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~Kate (La chica... ¿Qué?)~

—¿Y quiere que así como así te lleve? No puedo, Percival, yo regresaré hasta mañana y no quiero a dos niños durmiendo a mi lado en la cama.
—Por favor. Ella espera que la lleve. — le suplico a mi padre. No podría decepcionar a Kate después de haber arruinado su viaje con el club Nazy.
—Percy...— mi padre advierte y yo hago la mejor cara de niño bueno que puedo.
Mi madre se acerca a la mesa y se ríe de mí. —No te va a llevar, Percy.
—Necesito ayuda...— ruego y mi madre frunce los labios.
—No hagas esa cara de cocodrilo bebé.
—Mamá...
Ella me frunce el ceño. —Llévalo, Ernie.
—¡Pero amor...!
—Llévalo. Le gusta la chica.
Frunzo el ceño. ¿Kate? —No me gusta Kate.
—Claro. — dice mi madre y se va a la cocina.
Mi papá me ve con una sonrisa suprimida en los labios y yo le frunzo el ceño. —No me gusta. Es mi amiga.
—Te creo, hijo. — dice y esta vez la sonrisa se le escapa.
¿Kate? No... Kate no me gusta. Es mi amiga. Y no sé por qué me lo repito en la cabeza si yo sé que no me gusta.
—Bueno, la llamaré. Para irnos.
—Claro, está bien. Veré si puedo arreglar con Mike para que los traiga hoy. ¿No fuiste al colegio?
—Sí fui. — digo con una voz de sabelotodo que se me hace conocida.
Mi padre estrecha sus ojos hacia mí y yo me doy la vuelta para irme. Agarro mi bicicleta y me dirijo a la casa de Kate. Dijo que fuera temprano, así que aquí estoy. A las nueve y media. Es medio temprano. Decidí no ir al colegio. Me parece extraño que ella tampoco vaya a ir. Ya que está obsesionada con las tareas y el conocimiento. Cuando llego a su casa toco algo nervioso que me abra su madre y me regañe. O peor. Su padre. Pero en vez de eso abre Kate con cara indiferente.
—Te dije temprano. — me dice en forma de saludo.
—Es temprano.
—La entrada a la escuela es tarde. Por lo tanto, ahora es tarde.
Pongo los ojos en blanco y hago espacio para que pueda salir. —Bueno, vamos. Mi padre espera.
—Bueno. — dice ella y agarra una mochila rosada que no combina con su ropa oscura. —Vamos.
La sigo y en el camino voy observando cómo su cabello cobrizo se vuelve rebelde, rizándose por la humedad y el aire, haciendo que la coleta que llevaba se pierda entre sus mechones de cabello. Llegamos y ella se ve en el reflejo del auto de mi padre y su boca se abre fastidiada. Luego pone ambas manos en su cabeza, tratando de aplastar su cabello.
—No mires. — se queja y continúa aplastando su cabello.
Yo simplemente asiento y me doy la vuelta para ver mi casa. Mi padre sale con un maletín y su saco en la mano.
—Kate Belloti... — saluda mi padre.
—Señor Sattler, ¿Cómo se encuentra? — pregunta y se para recta, con mucha dignidad a pesar de tener el cabello como un nido de pájaros.
—Muy bien, bien. Bueno, ¿Vamos?
Ella asiente y espera a que mi padre le señale donde entrar. Luego se acerca a la puerta pero mi padre me hace la cara del diablo y yo decido que debo sacar mis modales y le abro la puerta. Ella me ve recelosa pero entra al auto. Se acomoda y entro detrás de ella. Este será un día largo. En el camino, Kate y mi padre van hablando del trabajo. Así de extraño. Ella le cuenta los planes que tiene y él sus consejos. Al final, ella le da consejos a él y él está muy feliz de saber qué hacer. Mi padre nos deja en una calle de Gasglow y nos dice que tengamos el teléfono encendido y cualquier cosa que vayamos a la cafetería Marie & Andréi. Y se va. Me asusto un poco pero entonces Kate sonríe, toma una respiración profunda y comienza a caminar hacia una casa café grande.
—¿Vienes? — pregunta.
La sigo y entramos a una dulcería. Mi estómago salta hambriento y ella busca sus dulces favoritos. Yo busco algo grande y rico. No sé realmente que quiero. Cuando veo un chocolate, lo tomo al igual que unos macarrones y un cupcake. Ella elige unas gomitas y pronto estamos en una banca de la ciudad observando la gente y las luces.
—¿Qué quieres hablar? — pregunta.
—De... No sé... — murmuro incómodo.
Ella asiente y suspira. —Dejé mis anteojos en el auto de tu padre. ¿Dónde crees que esté?
—Lejos.
Volteo a verla y veo que está pálida, haciendo que sus pecas se noten más. Su nariz de vez en cuando se frunce como si sintiera un mal olor y sus ojos se ven cansados, tal vez por no tener sus gafas.
—Me comía las uñas. — dice ella de repente.
—Ah...
—Pero entonces, vi a una chica en la escuela. Ella es bella, tiene el pelo lindo y todo. Tenía sus manos muy bien arregladas y se veía tan linda. Así que desde ahí dije "No más" y deje de hacerlo. Mi padre decía que debía dejar de hacerlo ya que era un signo de nerviosismo.
—Ya veo... — nos quedamos en silencio de nuevo. —Oye, Kate... ¿Donde está tu mamá? Digo... es que nunca hablas de ella...
—No suelo hablar demasiado de mí misma. — murmura ella.
—Lo siento. No tienes por qué responder. — digo.
Qué idiota. ¿Cómo se supone que le sacas información a una chica? ¿La amenazas? ¿La conquistas?
—Mi madre... se fue de casa desde que yo era niña. No la veo seguido.
—Lo siento. — murmuro y me doy cuenta que a mí me pasó lo mismo. Pero mi madre no es realmente mi madre. Nunca lo fue. Tiana siempre fue mi verdadera madre.
—No me importa. — dice pero se nota que le cuesta admitirlo. Simplemente no lo toma con tranquilidad, sino que lo dice como con rencor o algo así.
—Tiana no es mi verdadera madre. — le digo.
Ella sonríe hacia mí con tranquilidad. —Lo sé.
—Claro que lo sabes. — le digo.
Ella tenía que saberlo. Es la sabelotodo. —Tú me lo contaste. ¿Recuerdas? En la obra de Rapunzel. Cuando subiste a mi torre supuestamente a rescatarme pero tenías miedo. Arruinaste la obra. Pero esta bien.
—¿Te lo conté? — pregunto confundido.
—Sé que no lo recuerdas. Tienes la memoria de una pulga. O peor.
Frunzo el ceño y luego suelto una risa. Ella se levanta y la acompaño a la cafetería. Nos sentamos y ella pide un chocolate caliente. Yo pido un capuchino sin azúcar y nos miramos fijamente un segundo antes de alejar la mirada.
—Me gusta tocar violonchelo. — suelta y sus mejillas se vuelven rosadas.
Sonrío. No sé qué diablos debo decir ahora. Simplemente me quedo callado. Si digo algo siento que voy a arruinar todo y ella dirá algún comentario de sabelotodo como "No sabes dar cumplidos" o algo así. Pero mi boca no puede quedarse cerrada después de un rato de verla sonreír ligeramente al cielo.
—Debes tocar excelente.
Ella en vez de erguirse y mostrarse superior, se sonroja y esconde un poco la cara al ver a otra parte. Esta es otra Kate, definitivamente. Una Kate más tranquila y modesta. Sin necesidad de mostrar su superioridad.
—Podría mostrarte algún día. — dice ella y me lanza una mirada extraña.
Diablos. Esto es un poco... ¿Incomodo? Sus ojos brillaban extraño. No sé... Me siento inseguro aquí. Como si en cualquier momento pudiera arruinarlo todo. No abras la boca, Percy.
—Eso sería genial. — le digo.
Ella vuelve a sonrojarse y esta vez se esconde detrás del vaso de café que le trae una mesera. Cuando yo pruebo lo que me dieron, me sorprendo a sentir el sabor dulce.
—Este es tuyo. — decimos al tiempo.
—Me confundí...— murmura ella sorprendida.
Yo suelto una risa —No está mal confundirse de vez en cuando, Kate.
Ella se queda pensativa y luego toma un sorbo más de mi capuchino antes de tendérmelo.
—No me gustó. — me dice.
—A mi el tuyo sí. — murmuro antes de entregárselo.
Tomo un sorbo del mío y la observo ver el vaso de chocolate con recelo. Luego olfatea ligeramente la boquilla antes de tomar un sorbo. Yo suelto una risa y niego con la cabeza.
—No tengo gérmenes.
—Los tienes. — afirma ella hacia mí. Con sus ojos achinados y una mínima sonrisa en sus labios. —Las bocas tienen muchos gérmenes.
—Bueno... pero un poco no hace mal. Nunca nadie se ha enfermado por beber del mismo vaso que yo. Y me lavé los dientes hoy. — digo un poco nervioso.
Ella me ve seria con una ceja elevada. Luego se relaja y sonríe. —Es cierto. Pero... no lo olfatee por los gérmenes. Lo olfatee por si apestaba.
Suelto una risa. —¡Mi boca no apesta! Voy al dentista...
—Bueno, pero no sabía... y ahora ya. Así que déjame. No me molestes. — murmura con voz suave.
Ella me ve seria pero entonces su mirada se remplaza por una relajada y tranquila. Sonrío al darme cuenta que ella no es realmente una chica amargada. Parece más como... un barniz de sabelotodo y amargada. Detrás de eso hay una chica relajada, tranquila y paciente. Y también suave y bonita.
Pero... no me gusta. Ella es mi amiga. Es una buena amiga. Y no puede gustarme cuando sólo hoy la conocí. Sólo hago un cumplido. Ella es una chica linda.

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