Harry caminó hacia la biblioteca, soltando un suspiro pesado. Tener toda la responsabilidad sobre sus hombros lo estaba agobiando. Sentía que en cualquier momento se desmayaría por culpa de la desesperación. Dumbledore era más confuso cada vez y los retos se volvían mortíferos.
En definitiva necesitaba escapar.
Cuando pasó las puertas se topó con la sala vacía a excepción de un rubio que leía un libro que no reconoció. Su cabello, a diferencia del resto de los días, caía sobre su rostro, como si no le importara su apariencia. Era la primera vez que Harry lo veía tan indiferente. Estaba relajado, disfrutando del silencio y del (al parecer) buen libro que yacía en sus manos. Sus ojos grises se movían con rapidez por la página, sin descanso alguno.
Harry se acercó con lentitud hacia él. Sentía la necesidad de contagiarse de esa calma, de disfrutar de su compañía. No entendía lo que pasaba por su cabeza ni lo rápido que latía su corazón, y aunque quería dejar de acercar sus piernas se movían por sí solas.
Estaban en vacaciones navideñas, pero Harry decidió quedarse en Hogwarts para intentar organizar sus pensamientos. ¿Por qué estaba allí también? Ahora tenía curiosidad. No había visto a nadie en el castillo además de un par de Ravenclaws y Hufflepuffs: esas navidades todos tenían planes.
Finalmente tomó asiento a su lado, alertando al rubio. Draco alzó la cabeza y lo miró a los ojos, más sorprendido que enojado. En realidad, Harry no notó ninguna hostilidad en sus ojos. Solo había sorpresa.
— ¿Necesitas algo, Potter? —no utilizó un tono despectivo, ni enojado, ni asqueado: estaba haciendo una pregunta y nada más. Harry no reconocía a la persona que tenía enfrente.
—No... ¿qué haces aquí, Malfoy? —soltó sin poder aguantarse ni un segundo más.
Draco despegó la vista de sus ojos y la regresó al libro. La pregunta lo incomodó.
—Leer.
—Me refiero a Hogwarts.
—No quise volver a casa.
— ¿Por qué?
—Problemas personales.
Draco se levantó, echándose el cabello hacia atrás, y caminó a la salida. Harry se levantó con rapidez: la había cagado.
—Espera, Draco —lo sostuvo por el codo, haciendo que el rubio se volteara a verlo sorprendido. Nunca lo había llamado por su nombre.
—No pienso arruinar tus planes de derrotar a Quien-Tú-Sabes o lo que sea que harás para navidad. No planeo nada.
—Lo sé, yo... Lamento haber preguntado de más.
Draco asintió y se soltó sin agresividad de su agarre. Le susurró un buenas noches y caminó a su sala común, abrazando el libro.
Estaba roto. Algo le había pasado y Harry descubriría qué era.
(...)Era Nochebuena. Harry se encontró a Draco todos los días esa semana y le alegraba poder decir que sus conversaciones se volvían más largas y cálidas con cada encuentro. Estando prácticamente solos, sin personas esperando verlos pelear o decirse cosas hirientes, el castaño se sentía libre. Sentía que podía lograr lo que fuera a su lado.
Me gustaba ese sentimiento.
Se sentó junto a Draco en la mesa de Slytherin esa noche. Draco aún no acababa el libro, aunque estaba muy cerca de hacerlo. Lo cerró cuando Harry se sentó a su lado, dándole toda su atención.
—Buenas noches, Draco.
—Buenas noches, Potter.
— ¿Tienes planes para esta noche?
—Si dormir cuenta, sí.
— ¿Quieres pasar la noche conmigo? Podemos cantar villancicos.
—Odio los villancicos.
—Entonces podemos odiar villancicos.
—Suena bien para mí.
Una sonrisa adornó el rostro de ambos. Disfrutaron de la cena entre risas, como si fueran amigos de toda la vida, y cuando dieron las diez Harry guió a Draco a su sala común. Draco lo siguió, haciendo accio en el camino a las cosas que necesitaría, y observó la sala común una vez llegaron. La calidez lo envolvió de inmediato, como si quisiera obligarlo a nunca salir de ahí... como si también fuera su hogar. Subió las escaleras tras Harry y entró a su cuarto, sintiendo el aroma del ojiverde meterse por sus fosas nasales.
A Draco le gustaba Harry desde segundo año, y estas vacaciones eran las mejores de su vida aunque solo fueran “amigos”, si es que llegaban a eso.
Se sentó en la cama de Harry mientras él se iba a bañar. Se acostó, mirando el techo, y cerró los ojos. Se sentía en las nubes, pero con miedo a caer: las clases se acercaban con rapidez y presentía que esta unión se acabaría.
Cuando Harry salió con su pijama Draco entró al baño y se bañó y vistió, suspirando. No tenía idea de lo que pasaría.
Harry le sonrió cuando salió y le dejó un espacio a su lado en la cama, como si las otras tres no existieran. Se acostaron juntos, con la mirada en el techo.
— ¿Por qué no volviste a casa, Draco?
—... porque mis padres no me dejaron.
— ¿Por qué no te dejaron?
—Porque se enteraron de que soy bisexual.
—Vaya estupidez.
—Ya sé —Draco alzó un poco la cabeza para poder mirar a Harry, quien ya lo estaba mirando.
—No entiendo el punto. No dejarte volver no te volverá Hetero.
—Creo que esperan que lo haga.
—Pues se equivocan —Harry llevó su mano a la mejilla de Draco, dándole una linda sonrisa.
Draco le sonrió devuelta. Se sentía apoyado por primera vez desde que había aceptado que era bisexual. Por alguna razón sus amigos y su familia no lo aceptaban. Le esperaba un año muy solitario y lleno de burlas que devolvería.
Sin embargo, en ese momento estaba bien. Feliz. Las caricias de Harry y su intensa mirada lo sacaban de su burbuja de tristeza, poniéndolo a salvo. Estaba bien en sus brazos. Le gustaba pensar que Harry sentía lo mismo.
Harry se fue acercando poco a poco. Volvía a actuar sin pensar, dejándose llevar por su corazón y sin control alguno de sus acciones. No le importaba lo que Ron y Hermione pudieran pensar si se enteraban. No le importaba lo que toda la escuela pudiera pensar de ellos. Quería estar junto a Draco Malfoy, al verdadero Draco Malfoy que había conocido esa semana y del que se estaba enamorando locamente.
Se fundieron en un beso dulce.
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One-Shots de Harry Potter (Terminada)
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