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En una playa lejana y solitaria, entre acantilados de rocas y la espuma del mar, se encontraba sentado un hombre. Observaba el horizonte extasiado. El silencio se cortaba por el bramido de las olas al chocar contra las rocas y la espuma se elevaba en el aire. Hacía frío y Lord Voldemort se encontraba un poco mojado por la brisa húmeda del mar pero no le importaba. Le gustaba mucho ese lugar al cual iba en los tiempos del Orfanato.

Cerca de allí se encontraba una criatura un poco extraña y ajena a la fauna del lugar. Nagini se deslizaba entre los pastizales cazando su almuerzo. De pronto vio un conejo blanco distraído y se lanzó sobre él excitada. Pronto estaba tragándolo con placer.

_ Ven aquí, Nagini_ la llamó el hombre en pársel al ver que se acercaba demasiado al acantilado.

La enorme serpiente se deslizó y se acercó a él. Voldemort acarició su cabeza mientras observaba como el conejo producía un grotesco bulto en su organismo.

_ Has tenido suerte hoy_ le susurró con una sonrisa.

Ese ser era lo único que le había importado a Voldemort hasta ahora. La extraña relación que tenía con su enorme serpiente era un misterio para casi todos. Sin embargo ahora alguien más se había ganado su afecto. Y en eso precisamente estaba pensando el hombre oscuro.

Pensaba que había malinterpretado a Ania, no la comprendía y era evidente que le había mentido. Creyó ciegamente que ella lo amaría tarde o temprano, y no comprendía por qué no era así. Ania no lo quería y sólo deseaba escapar. Esto le dolía profundamente... Nunca, ningún acontecimiento que había atravesado en su larga vida lo había herido tanto. Entonces se permitió hacer algo que nunca había hecho, ni cuando casi muere al tratar de matar al pequeño de los Potter, ni cuando descubrió que había sido abandonado por sus seguidores, o cuando supo que su padre era un detestable muggle... enterró su cabeza en sus manos y dejó que el agua que se había acumulado en sus ojos fluyera al fin. Descargándose de tantas tristezas acumuladas.

Sabía que todos pensaban que no poseía sentimientos profundos y aquello le había servido para crear aquella aura de poder (y maldad) que todos sus seguidores respetaban. Pero no era así, nunca había sido así. Al principio de su vida había sido un niño de mirada dura que jamás sonreía, solitario y tan inteligente que era considerado el muchacho más brillante que había pasado por aquel Orfanato.

El Orfanato donde habitó toda su vida era un lugar deprimente, su edificio, su patio de piedra sin ningún árbol, sus uniformes grises. Por allí pasaban niños con todo tipo de problemas y poco tiempo se quedaban, los bebés eran los primeros en ser adoptados, excepto él. Nadie lo quería ya que era un niño extraño. La directora le tenía miedo desde que le había mordido el dedo hasta dejarlo en el hueso cuando sólo tenía unos meses. Y hasta sus pequeños compañeros le tenían terror. Pero a él le gustaba que así fuera. Despreciaba a todos y tenía un profundo sentimiento de rencor contra los demás. Se sentía diferente... extraño, como un bicho raro al que nadie quería acercarse.

Cuando Dumbledore llegó con su carta de Hogwarts su mundo cambió por completo. El pequeño niño de once años creyó que todo iba a ser diferente y, si bien su vida fue más feliz en el nuevo colegio, las cosas para él poco cambiaron. Las heridas de su niñez jamás se borraron y el anhelo de encontrar a su padre se desvaneció al saber que era muggle, como todos los del Orfanato, un muggle que encima a pesar de tener conocimiento de su existencia nunca se había interesado en ir a buscarlo o al menos en saber si vivía.

Las cosas realmente cambiaron cuando conoció a Georgina, ella había sido su primera amiga y quizás la única verdadera amiga que tuvo en su vida. Sin embargo esa amistad duró poco, tan poco como para que la influencia de la niña hiciera algún efecto en su personalidad que naturalmente se inclinaba a la oscuridad. El adolescente Tom lamentó su ausencia durante algún tiempo, la buscó pensando en su medalla pero en lo profundo pensaba en ella. Al no hallarla y luego, al salir del colegio y experimentar con magia oscura, pronto se olvidó de ella. Y los acontecimientos de su oscura vida se habían precipitado como una avalancha que lo dejó enterrado en su propia maldad. Hasta que desapareció al intentar matar al más pequeño de los Potter.

El alma perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora