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La monja tenia todo predispuesto para la partida de Avril, pero con todo y su deseo de dejar de ver a la criatura debió esperar a que los papeles de traslado y adopción fueran completamente aprobados.
La lluvia continuaba a cantaros el día en que Avril dejaría el lugar al que creía jamas poder olvidar. Llevaba puesta una caperusa color canela, unas botas pantaneras y el cabello recogido.
-¿No volverás?
El susurro vacío dentro del armario cerrado colmaba de lagrimas la polilla emergente de las paredes roídas.
-Claro que si Ana, e iremos a visitar el zoológico tal como siempre quisimos.
De nuevo el silencio fue interrumpido por los sollozos, que a decir verdad eran vacíos desintegrándose en el pequeño espacio en el que se perdían.
-Te voy a extrañar. Exclamó una vez más.
-Siempre te llevaré conmigo Ana.
Decía poniendo en una de las esquinas lo que fuera una daga de no muchos centímetros. -Esto te protegerá de los lobos.
Avril sabía que los lobos atacarían de nuevo y no quería que su amiga sufriera, no como ella cuando uno de ellos que se tambaleaba como borracho se acerco y ella tuvo que correr hasta que cerca a la cocina encontró el objeto de filo contundente y sin pensarlo dos veces lo clavó en el pecho del lobo. Después sólo se quedó viendo como se revolcaba y lloraba mientras un extraño liquido rojo se paseaba por todo el lodazal y el pavimento del lugar.
-Te estaré esperando.

-Volveré te lo juro.
Y todo acabo allí, o todo en cuanto al orfanato, las monjas gritonas, las oraciones y los lobos, todo se había quedado en aquel lugar, hasta que alguien despertase por casualidad la historia olvidada.

REALWhere stories live. Discover now