Un viaje lleno de maldiciones (Bill Weasley)

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MicaelaGraves

Todos tenemos de esos sueños que sabemos que cuesta mucho conseguir. No son imposibles, pero tienen su nivel de rigor. ¿El mío? Trabajar en Gringotts. Sí, puede sonar raro, pero su sistema de seguridad me llama todo el tiempo. Podría ir al callejón Diagon y quedarme todo el día admirando el banco, imaginando qué cosas se esconden más allá de la fachada.

Ya estaba lista. El viaje que me esperaba era de los más arriesgados que emprendería. Había recibido una lechuza de uno de los superiores del famoso banco, pero el contenido de la carta no era claro. Lo poco que comprendí fue que debía viajar a Egipto lo antes posible. Tomé mis maletas y salí de la casa.

No resultó ser un viaje muy largo. Con aparición llegué hasta el lugar donde estaba el traslador que me llevaría a Egipto, y tras esperar unos minutos toqué el reloj tirado en el suelo y me trasporté hasta la antigua civilización.

Caí sentada en la arena. El calor se apoderó de mi cuerpo. Agradecía a Merlín que tuviera puesta ropa muggle y no mi capa. Me levanté limpiando la arena y recogí las maletas. Miré hacia adelante y divisé las enormes pirámides, las cuales escondían todo tipo de cosas. Sonreí: era como estar en un sueño con temperatura.

—Hey —saludó alguien a mi espalda.

Me volteé y sonreí al chico frente a mí. Alto, cabello largo y pelirrojo, sonrisa perfecta. Merlín, sí que era lindo.

—Hey. ¿Sabes dónde puedo encontrar al encargado de... lo que sea que están haciendo aquí? —pregunté cordialmente, limpiando el sudor que comenzaba a perlar mi frente.

— Claro, yo soy Bill Weasley y seré tu jefe —respondió, dejándome anonadada.

...

Bill resultó ser alguien un tanto... interesante. Era muy divertido, pero serio con su trabajo. Agradecí eso; me tomaba muy en serio este tipo de cosas. Me indicó dónde me quedaría y me citó esa misma tarde frente a una de las pirámides, y me advirtió que llevara lo mínimo.

Tomé la varita y la guardé en uno de mis bolsillos. Recogí mi cabello en un moño alto, con mechones revoltosos por todos lados. Aquí no había espejos, y si los hubiera no me habría preocupado por observarlos. Salí de la habitación improvisada y me dirigí a la pirámide.

Al llegar, Bill me esperaba con una sonrisa. Correspondí y guardé silencio, esperando a que hablara.

—Bueno, Neish, debo admitir algo... —se rascó la nuca, nervioso—. Esa carta que recibiste no la envió quien creías... Sino yo —admitió.

— ¿Para qué me enviaste una carta sin conocerme? —pregunté con el ceño fruncido, considerando el volver a casa lo más pronto posible.

—Oh, claro que te conozco. ¿Recuerdas las cartas anónimas que te enviaban en el colegio? —asentí—Las enviaba yo.

De forma involuntaria me sonrojé, pero sonreí. Era cierto lo de las cartas, y siempre busqué al responsable para plantarle un beso en la frente, pero a estas circunstancias no parecía una idea razonable.

—Entonces yo he de admitir algo. Por mucho que odie el romance, tus cartas eran las que me sacaban una sonrisa cada mañana —bajé la cabeza y escuché como reía.

—Eso me alegra, aunque ya lo sabía —se halagó.

—Ajá, sí, pero ¿solo me hiciste venir por eso? Esas pirámides han de estar llenas de maldiciones que deben ser destruidas, ¿no? Y no creo que seas tan cruel como para obligarme a volver, ¿o me equivoco? —pregunté acercándome a él.

—Esa era la otra razón de la carta. Sé lo buena que eres con las Artes Oscuras y que deseas trabajar en esto, así que, como necesitaba a alguien que supiera tanto como yo, ¿quién mejor que tú?

—Nadie es mejor que yo —aseguré y me adentré a la pirámide.

— ¡Eh! ¡Espérame! —gritó.

...

Han pasado seis meses. Bill y yo somos muy cercanos, y en estos momentos estamos dentro de una de las pirámides. Esta en concreto era de las más grandes y más llenas de maldiciones. Ya nos habíamos topado con suelos que se movían, arañas voladoras, flechas congeladas y un dragón color rojo que estaba en sus últimas. Nos faltaba poco para llegar al final de la pirámide y dar nuestro trabajo por finalizado. Pero no todo es color de rosa.

— ¡Corre! —gritó Bill, tomando mi mano y jalándome hasta la salida.

La pirámide comenzó a desmoronarse. El suelo se destruía poco a poco y las arañas habían vuelto. ¿Mencioné el miedo que les tengo? Una de ellas se posó en mi pierna y el grito que di hizo que cayera redonda en el suelo. Comencé a avanzar tan rápido que comencé a ser yo quien arrastraba a Bill, pero entonces una pared se materializó y me hizo chocar contra ella. Bill comenzó a gritar hechizos, al igual que yo, pero era indestructible. Me levanté y pateé la pared solo por frustración, pero la misma se desmoronó.

—Juh, si hubiera sabido que era tan fácil no hubiera tardado tanto —dije encogiéndome de hombros.

Bill tomó de nuevo mi mano y corrimos como si nuestras vidas dependieran de ello, aunque realmente lo hacía. Pasos más adelante se materializó otra pared, pero por más patadas y hechizos que le lanzamos no pasaba nada.

—Estamos perdidos —Bill apretó mi mano.

—Al menos hice mi testamento —susurré.

—Si este es nuestro fin, hay algo que debo confesar —dijo Bill parándose frente a mí—. Creí que al salir de Hogwarts dejaría de sentir lo que sentía por ti, pero en estos meses me he dado cuenta de que no era así —suspiró—. Neish, me gustas, y aunque estemos a punto de morir, me quito un peso de encima admitiéndolo.

— ¿Sabes qué es curioso? Que me pasa exactamente lo mismo —respondí y lo abracé.

Correspondió mi abrazo y escondí mi cabeza en su pecho. Vamos, que era más alto que yo. Sonreí al sentir como ponía su cabeza sobre la mía, y luego el polvo comenzó a ahogarme. Esperé el impacto de los bloques sobre mí, pero nunca llegó.

Me separé de Bill y noté que estaba tan sorprendido como yo. A nuestro alrededor la pirámide sí había caído, pero justo donde estábamos no cayó nada. Levanté la varita y miré al cielo; había oscurecido.

—Lumos —susurré y observé donde nos estábamos parados. Había un círculo a nuestro alrededor.

—Bueno, si hemos sobrevivido, supongo que nada me impide besarte —dijo Bill.

— ¿Sin mi consentimiento? —pregunté divertida.

—Sabes muy bien que no tienes problema con ello —respondió y tomó mi barbilla, cortando la poca distancia que quedaba entre nosotros y uniendo nuestros labios.

One-Shots de Harry Potter (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora