Capitulo 4

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Con el paso de los días Avril había descubierto que su idea de haberse ido lejos de casa no había sido tan eficaz y contundente como lo había planeado. Se sentía sola, había llevado consigo el piano, varias fotos familiares y la bata que su padre le había dado al momento de graduarse; eso bastaría para sentirse mejor, pero solo unos minutos después la soledad regresaba.
—Doctora Avril, la cita de las 2:30.
Su asistente había programado las citas desde el día anterior; sin embargo Avril conocía quienes eran sus pacientes desde días pasados en los cuales había leído su historial, eso le hacia una especie de revoltura al tener cercano el reloj a las 2:30 ella sabia lo que le esperaba y  la verdad no se sentía preparada.
—Que pasen Louisa.
El chico de cabello negro y alborotado se acercaba mirandola fijamente a los ojos, parecía odiarla sin ni siquiera cruzar palabras, esto mientras se aferraba a la chaqueta del que parecía su hermano, un joven mas mayor con un tono alocado para ser sinceros.

—Buenas tardes doctora—Sueltame Gian.
—Sacame de aquí Ángel.

Avril no paraba de observar los forcejeos y los gritos de Gian y Ángel, no entendía absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo.
—No lo puedo atender en contra de su voluntad—dijo—.
—Por favor Gian, se lo prometiste a mamá. Le susurró Ángel, sin embargo el no dejaba de forcejear.
—Señor, le recuerdo, soy psicóloga, no psiquiatra.
—¿Por favor Avril, ayudeme?
Ángel la había mirado profundamente, así como a menudo suelen hacer las personas deseosas. Fue tan intenso que no le disgusto el que no la hubiese nombrado con el titulo que merecían cinco largos años de cansancio, libros y exámenes que tardaban horas; no le importaba; él había logrado despertar en ella una gran curiosidad, más que la de Gian que apenas comenzaba a calmarse.

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