen pero a mí casi nadie me conoce y yo soy el chico de por ahí que ya. Nada extravagante. En fin. Aquí voy, con horror, respirando de manera nerviosa y con dolor de estómago. Sé que sólo habrán chicos que no son como yo allá. Nadie será el callado, ese seré yo. Ya puedo ver mi lugar. En una esquina, sin opinar, sin moverme, sin que nadie me vea. Y luego me iré. Sólo haré feliz a mi madre.
Cuando toco la puerta me abren inmediatamente y me sonríe una alta chica rubia con un vestido floreado.
—¡Hola! Soy Julianne, pasa, por favor. — me saluda con voz emotiva, como dando a relucir demasiado el punto que ella es feliz. Pero... No lo parece. Las personas felices no andan por ahí... —¿Tú eres?
¿Ven? No soy el don nadie porque a él lo conocen y yo no soy el popular, tampoco. Simplemente son el invisible.
—Percy.
Ella eleva una oscura ceja, esperando por mas. —Percy... Percy.
—Percy-Percy. — repite con voz chillona. —Adelante. Siéntate en la sala, te estábamos esperando. Ya te daré el calendario.
Frunzo el ceño y voy a preguntarle si en verdad me estaban esperando pero ella se ha ido. Busco la sala y la encuentro con facilidad, ahí hay bastantes chicas de todos los tipos de chicas, si eso existe. Un ejemplo, hay una hippie por ahí, una de cabello rubio sedoso (la popular) la guapa, la rara (con una blusa verde fosforescente y un pantalón púrpura) y también hay una estudiosa, que lee por ahí. Bueno, hay más. Pero ese es el ejemplo. Ni siquiera me lanzan una mirada cuando me siento en el sofá cerca de nadie. Observo cómo la sala se va llenando y algunos se sientan en el suelo. Son como treinta chicos. La misma rubia que me abrió la puerta me sonríe falsamente y me da un papel que dice algo con unas letras pequeñas y de color rosado pálido. No me dan ganas ni de leerlo y lo firmo donde ella me pide. Diablos, que ya acabe.
Y sólo está comenzando. Una morena alta y muy bella entra a la sala y se sienta en una silla que parece más un trono. Luego sonríe como el gato de Cheshire.
—Buenas tardes, soy Valerie Ferrel — dice y su voz es horriblemente dulce. —Bienvenidos a el club de los deprimidos.
Una chica gruñe. —Sería mejor que cambiaran ese nombre.
—¡No! — ella grita. Luego suspira y se compone a sí misma. —No cambiaremos el nombre porque debemos tomar la depresión como un juego.
—Claro, y acabar con nuestra vida. Jugando, claro. — dice una chica de cabello negro como la noche. Esta pintado, claro.
—¡Ya basta! Déjense de niñadas, por favor. Este no es un juego.
—Acabas de decirlo.
—¡BASTA YA!
Abro mis ojos ampliamente y frunzo el ceño. ¿A qué me metí?
Todos se quedan callados y parecen molestos. Ella se para y nos lanza una mirada dulce y sonrisa falsa.
—Basta ya, niñitos. — susurra. —Con ustedes no se puede. Recuerdo mi época. No quería nada. No quería estúpidas conferencias. No quería estúpidos sermones. Por eso, lo que haremos aquí es otra cosa. Somos un club. Somos un grupo. Venga, Julianne, pásame los calendarios. Mejor repártelos. Lo que haremos, será simple. Qué importa la vida! Vamos a venir todos los días acá y jugaremos algo nuevo. No sé, como de siete minutos en el armario o como se llame, como de tirarnos del puente de la calle 23 o simplemente ir a perdernos en el bosque. Y si quieren, podemos maquillar a los chicos. Eso sería genial. Ellos son como... Esclavos.
—¡Hey! — grita un chico y lo agradezco. Iba a hacerlo yo mismo.
—Es una broma. — dice muy seria. —En fin. Todos aquí tenemos problemas. Pero, ¿Y qué? Todos los tenemos. Todos. Algunos se creen perfectos pero nadie lo es. Aunque algunos nos acerquemos bastante.
Ella continúa hablando de las actividades que se realizarán y le pone tanta emoción que de verdad dan ganas de ir. Ni el peor deprimido querría perderse de tocar los timbres de los vecinos. Bueno, eso pienso yo. A mis manos llega un calendario que muestra un año entero de días pero empezando desde el 14 de abril. Algo no anda bien aquí. Leo las actividades y son casi todos los días. Tirarse del puente de la calle 23 está programado para el domingo. ¿Qué...?
—Oye. — llamó la atención de la chica.
Ella me pone atención y frunce ligeramente el ceño, parando su discurso. —No me interrumpas. Algo que no me agrada es...
—Lo siento mucho. Pero... Es que mi madre me dijo que iba a ser una conferencia. No un programa de club o algo así...
—Bueno, sí. ¿Y qué?
—Que no me interesa. — digo con cuidado.
Ella sonríe con dulzura. —Eres tan amable.
Frunzo el ceño. Según yo, estaba siendo rudo.
—Gracias. Pero... Yo no puedo estar con ustedes, lo siento.
—Acabas de firmar. — murmura con dulzura ella. —No puedes romper una promesa del club de deprimidos.
—Pero la firme cuando ni siquiera era parte...
—Lo eres cuando la firmas. Ahora, ¿Qué estaba diciendo?
Niego con la cabeza y vuelvo a abrir la boca pero ella me calla con una sonrisa.
—¿Ya se dieron cuenta... — dice una chica rubia con pecas, señalándome con una sonrisa socarrona. —...que él es el tipo de chico de película que salva a la chica deprimida con su manera tan modesta de ser?
Eso no existe.
—¡Oh, cuanta razón! ¡Como el que es tan invisible pero cuando se encuentra con la chica correcta es como que la salva y viven felices para siempre con dos hijos! — menciona otra chica.
Frunzo el ceño. —Yo realmente...
—Es cierto, chicas. — murmura Valerie. —Oh, ¿Cuál es tu nombre?
Maldición. Ahora soy el centro de atención de un club de deprimidos. Qué emoción subir de nivel.
—Se llama Percy. — dice Julianne
—Tú nos vas a ayudar. Eres un ejemplo de niño, él será el modelo de lo que deben elegir, chicas. Alguien en quien confiar, alguien que tenga estabilidad. Vamos a ejercitar eso ahora. Ven, Percy...
Y así, fue como termine escuchando pláticas sobre cómo se les debe conquistar a los chicos y cómo se les debe buscar. Nada acertado. Bueno, no para mí. No es cierto eso de "Acosenlos hasta que mueran de amor. Denles tantos besos que los ahogaran. Ellos lo aceptarán, ustedes son pobres chicas y deben hacerlo. Sino, amenacen con suicidarse. Funcionará, chicas..." Nada tenía sentido. Y los únicos chicos que estaban ahí preguntaban si también hacían eso con sus futuras novias. Claro, imaginas la respuesta. 
Lo único que sabía era que me había quedado atrapado en un club de jóvenes irresponsables. Jóvenes que simplemente querían... Pasar el rato en grupo. Y a mí no me agradaba, tenía mejores cosas que hacer.
Pero, como dijo Valerie hace un rato. Me irían a acosar todas si yo pensaba siquiera en salirme. Y como soy tan "de película" como ellas dijeron, les hice caso. Claro, porque soy un idiota. No sabía en lo que me había metido.
Y así, comienza el giro de 360 grados. Bueno, más que 360, creo que fueron 720 grados. No sé si eso tiene sentido...

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Bueno, está era la introducción. Para que entiendan como es la cosa. Ahora sí, vamos con el juego.
P.K Martínez ☺️

Los Secretos de un Adolescente Donde viven las historias. Descúbrelo ahora