La satisfacción llega a toda la sangre de mis venas, ni siquiera puedo molestarme por el terrible sonido de la estatifica de la radio que lleva Billie, relamo constantemente mis labios y hasta puedo decir que todos se dan cuenta de la satisfacción que se encuentra en mi cuerpo.
—Van en una motocicleta, señor. Dwight al parecer se encuentra bien al igual que Bea —informa la voz de Rubén tras la estática—; realmente no sabría decirle de donde la han sacado, pero al parecer está en muy buenas condiciones. En la ruta por donde van, les pueden cerrar el camino en el próximo desvío.
—Quiero que me dejan a Dwight—demandó ronco, sin apartar la vista del camino. Y claramente, el sonido de un motor, incluso más potente que el de nuestro camión, resuena, sonrío con malicia.
Billie, detiene de golpe el camión, justo a tiempo para que la motocicleta frene.
Sosteniendo a Lucille con fuerza, bajó del vehículo, a la par que puedo ver cómo el camión donde viene Rubén, le cierra por atrás a Dwight, sin salida para él.
Observó como su rostro se contrae en frustración, pero el de mi rubia, es en cambio de felicidad.
—¿Creíste que podías burlarte de mí, verdad? —pregunto negando con la cabeza— ¡Me traicionaste!
—¡Caminantes! —exclama Bea, extrañado por la forma en que se refiere al mordedor, giró un poco la cabeza y noto como varios mordedores se acercan a nuestra dirección.
Billie, tomando con brusquedad a Dwight, lo golpea en la cabeza, dejándole inconsciente, Bea ante ello da un par de pasos atrás y comienza a llorar, chillar, de pavor.
Él pelinegro, ignorando aquellos gritos, se lleva a Dwight a la parte trasera de la camioneta, y en ese momento, puedo observar con claridad el rostro de la rubia.
A pesar de que era muy delgada, incluso se puede ver aún más, como si nada se interpusiera entre su piel y el hueso, su rostro tiene un par de manchas, y su cabello ya está más largo de lo que recordaba.
Soltando a Lucille de mis manos, dejo que esta caiga al suelo, sorprendiendo a los presentes y los susurros de mis amigos se hacen presentes, gritos, insultos, cosas malas llegan a mis oídos, pero aquello no puede impedir que me acerqué a Bea.
Está al instante de verme, se acerca con prisa a mi, y me abraza, estrechándome de una manera inimaginable.
—Tengo miedo Negan, tengo miedo, quiero dejar de tenerlo, por favor, ayúdame— pide entre tartamudeos, llantos.
—Mientras que este a tu lado, no tendrás miedo—aseguró y deposito un pequeño beso en su cabello.
A pesar de las miradas de todos mis hombres enfrente mío, me es imposible no poder disfrutar el tacto que ella me da. Y es cuando me doy cuenta; las voces no están, y no es porque estaba Lucille conmigo.
Estaba mi pequeña Bea.