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  • Dedicado a Karen V Cruz y Valeria Hern
                                    

Eun Ah dormía tranquilamente en el sofá, con el libro en la mano derecha y el cabello extendido sobre el cojín y la mirada de Taec sobre ella, recorriéndola lentamente y deteniéndose con especial atención en su rostro. Ese rostro de facciones fuertes y delicadas a la vez, con líneas clásicas que le daban una elegancia sutil pero que jamás pasaba desapercibida.

Llevaba semanas viendo sus ojos castaños centellear de coraje cada que discutían y brillar alegres cuando estaba contenta; sólo había que mirarlos para saber que sentía o que pensaba, sus ojos no mentían, no sabían cómo.

Taec ignoraba por completo el jaleo que había en el lugar durante los preparativos para la sesión de fotos que empezaría en cualquier momento. Su mirada siguió su curso. Su nariz era pequeña y su boca poseía unos labios invitadores y jugosos. Se preguntó cómo se sentiría recibir un beso de esos labios y algo comenzó a crecer dentro del pecho de Taec. Una sensación cálida y desgarradora al mismo tiempo se extendía en su pecho.

Taec humedeció sus labios y sus ojos siguieron recorriendo el cuerpo lánguido de la chica pasando por su cuello y su imaginación comenzó a hilar una historia que le aceleraba el pulso.

Se preguntó cómo sería dormir a su lado, abrazado a su cintura, sintiendo el calor de su cuerpo, entrelazando sus piernas con las de ella, tan largas y sensuales. Se imaginó a si mismo despertándola lentamente con caricias y besos suaves, Eun Ah abriría lentamente sus ojos y lo miraría con una sonrisa somnolienta en los labios. Se vió abrazándola fuertemente mientras el beso se profundizaba y ella correspondía a su deseo. Las manos de Taec viajarían lentamente por su cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel, deshaciéndose de cada sutil barrera que encontraban a su paso hasta estar piel con piel.

Unas ganas inmensas de enterrar su rostro en el cuello de ella se adueñaron de él violentamente, y entonces su imaginación tomó una ruta más directa. Se imaginó como sería entrar en ella, llevarla lenta y sensualmente a la cima máxima de placer, mientras escuchaba sus gemidos suaves y su respiración acelerada y entrecortada con el aroma a cítricos de su pelo envolviéndolo. ¿Habría cambiado algo durante esos 5 años?

Una sonrisa melancólica se dibujó en los labios de él y entonces fue consciente del poder su mente. Estaba excitado, ahí, en medio de la habitación de espera privada con Eun Ah durmiendo, ajena; ajena a todos sus pensamientos. Se sentía como un pervertido. Manos mal que no había despertado. De hacerlo seguramente creería que era uno de esos locos obsesionados con el sexo y no podría soportar ver miedo en sus ojos, miedo de él.

Algo lo hizo despabilarse y entonces se dio cuenta. Su rostro se puso de mil colores. Allí, en el sofá, un par de ojos marrones asustados lo miraban con atención. Eun Ah había despertado.

Enamorándote nuevamenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora