Capítulo XVIII ''La primera cita''

3 1 0
                                    


A la mañana siguiente, el bosque parpadea ante las cálidas caricias del sol, desaliñado de su gran alboroto tras la noche pasada, sucio de cenizas y puro desastre natural. Mirándolo con el desparpajo de sus inmensos ojos que alumbran la mitad de la Tierra, se desencanta de su recibimiento, por lo que da su mirada a la otra parte del mundo. En cuanto observa a su alrededor en dirección contraria del bosque, su espalda se encarga de alumbrar la parte no deseada de contemplar. A parte de eso, sus rayos dorados tocan cada esquina del hogar de ambos jóvenes, quienes yacen durmiendo juntos en el mismo lugar, arropados de la misma sábana y con las miradas frente a frente, como dos jóvenes recién enamorados. La calidez de sus venas los cubre, mientras invade los sentimientos de ambos, de los cuales jamás se deberían molestar, pero es tan latente, que su ardiente y abrazador palpitar los despierta en medio de su amanecer. Poco a poco, ambos jóvenes van abriendo sus ojos y lo primero que ven es la mirada del uno al otro, mientras que reflejan las sonrisas dibujadas sobre sus rostros y se dirigen el primer saludo del nuevo día.

— Buenos días. — El muchacho responde primero, mientras que intenta abrir los párpados de sus ojos y al mismo tiempo bosteza.

— Buenos días. — La joven le devuelve la respuesta con una encantadora sonrisa que alegró más el amanecer de su compañero, por lo que el mismo se acerca hacia la frente de su amiga y le clava un beso. Ambos se levantan del suelo y se acuerda de su deber de con cumplir su asistencia en a la escuela, por lo que se preparan, desayuna y se retiran de su hogar. A mitad del camino en el bosque, ambos jóvenes no se dirigían la mirada ni alguna palabra, sin embargo, el muchacho se pudo percatar de la timidez de su amiga, por lo que procura en romper su silencioso aspecto con atreverse a tomarle de la mano. Pero la joven separa su mano repentinamente de su amigo en cuanto siente el contacto cercano y avanza el paso, por lo que lo deja confundido ante su inesperada respuesta y el mismo se extraña ante lo visto.

« ¿Qué le sucede? No entiendo por qué de la nada se vuelve ajena hacia mí. » Sin necesidad de querer seguir dándole importancia a su preocupación, pasan por medio de la ciudad cercana, del cual esta acomodada de su adormilado despertar y los invita a caminar de prisa con un rumbo definido, en ese conducto que invade sus sentimientos. La ciudad es el campo de batalla donde se cuelan las alegrías y las tristezas; es el sujeto que abraza y devora a cada ser diariamente. Por consiguiente, llegan a su destino y en cuanto verifican sus casilleros, entran a sus respectivas clases. Más adelante, ambos jóvenes se encuentran presentes en la clase de química, están trabajando de manera grupal, que en este caso, el experimento consiste en utilizar una probeta, junto con unos diferente tipos de frascos para medir, de los cuales cada uno de ellos contiene diferentes tipos de líquidos, tales como miel, detergente, agua, aceite y alcohol. El orden de secuencia para medir los líquidos dentro de la probeta son colocar en primer lugar la miel, luego el detergente, después el agua, seguido del aceite y por último el alcohol, con tal de medir la densidad de cada uno de ellos y anotarlo en sus cálculos. Todo andaba normalmente según lo predestinado durante el curso de ciencias y sin ninguna alteración en el experimento, hasta que el profesor tuvo que salir de la clase para atender un asunto personal, mientras que los estudiantes se detuvieron en medio de su labor, con tal de evitar algún accidente. En medio de aquella pausa, todos los estudiantes presentes en el curso comienzan a conversar, excepto por ambos jóvenes, quienes aun no hablaban personalmente, hasta que el muchacho se decide por romper aquel modo que mantenía a su compañera reservada de sus sentimientos y le responde de la siguiente forma. — Ahora que me acuerdo, anoche hubo química entre nosotros. — El muchacho le responde de manera burlona, mientras que le susurraba por el oído y la joven le respondía con un codazo sobre su brazo y al mismo tiempo se mantenía restringida de lo sucedo durante la noche anterior.

ABERTURAS  ENTRELAZADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora