En casa de los Weasley:

744 61 10
                                    


Los días que pasó junto a la familia Weasley fueron muy divertidos para Ania. Desde que se levantaba hasta que se acostaba vivía de risas en risas con los gemelos que le tomaron afecto y hacían payasadas con magia para distraerla un poco de su obligado encierro. Junto a Ron y Ginny se divertía desgnomizando el jardín, y le había tomado tanta gracias a los pequeños gnomos que estaba cansando a ambos hermanos porque todos los días se ofrecía a hacerlo y de paso los engatusaba a ellos para que le ayudaran. A Percy lo veía poco porque se pasaba casi todo el día en el trabajo y cuando estaba en casa se encerraba en su habitación. Sólo había intercambiado con él unas pocas palabras.

Con Bill, el hermano mayor que sólo le llevaba un par de años, había desarrollado una relación más adulta, o eso le gustaba pensar. Con él se llevaba mejor y podía conversar de todo, le contaba sobre varias cosas de "su mundo" que ella todavía no sabía pero bastaron unos días para que aprendiera un montón. Por las noches jugaban cartas y si aparecía Tonks o se les unía la señora Weasley, el juego se volvía muy interesante e intenso y a veces era la madrugada y todavía seguían jugando hasta que la señora Weasley los apuraba para que se acostaran. A Tonks la vio poco y extrañaba su compañía. Ania pensaba que no había sido sensata al imaginar que se verían tan seguido como antes, pero la chica había cumplido con la promesa de visitarla en un par de ocasiones. La razón era simple, la casa de los Weasley quedaba muy lejos de la suya.

El último día que pasó en el hogar de los Weasley fue idéntico a los demás y nada anticipó la catástrofe que estaba por venir. Aquella mañana bajó a desayunar un poco más tarde que de costumbre, Ginny que compartía la habitación con ella ya hacía cinco minutos que había bajado. Al descender al piso inferior notó que había un alboroto mayor de lo normal. Con curiosidad abrió la puerta de la cocina y vio a toda la familia rodeando a un muchacho pelirrojo, de anchas espaldas y gruesos brazos que parecía tener su edad. Traía un bolso en la espalda y una escoba bajo el brazo... evidentemente acababa de llegar.

_ ¡Ah, cariño! Ven, acércate.... Él es mi hijo Charlie_ dijo la señora Weasley con una sonrisa al verla entrar. Charlie era hasta ese momento el único de la familia que no conocía aún.

_ ¡Oh, hola! ¿Cómo estás?_ le dijo la chica con una sonrisa amistosa.

_ ¡Hola!... así que tú eres la protegida de la familia_ le dijo el muchacho sonriendo mientras se acercaba a ella y la saludaba.

_Bueno... una huésped bastante molesta_ dijo Ania riendo.

_Baaa no digas eso cariño, no eres molesta_ rió la señora Weasley y los demás parecieron apoyar esta opinión.

_Charlie trabaja con dragones_ le dijo el señor Weasley palmeando a su hijo en la espalda.

_ ¡Dragones?... Pe... pero no existen..._ balbuceó Ania confundida ya que creyó que había escuchado mal.

_Claro que sí pero los muggles no lo saben, están escondidos y controlados por los magos_ explicó Charlie.

_Sí, y les causa anualmente un muy buen dolor de cabeza a los del Ministerio_ intervino Percy con solemnidad. Nunca sabía hablar de nada que no fuera de su nuevo trabajo en el Ministerio de Magia.

_ ¡Vaya!... ¡Qué emocionante!_ exclamó Ania sorprendida. Percy la observó perplejo.

_No tanto como peligroso_ agregó la señora Weasley mientras fruncía el entrecejo.

_Baaaa, no es para tanto_ dijo Charlie con humildad.

A continuación Ania le dijo que le contara todo lo que sabía sobre dragones, que era mucho, y en esa conversación todos se sentaron a desayunar. Luego de unos minutos de escuchar sus aventuras la chica no podía creer que el muchacho arriesgara tanto por esos increíbles animales pero consideraba que al verlos estaría tan emocionada como él, aunque no estaba segura si querría acercarse mucho a ellos. Y cómo estarlo, luego de que el muchacho le mostrara todas las recientes quemaduras que tenía esparcidas por sus brazos.

El alma perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora