Capítulo III "El nuevo pacto"

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Ambos jóvenes se encuentran presentes en el baño de damas de la gimnasia, por lo que Sunimaruh no permitirá en dejar algún rastro visible, con tal de que el muchacho no la siguiera a donde ella fuera mas tuviera la oportunidad de hallar la posible escapatoria del lugar. Pero en un momento dado, la tenue sensación escurre todo el cuerpo de la chica, quien se aterra ante el gesto que el joven le muestra, mientras extiende la mano y mantiene sus ojos puestos en ella. El desgarrador e inolvidable recuerdo se topa en su agonía, por lo que el prejuicio decae sobre la joven, mientras remonta la imagen de aquel individuo, quien danzaba entre las llamas y asechaba su dominio sobre ella.

« Sin dudas, es él. » Inmediatamente, se levanta del suelo y se esfuma de su presencia. Mientras corre en medio de los pasillos, el vapor de las duchas encendidas emana sobre el lugar, hasta volverse un pasadizo de neblina. Desconcertada ante el camino forrado en bruma, continúa su paso, aunque numerosas veces chocara contra las paredes del lugar o resbalara por encima de los suelos húmedos o quizás diera unas cuantas vueltas y regresara al origen de su justificación. La palidez se ve reflejada en su cuerpo, a causa de la misteriosa niebla que rodea su entorno y la aturde ante su encuentro por la posible salida que busca con esmero e impaciencia. « ¡¿Dónde rayos estará la salida de este lugar tan espantoso?! » La joven, quien se muestra fatigada ante el agotador y espeluznante acontecimiento, alza su mira en dirección hacia las paredes del lugar, por lo que se asombra con entusiasmo, luego de percatarse de la existencia de una enrojecida señal que está en medio de la oscura neblina que la rodea, un letrero peculiar que dice ''salida''. — Finalmente, encuentro la salida. — Luego de acelerar el paso hacia la puerta que posee el letrero, con todas sus fuerzas jala la cerradura del mismo, pero al notar que no pudo hacerlo tras tener seguro, lo maldice y se retira del lugar, mientras escucha las pisadas del joven aproximarse hacia el extremo en donde ella se encontrara presente. « Si no encuentro una posible salida a esta pesadilla, moriré bajo las garras de un peligroso lunático. » En un solo instante, la joven cae sobre el suelo que está completamente cubierto de agua y como resultado de su accidente, se lastima la rodilla y golpea su cuerpo contra una pared que está en frente de ella, el cual contiene sobre la superficie de la misma una repisa envuelta de utensilios de primeros auxilios, limpieza y tocador. El gimoteo de su desenfrenada lesión, estremece cada unidad que su cuerpo posee, por lo que agarra su pierna con ambas manos e intenta en realizar el esfuerzo por consolar el ardor de su reciente herida. Para su desgracia, los utensilios que estaban guardados sobre la repisa de la pared, comienzan a temblar y a descender de su respectivo lugar, mientras que las pisadas que hace poco escuchó en frente de la puerta de salida, cada vez se aproximaban hacia el extremo de donde yacía la joven, hasta detenerse y contemplar su afligida presencia. Dos fenómenos sobre la joven, los cuales acabarían su existencia en tan solo un instante, sin necesidad de contar los segundos del tiempo. « Ya no tengo más escapatoria, hasta que concluirá mi vida. » Sin embargo, el estrépito alboroto de los utensilios descendidos dejó de susurrar su detonación, justo en el preciso instante en que tocaría un solo tejido del cuerpo de la joven. Seguido, unas cálidas y abultadas manos de varonil rozan sobre el entorno del cuerpo de la joven, hasta quedar sujetada y elevada por el espaldar de sus hombros y sus piernas cerradas, mientras cada vez se iba alejando de la presencia de la subsecuente circunstancia que se arrimaría a su pronta defunción. La damnificada joven, lentamente abre los párpados de sus ojos, hasta voltear su mirada en dirección hacia el chico y contemplar en persona su friolenta e intimidante mirada. Azorada y exhausta por la frecuente persecución y el flamante abatimiento, nuevamente cierra los párpados y voltea su mirada en dirección contraria hacia el joven, por lo que se desvanece en un estado de desmayes. Más adelante, la joven se despabila de su somnolencia, por lo que después se recupera de su desvaída noción y estremece su emblanquecido cuerpo, mientras parpadea numerosas veces, hasta poder captar el siguiente panorama que se muestra delante de sus decaídos ojos y de su desmoralizada apariencia. « ¿En... dónde estoy? » Sin necesidad de levantar sus labios y pronunciar algunas sílabas reconocibles, su duda es acertada ante el vocablo que reaparece de la prevista subsistencia del versado e inaudito asombro.

ABERTURAS  ENTRELAZADASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora