Datos biográficos de la autora

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Una chica ordinaria

Mi nombre es Gabriela Judith Soto Bonilla y nací en febrero 15 del año 1997, en el hospital metropolitano del Dr. Pila en Ponce, Puerto Rico. A pesar de que tenga la edad actual de un joven adulto, por lo general me comporto como una persona madura, más que un adolescente de mi misma edad o cercana. Tengo una altura promedio de 5 pies y 7 pulgadas con aproximadamente 140 libras. Podría parecer una persona alta en el aspecto físico, pero no soy lo suficientemente delgada, debido a la ancha osamenta que está dentro de mí. Tengo una decoloración púrpura alrededor de los párpados de mis grandes y ovalados ojos de color avellana, junto con unas notables pestañas negras y largas y anchas cejas oscuras. Cada mínimo detalle cicatrizado en mi cara es perfilado y entrañable. Por encima de mi cabeza, solía tener una incalculable y sedosa cabellera castaña, pero ahora lo tengo bastante corto y por encima de mis hombros. Originalmente soy puertorriqueña, pero algunas personas que me han visto, a menudo me han confundido por diferentes nacionalidades de países y eso es debido al dialecto de mi inusual acento en español. Por otro lado, la profesión que he elegido como una especialidad futura fue la psicología, el cual estoy llevando a cabo los estudios en la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico en Ponce.

La gran mayoría de las personas y mi familia que me ven, me consideran como una persona de emociones variadas, pero por lo general no suelo expresar cierta empatía con los demás, a pesar de tener mi moral en medio de la sociedad y en el entorno cotidiano que me rodea a diario. Pero eso sólo se puede explicar por una condición especial que llevo, el cual es el síndrome de Asperger, en otras palabras, autismo. Causa por la que formo parte de la Administración de Rehabilitación Vocacional (ARV) y el Departamento de OSPI en la universidad.

A veces, cuando me tomo el tiempo de manera más productiva, uso mi talento especial en las artes visuales, el canto, la literatura y el uso de equipos electrónicos, tales como teléfono móvil y el ordenador de mi computadora. Aparte de eso, he vivido una gran parte de mi más temprana infancia hasta el día de hoy en el barrio de Parcelas Peñuelas en Santa Isabel, Puerto Rico. Mis padres son Pedro J. Soto Rodríguez y Santa J. Bonilla Rivera y ambos se divorciaron después de treinta años de un matrimonio roto. Afortunadamente, he sido lo suficientemente inteligente como para evitar ese mal hábito de convertirme en una persona disfuncional, a ser lo que soy ahora, una joven dedicada a lo que se proponga. Pero eso no quita el hecho de haber pasado por muchas experiencias negativas. Además del núcleo familiar, tuve un hermano mayor con síndrome de Down que falleció hace más de seis años atrás y tengo una hermana mayor, quien se llama Deborah C. Soto Bonilla, una mujer de veinticuatro años de edad, que se casó el febrero 13 del 2016, con mi cuñado Carlos X. Ramos Otero y ahora ambos tienen un bebé llamado Daren X. Ramos Soto. Durante este año, soy un estudiante de segundo año universitario, que cursa en el semestre de agosto a diciembre de 2016, del cual tengo cinco cursos y dieciséis créditos a tomar.

Quizás muchas personas puedan tener varias alternativas y expectativas en cuanto a expresar sus las últimas palabras en un texto sobre relatar los sueños y metas que quieran cumplir, aunque yo también podría explicarlo de la misma manera que ellos. Como parte de mis objetivos principales, me gustaría continuar con el bachillerato durante los próximos cuatro años y dentro de un par de años más, realizar la maestría y terminar el doctorado en psicología. Después de eso, encontrar un empleo seguro e ideal para reconocer el esfuerzo que he invertido en muchos años de estudio y la leal dedicación académica que he mostrado. Quiero tener mi propia oficina y que mis padres estén orgullosos de mí. Viajar a donde yo quiera por el mundo entero, pasar la mayor parte de mi tiempo libre involucrada con la iglesia y sobre todo, ser mejor persona cada día de mi vida y encontrar a la persona especial que ha sido elegido por Dios. Yo sé que un día vendrá y cumpliré su voluntad, sólo porque una chica ordinaria lo cree.

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