Limpió el sudor de mi frente con mi ante brazo. Cierro la puerta con llave, para que nadie entre a la habitación donde reposa el rubio.
Girando sobre mis propios talones, puedo ver al final del pasillo, a Bea, sentada aún lado de la puerta de mi despacho.
Con una felicidad, casi inhumana, me acercó con prisa en donde se encuentra. Pero enarcó una ceja confundió al notar que una ballesta reposa en sus delgados brazos; sin borrar mi confusión, me siento a lado de ella, pero ninguno dice alguna palabra.
—¿De quién es eso?—me atrevo a romper el pacífico silencio, ella, se gira a verme.
—Angelito me lo dio—dice dándome una sonrisa, sin mostrar sus dientes.
Sonriendo asiento, después de todo, siempre son sus cosas tan raras que siempre dice, y que me alegran de una u otra forma; siempre tan inocente.
—Negan—me llama, hago un movimiento de cabeza para que prosiga y ella me sonríe—, ¿Qué es un hogar?
Pienso un poco ante lo que dice, quizá jamás había experimentado lo que era un hogar, pero sabía perfectamente lo que era y ella... Siempre asustada ante esa idea.
—Es cuando alguien te está esperando a pesar de todo—digo dándole una sonrisa—, es ese alguien que siempre te va a apoyar, va a estar contigo siempre; incluso después de un Apocalipsis—ella ríe un poco ante ello—: es esa persona, que haría todo por ti. Ese alguien que vale la pena, que le quieres, y el te quiere a tal grado que a pesar de que un huracán, un temblor, que un mordedor, que a pesar de todo. Te esté esperando, solamente a ti, en tu caso, harías todo lo que te dije, por esa persona, eso es un hogar.
Ella parece pensar, recarga su cabeza en la sucia pared, y me da una sonrisa. Quizá para ella, todo era diferente, jamás había sentido que era un hogar e incluso le temía a ello.
—Negan—interrumpe mis pensamientos, alzó la mirada para poder verla una vez más. Bea lleva tímidamente y con miedo, alza su mano hasta llegar a mi mejilla, —; Tu eres mi hogar.