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Cuando llegó a la vivienda Abril quedó admirada, tenía un jardín impecable, parecía invertir su tiempo, en la sala había muchas pinturas, también estatuas de aves, al parecer le encantaban las aves. Le mostró la habitación todo estaba en perfecto orden y tenía adornos que nunca había visto.

Había hablado con su madre, le concedió permiso de que se quedara por una noche.

— Es hermoso todo, ¿Por qué no querías que viniera?

— No sé, sentía raro... tu madre podría pensar mal —se excusó tímida

— Boba, ella no tiene ninguna sospecha.

La noche cayó, Abril le había contado sobre Carla y se quedaron hablando a altas horas de la noche, Esmeralda dijo que iba a cepillarse los dientes, Abril quiso sorprenderla mientras lo hacía, llevaba su cepillo pero ella se llevó la sorpresa de encontrar a Esmeralda fumando.

— Me prometiste que ibas a dejar de fumar. —le arrebató el cigarro y lo apagó en el cenicero

— Perdón, es algo que no puedo evitar. —se quejó apoyándose en el lavabo

— Sabes que te hace daño, Esmeralda —abrazó la cintura ajena a la vez que exhalaba un suspiro

Se separó de ella, cepilló sus dientes y volvió a la cama, esperó por ella y en todo eso accidentalmente abrió la gaveta de la mesa de noche. Había muchas cajetillas de cigarros, la cerró de una vez molesta.

No podía irse a casa, pero se durmió enseguida. Estaba enojada, no quería hablarle.   

Un cigarro de meriendaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora