08

31 5 2
                                    


Abril no tenía dinero, lo había gastado en comida. Carla le había pedido que fueran a comer y aceptó, quedándose sin dinero para el autobús, estaba frente al edificio esperando a que su madre bajara cosa que no hacía, llegaron las cuatro y estaba esperando el momento en que apareciera la chica de la merienda de cigarros, era otro sobrenombre aplicado por Abril.

Ella encendió el cigarrillo, exhaló el humo y cuando Abril percibió el olor repugnante del tabaco no pudo evitar arrugar la nariz, le daba dolor de estómago aquel olor; ella le miró extrañada.

— ¿Te molesta que fume? —preguntó de manera altanera, parecía molesta.

— No, es solo que el olor me da dolor de estómago —se excusó rápidamente.

— ¿En tu casa nadie fuma? —le miró incrédula.

— No, somos personas sanas... y ecologistas. —aclaró con una pequeña sonrisa en los labios. —pero no estoy en contra de los fumadores, creo que es decisión de cada quien.

— Vaya, para ser joven eres muy... no sé, olvidé la palabra. —exhaló el humo de su cigarro.

Abril observó en la manera que fumaba, como si realmente lo disfrutaba. Su madre llegó luego de aquel silencio entre la conversación incompleta, le entregó el dinero y Abril se dio cuenta de que la chica de piernas esbeltas las observaba. Su madre se percató de eso y le sonrió.

— Esmeralda, ella es mi hija, su nombre es Abril.

— Vaya, es muy guapa y se parecen mucho.

Ambas sonrieron, su madre se despidió y Abril solo se dio la vuelta dejando a la fumadora de piernas esbeltas mientras pensaba en lo pequeño que el mundo era. 

Un cigarro de meriendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora