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Abril estaba ignorando a Esmeralda la mayoría del tiempo, por la promesa que había incumplido, no quería verla.

Cuando su madre llegó ella subió a la habitación, Esmeralda iba con ella; tenía hambre pero no iba a cenar porque estaba molesta, escuchó que llamaban a la puerta, imaginó que era su madre.

Esmeralda estaba frente a ella con una expresión que nunca había visto, como si realmente lo sentía.

— ¿Podemos hablar, por favor? —preguntó con miedo a ser rechazada

— No —exclamó decidida

La puerta se cerró, Esmeralda se quedó tras la puerta y exhaló un suspiro que Abril logró escuchar.

— Abril, sé que estás molesta y lamento haber hecho una falsa promesa pero es un vicio que no puedo evitar. Los cigarros son los únicos que me acompañan, luego te interesaste en mí y me gustaste, eres demasiado madura a tu edad y te quiero. Por favor, fue tonto decir que lo iba a dejar, no se puede de una vez.

Abril suspiró, sentía tristeza y emoción, abrió la puerta de la habitación. Esmeralda rodeó el delgado cuerpo de la castaña.

— Para ser una anciana eres demasiado boba, ¿Sabes?

— Solo porque tu enojo tiene razón lo aceptaré

Ambas rieron. 

Un cigarro de meriendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora