capítulo 8

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Sin dolor no se llega a una lágrima.

Cuando Avril supo que Ángel no regresaría se ocultó bajo la oscuridad, su angel había escapado detrás del velo de sus alas.
No precisamente había sido expulsado y condenado fuera de los confines del paraíso. Ángel aún revoloteaba en medio de las nubes coloridas de su pensamiento, ajustándose lentamente al paraíso de su adolorido averno.

No tenía porque llorar, aunque estaba destinada a ser un mar.

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