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Llamaron a la puerta, era su madre que olía a alcohol. Esmeralda estaba tras ella sosteniendo el bolso de su madre.

— Pasamos a cenar, no sabía que así reaccionaba con el alcohol.

Abril le indicó que pasara, llevó a su madre a la cama y cuando le había quitado los zapatos e incluso le había puesto la pijama se quedó dormida. Se dirigió a Esmeralda quien estaba esperando a que todo estuviera en orden. 

— Ya se durmió, no debes preocuparte. Nunca le des alcohol otra vez, no lo tolera.

Abril rió un poco, Esmeralda también. La acompañó a la puerta.

— Adiós...

Apenas dijo la palabra cuando un suave beso presenciaron sus labios, sus ojos se abrieron demasiado pues nunca creyó que Esmeralda iba a hacer eso. Ella olía a alcohol, seguramente por eso había actuado así, ella no volvió a ver atrás, se fue. 

Un cigarro de meriendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora