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Llovía en Milán aquella tarde inconforme. Joseph se acercó y la admiro sin nisiquiera pronunciar una palabra. Todo el lugar vestía de ligeros colores pastel, ella su oso de felpa y sus ojitos dorados le miraban mientras una lágrima descendía de su mejilla.
—Te amo.
Le dijo a lo lejos, sin esperar una respuesta la abrazo como si por años la hubiese perdido. Ella no se inmutó, nisiquiera respiro.
—Te seguiré amando pequeña, no importa cuán lejos estés.

Y efectivamente ya no estaba. Sumergida en el vacío mundano de su irrealidad en su mirada sólo encontraría soledad. La pequeña de trenzas largas y vestido lila se había ido para siempre, la calma era la prueba de ello.

REALWhere stories live. Discover now