Capítulo XII ''Por amor al prójimo''

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Al recostar la cabeza sobre la almohada de su cama, la joven voltea la mirada hacia la ventana, mientras que observa la oscuridad externa y escucha la canción de los árboles, los cuales están siendo agitados por la brisa nocturna. Luego de lo visto, la joven se voltea del lado contrario y se arropa con una sábana, a pesar de que no estuviera completamente cansada. Siendo las tres de la madrugada, se encuentras volteándose de lado en lado, hasta quedar en el medio y levantar los párpados de sus ojos. Tras devolver la mirada hacia la ventana, comienza a cuestionarse por la presencia de su amigo, quien recientemente fue echado de su casa y posiblemente estará durmiendo en medio de los escombros del bosque.

« ¿Estará bien? » La joven no despega su vista de la ventana. « ¿Tendrá frio estando afuera? » Desde ese momento, no dejaba de pensar sobre el bienestar del muchacho mas el trato que recibió de su parte. — No debí haberme exagerado tanto, además de que nunca le he dado tanta importancia a cualquier objeto de mi casa. — Angustiada por lo sucedido en horas pasadas, remueve la sábana de la cama y coloca los pies sobre el suelo. Una vez que se levanta, baja por las escaleras y camina directamente hacia la cocina, por lo que encuentra una linterna y se encamina por puerta principal de la casa. — Será mejor que lo busque. — Al salir de su casa, observa los ángulos de sus alrededores y clama su voz por todas partes. Se conduje hacia el interior del bosque y traspasa cada árbol que se tope delante de ella, quien se deja guiar por el foco iluminado de la linterna que sostiene en sus manos. Lo único que solamente la joven podía escuchar eran los cantos del grillo, sus pisadas sobre el húmedo césped y el profundo silencio que acallaba la noche con su suave y fresco aliento nocturno. Sin embargo, el silencio se interrumpe al escuchar las ramas de los árboles y los arbustos siendo violentamente agitados, por lo que comienza a provocar los latidos acelerados en a joven y de los cuales se unen al placentero coro del bosque. Luego de que escuchara las pisadas del desconocido, deja caer la linterna sobre suelo, por lo que la joven lo recoge y al prenderlo, se lleva la mayor sorpresa de su vida. Una figura masculina se mantiene de pie en frente de su presencia, por lo que sus temores la invaden y la dejan descender rendidamente sobre el suelo. Acto seguido, el sujeto se inclina y toca el hombro de la joven y quien intentando cubrirse de sus garras, libera en sí el peor enemigo del silencio, el ruido. El desconocido comienza a agitarla lentamente, hasta que deja salir de su boca voz conocida para los oídos de la joven, quien después había creído que desde un principio el gato le había comido la lengua.

— ¿Te encuentras bien? — Sunimaruh deja al descubierto sus ojos completamente inundados de lágrimas, mientras que le dirige la mirada y esperanzadamente se alivia de su temor.

— Ikinaru. — Sus gemidos se detienen al ver su pacífica presencia delante de ella, por lo que su amigo le extiende la mano y la levanta del suelo.

— ¿Estás cansada? — Luego de lo mencionado, la joven lo empuja con ambas manos, mientras que el muchacho se confunde de su repentino acto y escucha las quejas de la misma.

— ¡Claro que sí! ¡De no haber sido por ti, ahora mismo no estaría cansada! Todo esto fue tu culpa.

— ¿Mi culpa? — El muchacho se cruza de brazos y entorna sus ojos hacia su amiga. — En primer lugar, no fue mi intención romper ese adorno de porcelana, segundo, no tuve la culpa de que salieras de tu casa y tercero, en ningún momento te obligué a buscarme y pasar por el trauma de tu niñez. — La joven no se calla ante su respuesta y le contesta de vuelta.

— Al menos agradéceme, ya que fui a buscarte por una sola razón.

— ¿Se puede saber cuál es? — En el preciso instante en que su amigo le cuestiona, Sunimaruh enmudece ante lo escuchado, por lo que voltea su mirada en dirección contraria y refleja una mueca torcida en sus labios.

ABERTURAS  ENTRELAZADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora