Un solo abrazó me hizo falta para recordar las palabras de Matthew… “una princesa siempre sabe reconocer a su príncipe” y definitivamente él no era mi príncipe, todo esto había sido en vano, o tal vez era lo que necesitaba para comprobar que mi vida tanto como mi amor estaba destinado a él.
-Tú no eres mi príncipe- Su sonrisa se curvó.
-Si yo no soy tu príncipe entonces tu tampoco eres mi princesa- Me abrazó- Creo que tendré que vender el castillo- Rió y besó mi frente.
-Lo siento- Me solté y miré el piso.
-No más que yo, pero quizás necesitas estar con la persona equivocada para poder encontrar a la correcta.
-Sí- No pude mirar sus ojos.
-Vete.
-¿Qué?- Lo miré confundida.
-Vete, tu príncipe te debe estar esperando.
-¿Qué hora es?
-Son las cinco con quince.
-Demonios.
-¿¡Qué esperas!? ¡Corre!
Su voz me impulsó a seguir, corrí lo más rápido que pude pero al llegar con lo único que pude toparme fue con un ramo de rosas rojas pisoteado en el piso.
-Se fue- Me agaché y recogí las flores.
Maldi’to destino ¿Qué es lo que quiere de mí, hacerme sufrir? Pues bueno, logró con éxito su misión… me quede sola y con el corazón mutilado.
-¿Qué es eso?- Apareció mi madre junto a mi hermana.
-Solían ser flores- Me encogí de hombros.
-¿Quién te las dio?- Intervino Pía.
- Nadie- Miré al piso y mi teléfono comenzó a vibrar.
“Te amo… Me conformo con que lo sepas, creo que espere como tonto aquellos veinte minutos, es obvio que no me elegiste pero no por eso me olvidaré tan fácil de ti, los sentimientos perseveran así que espero que en un futuro muy cercano el destino nos vuelva a juntar, puede sonar raro pero sé que tomaste la decisión equivocada, lo pudo sentir justo aquí, sí me refiero a aquel vital músculo que late por ti… bueno que latía. Espero que me recuerdes como aquel chico que te amó por sobre todos los obstáculos y no como el cobarde que se marchó en un tren con rumbo a ningún lugar…”
Un tren con rumbo a ningún lugar… ¿Cómo es que el destino me juega tan malas pasadas? No puedo creer que se haya ido.
-Mi amor no llores- Mi madre me abrazó.
-¿Por qué el destino está en mi contra?
-El destino jamás estará en tu contra, tú forjas tu propio destino, nada está escrito…
Yo forjó mi propio destino… ¿Será que lo puedo cambiar y retorcer a mi antojo? ¿Qué puedo perder? No puedes perder cuando no posees nada.
-¿Tienes dinero?
-Sí- Me pasó setenta libras.
-Te amo- La abracé y salí corriendo.
-¿¡A dónde vas!?- Hice caso omiso y me abalancé a la acera para detener un taxi.
-A la estación de trenes- Me subí en el asiento delantero junto al taxista.
-De acuerdo.
Comenzó a avanzar a marcha lenta, me desesperaba su andar. Mi vista estaba repartida entre la ventana y aquel ramo de flores mientras me piñizcaba las piernas para mantener la calma.