capítulo 6

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Los encuentros fortuitos se dieron día tras día y en uno de ellos lo que tanto anhelaban en silencio no pudo dejar de suceder. Ella estaba atonita ante él, pero el guardaba la calma aunque a menudo se sonrojaba.
Ella se había convertido en su nota musical, ya no había necesidad de buscar la melodía perfecta, porque ella era la esencia de un todo, la música armoniosa que necesitaba para no llegar a la locura.
El se ponía en medio de sus miedos, como un escudo transparente que impedía el vértigo. Su sangre se helaba cuando sus dedos tocaban sus mejillas "Hacia música en ella"

Cada noche durante varias lunas, después de el café y la lúgubre Italia, se sentaban en el balcón de aquella mirada ensordecedora. Sus miradas se juntaban cada que el le susurraba.
—Eres hermosa.
Ella sonreía y lo besaba anhelando más de su música. Al músico la música y a Ángel música y letra.
Una noche como la de abríl, un tanto fría y lluviosa, sus cuerpos no pudieron descender hasta el frio.
No pudieron mas que dedicarsen a eso que los únia, ese sentimiento que había nacido de la nada aquella tarde soleada en el café y que ya no sabían como ocultar. Fuera de la timidez y demás situaciones adversas a las que se enfrentaban, sabían que el no conocerse bien era algo que les atemorizaba, sin embargo decidieron no hacer muchas preguntas, solo deseaban vivir los momentos en los que la pasion y los besos se unian en la Viena de ensueño al ritmo y canto de la noche.
Era eterno, era preciso lo que todos los seres humanos merecemos y deseamos. Amar tan intangible que se desborde el límite de los sentimientos. Entre sus brazos estaba segura, a su lado y sólo a su lado deseaba permaneces hasta la eternidad y un día.
Solo que...
No dura para siempre.

Ángel visitaba a Gian muy constantemente, sabia que aunque su hermano no le perdonaba el que lo hubiese encerrado si se alejaba seria aún peor. Entonces, una tarde como cualquiera de esas que nada esta premeditado decidió llevar a Avril consigo a la visita, equivocadamente había sentido que le haría bien, a no ser porque los gritos de traidora y mentirosa seguidos de una buena dosis de golpes que de no ser por Ángel y los doctores serian contundentes para Avril. Era claro, Gian odiaba Avril como a nada en el mundo, y la lógica no daba razones del porque  eso era posible. La sensación de culpabilidad no se apartaba de ella, sentía que si se hubiese quedado en Viena Gian estaría bien, hubiera mejorado y ahora que Ángel hacia parte de su vida, entonces el seria como un hermano para ella.

—Avril.

—¿Que quieres?

Él la miraba de la misma manera tranquila y dulce con que la había mirado la primera vez que la vio. Entonces sintió que todo estaba mal, que ella por alguna extraña razón tenia miedo y sin pensar dos veces la acerco a su pecho y le susurro que la amaba y la amaría incluso con el día gris.

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