El mapa del merodeador (James Sirius Potter)

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  /He tenido que cerrar los One-Shots de nuevo, no porque me voy, sino porque tengo demasiados pedidos. Eso me hace inmensamente feliz, pero no quiero que esperen demasiado como varias tendrán que hacer por estar entre los últimos pedidos que tomé. Voy tan rápido como puedo.\

    MayaPickery
    
     Un estruendo alertó a los estudiantes que desayunaban tranquilamente en el gran comedor. Se acercaba el final del curso y, con él, los exámenes que volvían locos a todos. Para colmo, los nuevos merodeadores estaban haciendo una guerra de bromas.
     Fred alzó la cabeza justo cuando James pasaba en su escoba, sonriendo malicioso, y tiraba un balde de pintura sobre él. Fred soltó un chillido por la sorpresa y cerró los ojos antes de que la pintura entrara en ellos, levantándose para correr por todo el comedor mientras gritaba.
     Maya miró a James, sacando su varita.
     — ¡Ya verás, Potter! —gritó corriendo tras él, quien se alejó con rapidez en su escoba entre carcajadas.
     James, Cornamenta, ya había hecho su broma de la semana: metió una serpiente en la mochila favorita de Maya, Lunática. Era el turno de Fred, Canuto, y de ella de responder, pero James quiso jugarles otra broma antes de lo esperado.
     Desde primer año hacían guerras de bromas un mes antes de vacaciones. Como James tenía el mapa y la capa dejaba que Fred y Maya formaran equipo contra él. De todas formas ese par encontró la manera de planear todo sin que James se enterara: la sala de los Menesteres.  James seguía sin enterarse y llevaban cinco años usando la misma estrategia.
     Maya invocó su escoba con un accio y se subió. Voló tras James, alcanzándolo sin problemas, y lo empujó de la escoba. Él logró mantener el equilibrio como buen Buscador que era y rió, guiñándole un ojo antes de perderse entre los pasillos.
     Una sonrisita apareció en el rostro de la chica. No podía estar mucho tiempo enojada con él. De todas formas siguió buscándolo, volando como nunca, hasta salir del castillo y llegar al campo de Quidditch. Ahí estaba.
     Fred se había limpiado y buscado su escoba para apoyar a Maya. Oh, James estaba frito. Ambos se acercaron al chico, que estaba acostado sobre su escoba como si nada, y volaron a su alrededor.
     — ¿Acaso crees que haremos como si nada, Cornamenta? —Maya lo apuntó con su varita, mirándolo.
     James la miró, sintiendo un pequeño vuelco en su pecho cuando sus miradas se cruzaron.
     —Solo fue una pequeeeña bromita, Lunática —hizo un puchero tierno, intentando conmoverla.
     — ¿Pequeña? ¡Casi me dejas ciego! —Fred lo miró mal.
     McGonagall les permitió hacer estas guerras porque a los alumnos les gustaba ver a esos tres matarse entre ellos. Bajaba el estrés de las pruebas. Sin embargo, no podían hacer nada que afectara a los otros alumnos.
     Eso le fastidió a Maya y a Fred su primera broma de segundo.
     —Exagerado. Jamás haría algo que te pusiera en peligro —James soltó una risa, aunque no despegó su vista de Maya en ningún momento. Había notado ciertos atributos en ella que antes había ignorado.
     —Eso dices siempre y al final salimos lastimados —Maya puso los ojos en blanco.
     —Bien, bien, pueden hacerme dos bromas. ¿Felices? —James se sentó correctamente en la escoba.
     —Muy felices —Fred sonrió antes de tirar a James de la escoba.

     James despertó con la respiración agitada. Estaba en su cama, con su escoba recostada de la pared. Seguía vivo. Se sentó y miró a su alrededor: Fred dormía felizmente en su cama y estaba amaneciendo. Por suerte todo fue un sueño y aún no hacía la broma.
     Sin embargo, ese sueño hizo que sintiera mariposas en el estómago solo por pensar en Maya.
     (...)
     James sonrió al ver a Maya entrar al comedor. Tenía una linda sonrisa en el rostro, algo maliciosa, mientras se acercaba a él y a Fred. Se sentó en medio de ambos y besó sus mejillas.
     —Buenos días, Lunática —James le desordenó el cabello.
     —Buenos días, Cornamenta, Canuto —tomó la manzana que apareció en la mesa, sonriendo—. ¿Ven a aquel chico? —lo señaló con disimulo—. Le gusto.
     La sangre de James comenzó a calentarse. Sabía que Maya tenía varios —muchos— admiradores, pero eso no quitaba que ella fuera su Lunática. Solo Fred podía acercársele, y tampoco mucho. Que esos niñatos quisieran algo con ella lo enojaba.
     Mucho.
     —Me da pena por él —dijo Fred tomando un sándwich—. Se le romperá el corazón.
     —Me gustaría corresponderle, pero bueno, mi corazón ya es de alguien más —sonrió de lado.
      James abrió los ojos como platos y la miró, sintiendo que su garganta se secaba. Oh, no, eso no.
     — ¿T-te... te gusta alguien? —balbuceó comenzando a sudar.
      Fred soltó una risita. Esos dos eran su novela.
     —Sí. Más bien, me encanta —una sonrisa divertida apareció en los labios de Maya.
     — ¿Quién? —James apretó los puños y la miró fijamente.
     —No te diré quién —puso los ojos en blanco—. Mi Gryffindor quedaría expuesto.
     Así que era un Gryffindor. James se quedó en silencio, pensativo, hasta que una brillante idea acudió a su cabeza.
     Quizás perdería la guerra de bromas, pero descubriría quién era.
     (...)
     Se acercaba la última semana y James no sabía quién era el chico. Todas las mañanas, tardes, noches y horas libres se metía a su cuarto y miraba el mapa del merodeador. Aunque logró reducir las opciones a un pequeño grupo de estudiantes de quinto, el año de ellos, ya a este punto las cosas se ponían más difícil. Fred y él estaban en los primeros dos lugares en cuanto a posibilidades, pero los otros seis eran tanta o más competencia como Fred. Tenía que matarlos a todos y ya.
     Se lamentó al recordar que matar era ilegal.
     —Tú eres idiota, ¿no? —Fred lo miró alzando una ceja desde la cama.
     — ¿A qué te refieres? —James lo miró confundido.
     —Hasta tu sistema te dice que tú eres el que le gusta —puso los ojos en blanco.  A veces la estupidez de James era demasiada.
     Eso hacía sentido. Maya pasaba la mayor parte de su tiempo con él y con Fred, pero se refería al Weasley como un hermano, nada más. Sin embargo con él era distinto.
     En serio era idiota.
     —Al fin te diste cuenta —Maya estaba recostada de la pared y lo miraba sonriente.
     James no se molestó en preguntarse cómo entró al cuarto. Solo se acercó a ella, puso sus manos en su cintura y la besó.
     —Qué final más romántico —Fred se limpió una lagrimita rebelde.

One-Shots de Harry Potter (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora