Llegamos a un sitio llamado El Caldero Chorreante y entramos.
Era un bar diminuto y de aspecto mugriento.Al entrar, nos dirigimos hasta un pequeño patio cerrado, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos. Mi madre sacó su varita y contó ladrillos encima del cubo de basura.
- Tres arriba, y dos horizontales. - murmuró -.
Dió tres golpes a la pared con la punta de su varita.
El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo más tarde estaba contemplando un pasaje abovedado muy grande.- Ya llegamos - dijo mi madre.
Sonreí hacia tal espectáculo, tantos magos y brujas por todos lados, y tantas tiendas.
En una de las tiendas había un cartel que decía: «Calderos - Todos los tamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata - Automáticos - Plegables».- Antes de nada iremos a Gringotts, el banco de los magos. - dijo mi madre.
Llegamos a un edificio, blanco como la nieve, que se alzaba sobre las pequeñas tiendas de su alrededor. Delante de las puertas de bronce pulido, con un uniforme carmesí y dorado había unos duendes.
Subimos los escalones de piedra blanca hasta donde estaban los duendes y enteramos. Entonces encontramos otras puertas dobles, esta vez de plata, con unas palabras grabadas encima de ellas.Entra, desconocido, pero ten cuidado
Con lo que le espera al pecado de la codicia,
Porque aquellos que cogen, pero no se lo han ganado,
Deberán pagar en cambio mucho más,
Así que si buscas por debajo de nuestro suelo
Un tesoro que nunca fue tuyo,
Ladrón, te hemos advertido, ten cuidado
De encontrar aquí algo más que un tesoro.Dos duendes nos hicieron pasar por las puertas plateadas y vimos un amplio vestíbulo de mármol. Un centenar de duendes estaban sentados en altos taburetes, detrás de un gran mostrador, escribiendo en grandes libros de cuentas, pesando monedas en balanzas de cobre y examinando piedras preciosas con lentes especiales.
Mi madre se acercó hacia el mostrador donde había un duende con un libro y le dió una pequeña bolsita que contenía dinero muggle, para que se lo cambiara por dinero del mundo mágico.
Cuando hicieron el intercambio salimos y nos dirigimos a una tienda llamada Flourish y Blotts, donde compramos los libros que necesitaba.
Después fuimos a una tienda llamada Varitas Ollivander.
Donde me dieron mi primera varita. También fuimos a otras tiendas donde compramos las cosas necesarias para pociones, y mi lechuza.- Bueno ya sólo me queda el uniforme y la túnica. - Le dije a mi madre mirando mi lista.
Nos dirigimos a una tienda en la que habia un letrero:
«Madame Malkin, túnicas para todas las ocasiones».
Entramos, había un hombre rubio de rostro pálido y puntiagudo, y un niño exactamente igual. Pensé que serían padre e hijo.
- Hola Malfoy. - Dijo mi madre al hombre.
- Hola, cuanto tiempo, no sabía que tu hija también fuera a empezar este año las clases. - Dijo el hombre. -
El hombre le dijo a su hijo que se acercara, y me dijo:
- Este es mi hijo, Lucius Malfoy, espero que os llevéis igual de bien que tu madre y yo. -
El tal Lucius Malfoy y yo nos dimos la mano.
Derrepente vino una bruja sonriente y regordeta.
- Hola, soy Madame Malkin. -dijo- ¿Hogwarts no? - añadió mirando a Lucius y a mi.
Los dos asentimos con la cabeza.- Bueno, Malfoy y yo nos vamos al Caldero Chorreante a tomar algo y a hablar que hacía tiempo que no nos veíamos os esperamos allí. - dijo mi madre.
Madame Malkin nos hizo pasar y nos puso a cada uno en un escabel y ella y otra bruja nos puso una túnica a cada uno y se pusieron a poner alfileres.
- ¿A que casa te gustaría ir?.- Me preguntó Lucius.
- No lo sé, supongo que en Slytherin como mi madre, o Gryffindor como mi padre. - le dije -.
- Pues a mi si me pusieran en Gryffindor me iría, tengo que estar en Slytherin pase lo que pase, como toda mi familia. - Dijo él. -
Cuando acabaron con las túnicas nos fuimos al Caldero Chorreante a buscar a nuestros padres.
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Sirius Black & Tú.~
Hayran KurguÉpoca merodeadora. Historia de amor entre Sirius Black y tú, en el mundo mágico. Menos la protagonista, estos personajes pertenecen a J K Rowling.