MicaelaGraves
Una capucha negra ocultaba su identidad mientras caminaba por el gran comedor, llamando la atención de la primera generación de estudiantes de la nueva escuela mágica, Hogwarts. Sus pasos eran rápidos y firmes, los únicos que rompían el sepulcral silencio que acababa de formarse. Se dirigió a la mesa donde los fundadores estuvieron sentados minutos antes; ahora estaban de pie, mirando a la intrusa con precaución, dispuestos a atacar.
Se soltó la capa y esta salió disparada hacia atrás, dando una vuelta en el aire antes de incendiarse. Las llamas adoptaron la forma de un fénix que observó a todos en el comedor antes de transformarse en cenizas y esfumarse, causando una exclamación de sorpresa general.
Godric relajó su postura y una ligera sonrisa adornó su rostro. Solo ella hacía una entrada como esa. Rowena, por su parte, volvió a sentarse elegantemente sin apartar sus ojos de la pelinegra en ningún momento.
Helga sonrió radiante, sentándose cuando Rowena le hizo una seña para que lo hiciera. Salazar miró a los estudiantes cuando la mujer se detuvo frente a la mesa, delante a todos, y se volteó para que los inexpertos magos la observaran.
—Alumnos, nos complace presentar a Elize Graves, su profesora de historia de la magia —Salazar tomó asiento tras decir estas palabras, dejando de prestarle atención a la mujer.
Elize sonrió radiante, mirando a los emocionados alumnos.
—Es un honor para mí estar aquí, frente a todos ustedes, en el comedor de la primera escuela mágica del mundo. Les prometo que la historia será tan vívida y emocionante como jamás se ha visto —sus ojos avellana viajaron por el comedor mientras su cabello, negro y largo, permanecía perfectamente en su lugar. Hizo una pequeña inclinación cuando los estudiantes vitorearon y se sentó en medio de Rowena y Godric.
Gryffindor puso una mano sobre el muslo de la mujer, mirándola con verdadero orgullo. Estaba por hablarle, pero fue interrumpido antes de comenzar.
—Ya te dije que es una falta de respeto tocar de esa manera a mi pareja, Godric —Rowena lo miró con su característica frialdad y éste apartó su mano, mirándola desafiante.
—Si no fuera una competencia para ti, Rowena, no serías tan posesiva. Contrólate un poco, pones en duda la supuesta confianza que le tienes a Elize —respondió sin tapujos, volviendo a prestarle atención a la comida.
—No discutan otra vez, ¿sí? —Elize puso una mano sobre el hombro de cada uno, dándoles una sonrisa—. Sabes que Godric es mi mejor amigo, Rowena, de no ser por él no te habría conocido —y se acercó dispuesta a besarla, pero la mujer la detuvo.
—Nada de muestras de afecto públicas —apartó su mano de su hombro con seriedad, dejando de mirarla.
Elize se obligó a sonreír, no por Rowena ni por ella, sino por los estudiantes. No podía dar una mala imagen, debía ser fuerte por ellos. Miró la comida frente a ella, forzándose a comer aunque se le hubiera ido el apetito.
(...)
—Esta es tu aula —Godric abrió la puerta y dejó que Elize entrara.
Ella sonrió mirando el lugar. Pasó su mano por los libros en la estantería, leyendo los títulos.
—Lamento otra vez que Rowena no pudiera traerte —Godric la siguió, guardando una distancia razonable. Se pasó la mano que no tenía sobre la empuñadura de su espada por el cabello—. Está ocupada con sus estudiantes y los planes para las clases.
—Todos están tan ocupados como ella, no es una escusa —Elize siguió sonriendo, dejando sus cosas sobre el escritorio. Miró a Godric—. No intentes defenderla más, por favor.
—Si es lo que deseas, así será —Godric se detuvo frente al escritorio, admirándola mientras organizaba todo—. Es lo que te juré, ¿no?
Elize lo miró a los ojos, tomando sus manos con fuerza.
—Fuiste tan idiota al hacer esa promesa —acarició sus manos.
Godric sonrió, negando.
—Es el juramento inquebrantable más sabio que pude hacer —besó sus manos con dulzura, sin despegar sus ojos de los suyos.
—No debí permitirte hacerlo. Éramos tan jóvenes... —negó bajando la cabeza.
—Juré hacerte feliz, Elize, no porque fueras mi primera novia, sino porque eres y siempre serás mi único amor verdadero —dijo en un susurro, como si fuera un secreto entre ambos.
Y lo era.
—No empecemos otra vez con esto —suplicó la mujer, soltando sus manos—. No ahora que tengo tantos problemas con Rowena —un suspiro pesado salió de sus labios. Se sentó en su silla, pasándose las manos por el cabello.
—Está bien —Godric caminó a la salida, mirándola antes de irse.
(...)
Los estudiantes estaban encantados con la clase. Aunque Elize diera más tarea que el resto de los fundadores y fuera más dura y exigente, su forma contar la historia y representarla con todo tipo de dramatizaciones los capturaba de tal forma que no les importaba desvelarse para hacer un trabajo excelente para ella.
Elize se despidió de su último grupo de la mañana con una sonrisa, que desapareció en cuanto el último Slytherin salió. Miró los trabajos por corregir sobre su escritorio y los guardó en la gaveta, suspirando. Salió del aula, con la varita en mano, yendo directo al despacho de Rowena.
Se topó con varios estudiantes en el camino que le pudieron ayuda para las otras clases, y ella con gusto los ayudó. Era bien sabido entre los estudiantes que Elize era talentosa en todas las ramas de la magia, simplemente una prodigio. Siguió su camino al terminar de aclarar dudas y tocó la puerta del despacho de Rowena.
—Adelante —escuchó la voz de su novia antes de abrir la puerta.
Escondió sus manos en sus bolsillos, acercándose a ella. Se sentó en una de las sillas al otro lado del escritorio, admirándola como si fuera la última vez que la vería. Su cabello negro, sus ojos oscuros, su tez blanca. Tan hermosa e intimidante. Elize frunció ligeramente el ceño al no ver la diadema sobre la cabeza de Rowena, y entonces la observó con más detenimiento. Tenía ojeras poco notables bajo sus ojos, su cabello estaba algo desordenado y sus manos temblaban. Rowena la miró a los ojos, actuando como si nada estuviera pasando.
— ¿Sucedió algo? —preguntó sin un solo deje de cariño en su voz. Como si Elize fuera una persona más.
Elize asintió, sin apartar la mirada. Soltó el aire contenido, cansada.
—Nosotras, Rowena. Eso sucede —respondió dejando que el dolor empapara sus palabras.
—No entiendo —frunció el ceño, levantándose, casi a la defensiva.
—Ya no es lo mismo, Rowena —Elize se quedó sentada—. Nuestra relación... ni siquiera sé si puedo llamarla así. Me tratas como si fuera alguien más, como si no hubiera nada entre nosotras.
—Eso no es verdad. Te trato como la princesa que eres —llevó una de sus manos a su varita, enojada sin razón—. ¿Qué, acaso quieres que te dé cada segundo de mi tiempo?
—Claro que no, Rowena —se levantó, frunciendo el ceño—. El problema es que no me das ni un solo segundo. Siempre estás ocupada. Si no son las clases tienes que salir a quién sabe dónde —negó—. Lo mejor es que dejemos esto hasta aquí.
— ¿Estás... estás dejándome? —se llevó las manos a la cabeza, negando con rapidez. Parecía fuera de sí, casi... loca—. No puedes dejarme, Elize.
— ¿Crees que lo hago por gusto? Rowena, te amo, pero esto no irá a ningún lado. Lo he intentado todo, pero me repeles. No te entiendo —caminó a la salida, con lágrimas en los ojos.
— ¡No te muevas! —chilló apuntándole con la varita, temblando. Las lágrimas caían sin control por sus mejillas—. ¡No vas a dejarme!
Elize la miró, realmente asustada. Sacó su varita de su bolsillo, rezando por no tener que usarla. No podía hacerle daño a Rowena, no se lo perdonaría jamás.
— ¡Expelliarmus! —la varita de Elize salió disparada a la otra esquina del cuarto antes de que pudiera reaccionar. La estaba atacando—. No... no vas a dejarme.
— ¿Qué te sucede, Rowena? —tragó saliva, retrocediendo hacia la puerta—. ¿Por qué actúas así?
— ¡Estoy bien! ¡Tú estás mal! ¡Quédate ahí! —gritó enloquecida, comenzando a lanzarle hechizos.
Elize corrió esquivando los hechizos tanto como pudo, alcanzando su varita. Comenzó a defenderse, mirando horrorizada a Rowena.
— ¡Petrificus Totalus! —Elize no pudo esquivar el hechizo a tiempo y se quedó paralizada, mirándola asustada—. ¡Cru-!
— ¡Expelliarmus! —la varita de Rowena salió volando y cayó en la mano de Godric, quien le lanzó un Petrificus Totalus antes de acercarse a Elize. La liberó del hechizo con rapidez, apegándola a su cuerpo, protector. Miró a Rowena, negando—. ¿Enloqueciste, mujer? ¿Cómo pudiste? —negó alzando a Elize para sacarla de allí.
Se quedaron en silencio todo el camino, ambos envueltos en sus pensamientos. Godric bajó a Elize una vez llegaron a su despacho, dejándola con cuidado en su silla.
— ¿Estás bien? —le susurró, dejando las varitas sobre el escritorio para abrazarla.
Elize negó, aferrándose a su cuerpo. Se quedó allí, donde se sentía segura, sin atreverse a moverse ni un solo centímetro.
Rowena había enloquecido.
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One-Shots de Harry Potter (Terminada)
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