-Pero te equivocaste- Dijo poniéndose de pie- Yo también creí que te amaba pero… yo no estoy equivocado- Estiró su mano y me levanto- Siento este maldito sentimiento del primer día en el que te vi y pensé que estabas un poquito loca pero más que nada eras chica que necesitaba a alguien ¿Recuerdas?
Hoy es 31 de septiembre, la fecha que tanto odio, tan solo fue hace un año pero todavía el dolor es imposible de disimular ni un poco, duele tanto o más que aquel día.
Como de costumbre cuando nada me resultaba como yo lo quería, me paseaba por aquella calle para recordarme que siempre existen cosas peores, que un gran error es tan importante como un pequeño.
Era un día nublado en cual no había esperanza de que el sol se asomara, yo solo miraba el cielo mientras mis pies caminaban placidos por la vereda.
Paré en seco al mirar como todavía en el pavimento de la calle residían escasas gotas de sangre y manchas de ceniza. Estire mi mano por la reja de una casa y arranque una rosa blanca, y sin mirar a ninguno de los lados de la calle me paré en medio de ella y me puse de cuclillas y deposite la rosa en el frío asfalto.
Caminé hacía la vereda opuesta y mirando cielo solté las lágrimas que había contenido durante tanto… tanto tiempo.
-¡Te necesito junto a mí!- Exclamé mirando al cielo- Sé que te perdí pero te quiero de vuelta cueste lo que cueste.
En cuanto me desahogaba un auto pasó por la calle arrollando aquella rosa blanca.
-¡Ah!- Grité eufórica viendo como aquel auto negro seguía como si nada por la extensa avenida. Aparté mi vista del auto mientras lo maldecía en silencio.
-Tengo familia, tengo amigos pero ya nada me llena como lo hacías tu- Dije observando el cielo- Necesito algo que llene tu vacío.
Dicho esto inmediatamente vi como las nubes se contraían dejando caer los litros y litros de agua que contenían
-¡Esto es lo que me mandas!- Grité empapada- Bueno, aunque esto es mejor que nada. Te prometí que no la pasaría mal por tu culpa pero no puedo ¡Es imposible!- Derroche lágrimas por todo el inundado suelo.
Oí como unos pasos se acercaban a lo lejos, giré mi vista y estaban dos chicos corriendo a máxima velocidad cargando un paraguas cada uno. Con cada paso que daban salpicaban estruendosamente el agua, pero el chico que tenía una favorable ventaja sobre el otro solo quedo en el intento de salpicar, lo vi caer como si todo pasara en cámara lenta finalmente quedando el pobre de boca contra la enorme posa de agua.
Me reí como si estuviese chiflada viendo como el chico del paraguas azul lo intentaba levantar del charco. Tras levantarse ambos caminaron hasta llegar a mí lado, pretendí ocultar mi risa cubriéndome la boca.
-Adelante, ríete- Dijo el mojado chico rubio- Estaba todo planeado para que tú te rieras.
-Claro- Ironicé enmarcando una sonrisa.
-Ves, logré sacarte una sonrisa- Dijo notando como yo me perdía en el intenso azul de sus ojos.
Nos estuvimos mirando algo así como 15 segundos hasta que un falso carraspeado me saco de la tranquilidad que me imponían los ojos del chico del cabello amarillento.
-Toma- Dijo el otro chico del cual no me había percatado en absoluto.
Le pasó a su ¿amigo? O lo que fueran ellos dos su paraguas para sacarse su cortaviento gris y ponerla sobre mis hombros.