Capítulo XXII ''El vínculo''

4 1 0
                                    


En el corazón de cada árbol se ha estremecido la medianoche. La noche se desmenuza en lenta procesión de niebla y todas las tardes terminan su cansancio. Los letreros luminosos duermen y el asombro de sus colores que anticipan la contemplación de cada pobre. En toda esquina vigila el sueño y es su recuerdo la única pena que humilla la altivez de las aceras. Lejos, el primer mendigo, traiciona el portal donde ha dormido y la ciudad se abre como una carta, para decirnos la sorpresa de sus calles. Las mañanas del campo suyo, que renacen el dulce remanso de flores del cantío de su gallo madrugador y los sonidos de otras aves. Se oye el dulce trinar del pitirre, el turpial, la reina y el sinsonte, que a coro celebran el gozo de una mañana con flores. Los aromas que les rodean, como la dulce caña, la guajana, el pacholí, las siemprevivas y los cundiamores. El rocío va cubriendo de cristal y de colores, como la alfombra que protege en un abrazo a las flores del Caribe. La humedad se percibe, se estremece y de ello se produce un dulce frío que estimula el disfrute de los olores. El viento que acaricia y susurra las dulces canciones entre las flores, los recuerdos, la esperanza y los dulces goces de la vida. Son aquellos amaneceres en donde se olvidan los dolores, la quietud esta en un remanso de tranquilidad y el goce de su plenitud disfruta de la campiña regalada por Dios, que ha sido dada a los hombres del Borinquén. A plena luz del día, sale el sol, quien va desprendiendo sus dorados cabellos sobre la faz de la tierra y recorre los campos de su camino, mientras extiende el silencioso sello sobre aquellos quienes quieran ver un siguiente mañana y por lo tanto, realiza su acostumbrada labor, hasta que posa su mirada en la nueva morada de los enamorados. Es allí, en uno de los lujosos hoteles sanjuaneros y dentro de las alcobas de los recién casados, yacen durmiendo entre las blanqueadas sabanas de la cama y quienes se encuentran completamente despojados de sus vestiduras. Las ventanas abiertas de la habitación, permiten el acceso de los rayos del sol, los cuales trastocan cada esquina presente y alumbran todo a su paso. Uno de ellos aterriza sobre el pálido semblante del muchacho durmiente, quien comenzando a parpadear, deja al descubierto el deslumbrante celeste de sus ojos y lo primero que se muestra delante de su presencia desnuda, es el cuerpo recostado de su amada, quien duerme a su lado y manifiesta la belleza de su feminidad desvestida. Tras haber recordado la noche anterior que compartió junto con su amada esposa, refleja una sonrisa dibujada en su rostro, quien se muestra avivado por la razones de su despertar y por ello, mantiene su mirada puesta en la joven durmiente, hasta que la misma parpadea fuertemente y bosteza ante su nuevo amanecer. En cuanto se levanta de su reposo, la joven dirige la mirada hacia el muchacho, quien continúa observándola con una encantadora sonrisa dibujada sobre su semblante y nada mas por verlo en esa actitud, imita su mismo gesto y le dedica el primer saludo de la mañana.

— Buenos días. — respondió Sunimaruh, por lo que Ikinaru le devuelve la palabra.

— Buenos días. — Ambos jóvenes que amanecieron en la misma cama, sonríen mutuamente y se reciben el uno al otro con un beso mañanero. Sin embargo, las caricias se cuelan entre ambos y el muchacho termina aprisionándola entre sus brazos, por lo que la joven suplica por ser liberada de sus travesuras sensuales.

— ¡Suéltame! — La joven se revolcaba entre las sabanas y pataleteaba con fuerzas, mientras que el muchacho se negaba en soltarla de sus brazos y sonreía fervientemente ante las súplicas de su amada.

— No lo haré.

— Insisto en que me sueltes, tengo que ir al baño.

— Podemos ir juntos. — Tras escuchar las palabras de su marido, la joven muestra la ardorosa sensación reflejada sobre sus mejillas, por lo que lo golpea con un codazo y se espanta de su presencia.

— ¡Ni hablar! — Luego de haberse liberado de los brazos de su amado, corre tras la puerta del baño y se encierra. Al estar dentro del baño, la joven mira su reflejo a través del espejo y contempla su cuerpo desnudo, el cual está completamente marcado por las caricias de su amado y por el apasionante sentir que compartieron en una misma noche. Hipnotizada ante lo visto, se remonta en los pasados momentos más eróticos que jamás pudo haber experimentado en toda su vida y por ello, comienza a colocar las manos alrededor de su cuerpo entero, mientras cierra lentamente los párpados de sus ojos y gime ante el deleitoso disfrute que pasó en su primera luna de miel. « "Hoy no dejo de pensar en él. No puedo olvidar sus besos, sus caricias y la forma en que nos entregamos con tanta pasión. Solo deseo volver a estar a su lado, volver a ser suya y entregarme a su lado. Deseo volver a sentir sus manos recorriendo cada rincón de mi cuerpo y sentir sus labios por todo mi ser. No puedo olvidarlo haciéndome el amor, porque solamente pienso en él. Cuanto deseo poseerlo de nuevo, que nos volvamos uno al amar y que seamos solo él y yo. En esta tarde tormentosa, besándonos y acariciándonos todo y sin temores, mas solamente sintiendo amor. Anhelo la pasión entre nosotros, amándonos sin fin, bajo estas sabanas, una y otra vez, haciendo el amor."» Comenzando por su rostro, desciende las manos sobre su cuello, del cual numerosas veces fue acariciada por los delgados labios de su esposo. Seguido de su pecho y después de su abdomen, del cual comienza a masajearlo circularmente, hasta que finalmente, levanta los párpados de un solo golpe y agita violentamente la cabeza en direcciones opuestas. «"¡¿Qué rayos estoy haciendo?!" » Volviendo a ver su reflejo en el espejo, se avergüenza del reciente acto que cometió, por lo que comienza a sentirse sucia ante lo pensado y por ello, se cubre con los brazos y se dirige hacia la ducha del baño. Una vez que cierra la cortina de la ducha, abre la pluma del mismo y se deja dominar por el agua que fluye y desciende sobre su cuerpo. Mientras tanto, se despoja de todo pensamiento que no concuerde a su sentir, por lo que inclina el rostro y se estremece ante la fría temperatura que cae sobre su sensible cuerpo, aunque verdaderamente no le importara en lo más mínimo, siempre y cuando pudiera mejorarla de su malestar. «"Aun no puedo creer lo que anoche tuve con Ikinaru. Fue... tan profundo, que ni siquiera puedo acordarme de lo que realmente paso entre nosotros."» A pesar de que la joven se lavara numerosas veces el cuerpo, jamás podría negar el hecho de que finalmente ha perdido la dignidad que la mantenía pura de sus deseos carnales. Pero no por ello se defraudaría de lo sucedido, así que finalmente cierra la pluma de la ducha y en cuanto abre la cortina, se encuentra cara a cara con su esposo, quien la mira directamente hacia los ojos y no muestra vergüenza alguna ante lo visto. No obstante, la joven se resiste de su mirada, pero el muchacho se adentra junto a ella y cierra la cortina de la ducha, mientras se mantienen encerrados dentro del mismo y caen en sus propios lascivos impulsos. El muchacho apega a su amada contra los azulejos de las paredes de la ducha, mientras que la misma procura en evitar otro intento más de su marido y le suplica en detenerse de sus caricias que indagan sobre su feminidad. — Por favor..., detente. — A pesar de que la joven pronunciada claramente sus palabras, el muchacho las ignoraba y se dejaba llevar por el erotismo que estaba presente entre ambos individuos. Era tan lógico el hecho de que sus cuerpos estuvieran adjuntados el uno al otros y al mismo tiempo estuvieran siendo mojados por el agua que fluía a través de la llave. Sin poder comprender los deseos de su marido, la joven coloca una mano sobre la cabellera plateada del mismo y continúa suplicándole en que se detenga de sus impulsos. — Te lo suplico... ¡detente! — En aquel preciso instante, su cortante respuesta se manifiesta como un repetible eco que se encierra dentro de cuatro paredes húmedas, por lo que el muchacho se detiene y coloca su frente sobre los hombros de su amada, mientras que la misma lo abraza y escucha los interminables gemidos que surgen a través su boca, hasta que se detiene y le responde.

ABERTURAS  ENTRELAZADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora