Un deseo frustrado:

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La estrategia de Ania no había sido equivocada, en poco tiempo había ganado mucho terreno en la confianza del hombre oscuro. Y como compensación había comenzado a alimentarse de nuevo recuperando fuerzas rápidamente. La misma tarde en que le prometió un poco de libertad pudo traspasar la puerta de su habitación sin que nadie la detuviera pero no se atrevió a ir más allá del primer piso porque temió que al encontrarse con alguno de los miembros de la familia Malfoy estos reaccionaran mal y violentamente hacia ella. Sin embargo el hecho de que su puerta no tuviera un hechizo que la sellara ya era suficiente para levantar su ánimo.

Al siguiente día se atrevió a más. Era una cálida mañana y el tiempo comenzaba a mejorar, por lo que la chica no pudo resistir el impulso de salir fuera y sentir la brisa en el rostro. Se vistió con un hermoso vestido azul oscuro que le había alcanzado Narcisa, quizás demasiado elegante pero cómodo, y se colocó una capa en sus hombros. Peinó su cabello con esmero y pintó sus labios con un brillo rojo que encontró en el baño. Luego bajó por las escaleras hasta el vestíbulo. Allí fue donde se encontró al mismísimo Voldemort hablando con Lucius Malfoy.

Ambos hombres se dieron vuelta a mirarla. Malfoy apenas la reconoció y se quedó de piedra al verla allí lista para salir, sin poder creer su descaro. Voldemort por otro lado también se quedó asombrado pero por su belleza. Nunca la había visto tan arreglada y tan hermosa. Ania, al ver sus rostros perplejos no supo qué pensar y se detuvo unos segundos pensando en si seguir o no. Pero tomando valor los saludó con una inclinación de la cabeza y siguió de largo sin mirar atrás. Abrió la puerta y salió al exterior.

La brisa fresca de la mañana le acarició el rostro y la chica por primera vez en mucho tiempo se sintió feliz. Al bajar por una corta escalera hacia el jardín pudo ver más allá de una larga extensión de césped, la enorme puerta de hierro labrada que separaba la propiedad de los Malfoy del camino público. La vio tan cerca que tuvo el impulso de correr hasta allí y atravesarla, quedando así al fin en libertad. Pero se contuvo, nada iba a ganar con ello. Sabía que la atraparían y que jamás iba a volver a confiar en ella el hombre oscuro. Tenía que actuar inteligentemente, así que se dirigió hacia la derecha en donde a lo lejos vio un artificial pero bonito lago donde se paseaban los pavos reales de Malfoy. Al llegar allí se sentó a su orilla mientras que sus manos tocaban el hermoso césped, sintiendo que su corazón era reconfortado por tanta belleza.

Voldemort la había vigilado por una ventana hasta que se aseguró que ella no iba a escapar. Sabía que con su decisión se arriesgaba demasiado pero pensó que el resultado valía la pena. Ania había comenzado a alimentarse, se veía más feliz y había comenzado a tratarlo como él deseaba. Todo esto le alegraba y con sólo verla sonreír él se sentía satisfecho. Dumbledore no se había equivocado, el amor que Voldemort sentía por aquella mujer, había comenzado a incrementarse. El hombre oscuro se quedó largo tiempo observándola hasta que asuntos más urgentes lo sacaron de allí.

Aquella mañana fue para Ania el comienzo de una vida mejor en aquel lugar. Cuando se cansó de mirar el paisaje se levantó y caminó por casi todo el parque que era bastante inmenso. Y hasta persiguió a los pavos y otras aves que estaban allí como si fuera una criatura. ¡Estaba tan feliz de disfrutar del aire libre! A la hora del almuerzo volvió a la mansión que parecía vacía y subió las escaleras sin encontrarse con nadie hasta su habitación en donde, luego de sacarse la capa, se dejó caer en una silla exhausta de tanto ejercicio. No comprendía como aquella gente no disfrutaba de ese hermoso lugar, pero claro, ella no sabía que había muchos ojos ocultos observándola. Poco después de estar recostada en la silla apareció el pequeño elfo doméstico con el almuerzo y luego se retiró. Esta vez Ania acercó la comida a una mesa y comenzó a alimentarse con verdadero placer. De pronto volvió a abrirse la puerta.

El alma perdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora