Limpio mi sudor con mi antebrazo y puedo escuchar los sollozos de todos. El niño, que se había mantenido con su semblante serio y firme, se encontraba destrozado, llorando, acabado. Al igual que todos, relamiendo mis labios, sacudo mi bate, tratando de quitarle la mayor cantidad de sangre posible.
—¡Maldito! —exclama un hombre que se puede ver claramente de origen asiático, con velocidad trata de atacarme. Intentó que es inútil porque es sometido por mis hombres — ¡Estaba embarazada, me quitaste a mi esposa y hijo, mal nacido!
Ladeo un poco la cabeza, frunzo mi ceño molesto. Y me acerco hacia él, mis hombres, lo vuelven a arrodillar.
—¿Estuviste el día en que mataron a toda mi base?—cuestionó, el tiembla, girando sobre mis talones, observó el grupo que lloriquea. —; Ustedes, destruyeron familias. Mataron a padres—miro fijamente a Rick—dejaron a niños huérfanos, ¿Han visto el rostro de un niño al decirle que su héroe a muerto? ¡Qué sus padres han muerto por unas personas que no conocíamos de nada, ni si quieran sabían sus nombres, no saben nada de lo que hicieron esos hombres para sobrevivir día a día, ¿querían que me cruzara de brazos?!—río un poco, y me giro hacia el asiático—; Mataron a los esposos de mujeres embarazadas, mujeres que los necesitaban; mataron a mujeres que iban al frente de batalla por un mundo mejor. ¿Se creen que son los buenos? Imagina tu dolor—lo señaló, y después al cuerpo de «Maggie» —multiplícalo por llantos de mujeres y niños. Cientos, Doscientos... Quinientos.
—Te mataré—jura Rick.
Sorprendido por su intervención, en giro a enfrentarlo. Ya no tiembla, y su voz se escucha dura, niego con la cabeza para después acercarme a él, agachándome en su estatura, suelto una carcajada en su cara.
—Rick Grimes—lo nombró haciendo énfasis en cada una de las letras de su nombre—, tú provocaste esto, no yo. Mataste a mi gente, y yo no permito eso. Todos somos Negan; así que aprende a no matar, antes sin conocer.
—Me lo has dejado claro.
—Y tú a mí.—y con esa sentencia, dentro de la multitud de hombres sale Ivette, la misma mujer que a perdido su mundo en tan solo un par de días, está acercándose a paso firme, las lágrimas de impotencia resbalan por sus mejillas y se detiene a un lado mío.
—Su nombre era: Fabián—tartamudea—, ojalá recuerdes su nombre y recuerdes que este es su hijo—señala su crecido vientre— espero que lo lleves en tu lista.
Los salvadores, viéndose unos a otros. Varios dan un paso enfrente.
—Mi hermano; Erick—dice Ricardo.
—Héctor.
—Tommy.
—Andrew.
—Ángel.
—Alex.En cada nombre que es recordado por la pena de todos, Rick agacha la mirada. Tomándolo de una manera brusca del mentón, mientras que todos con rabia a flor de piel; nombran a los perdidos, lo observó fijamente a los ojos.
—¿Y dices que yo soy el malo del cuento? —uso la ironía nuevamente—, creo que deberías hacer una lista, no quiero que se te olviden ninguno de esos nombres. Porque yo llevaré hasta la tumba el nombre de Maggie grabado en cada parte de mi; también recuerda estos: Paula y Molly.
Levantándome con brusquedad, observo a un hombre de cabellos largos, que se le nota mal. Rodeo los ojos ante mí idea, pero, me puedo dar cuenta que no vivirá por mucho.
—Dwight—llamó al rubio—, Tráelo. —señaló con la cabeza al pelinegro—; y alguien también encárguese de llevar al vaquero. Los tomare como préstamo.
Entre los gritos de negación del líder, me subo a la caravana. Donde también Rubén y Billie, me siguen con dos nuevos prisioneros.