—Anton, Amy, está todo buenísimo. —Jade se frotó la barriga—. Mañana voy a tener que hacer kilómetros extra con la bici.
—Anda ya. Estás fantástica —afirmó Christin, que se las había arreglado para sentarse a la derecha de Jade—. Seguro que podrías comerte tu pastel y el mío y aun así no ganar un solo gramo.
La respuesta de Jade se vio interrumpida por un grito desde la piscina.
— ¡Mamá, mírame, mírame!
Christin se puso la mano a modo de visera y entornó los ojos hacia la piscina, tratando de ver a su movido hijo de ocho años.—Te miro, cariño.
Bryan corrió por el trampolín gritando.
— ¡Mira!
Su entusiasta petición hizo que la mayoría de los adultos volviera la cabeza. Jade, en cambio, siguió mirando a Christin, y los segundos siguientes se dilataron de manera terrorífica al ser testigo de cómo el miedo desfiguraba su rostro.
— ¡Bryan!
Christin se puso de pie de un salto y corrió a la piscina. Mady ya estaba en el agua, porque había anticipado lo que iba a suceder al ver saltar a Bryan. Se había tirado mal, se había golpeado en la cabeza con el trampolín y flotaba en la parte profunda, con un reguero de sangre en el agua. Jade fue corriendo al borde y tiró del niño mientras Mady lo empujaba fuera de la piscina, sobre el borde de piedra. Christin cayó de rodillas junto al cuerpo inerte del niño e intentó apartarlas a ambas, pero Mady le puso la mano en el hombro.
—Jade es médica. Déjale un poco de sitio.
Christin asintió, llorando a lágrima viva. Aunque dejó de intentar apartar a Jadea codazos, se quedó a su lado, deshecha en llanto. Pasaron unos segundos de silencio insoportables mientras Jade le apoyaba el oído en el pecho y lo ponía de lado.
— ¿Se pondrá bien? —suplicó Christin.
En ese momento, Bryan inspiró de golpe y escupió una gran cantidad de agua de piscina. Jade le secó la barbilla con el borde de la camisa y examinó al pequeño con gravedad. Tenía una herida en la frente y el labio inferior partido. Había que darle puntos en los dos sitios, pero, maldición, no tenía su maletín. Tras pasar varios años en traumatología en su época de residente, sabía que en cualquier sitio y cualquier momento podía producirse una herida que necesitase atención inmediata y, como consecuencia, siempre llevaba un botiquín completo en el maletero del BMW Salvo ese día, que habían venido en el Jeep de Mady.
Se inclinó un poco para que el niño la oyera.
— ¿Bryan, me oyes?
Apenas oyó un lastimero:
—Sí.
—Muy bien. ¿Te acuerdas de quién soy?
El asintió.
—Eres la tía de Carl.
Jade sonrió.
—Te pondrás bien, pero vamos a ir al hospital para que te miren. ¿Te parece?"—Miró por encima del hombro y se encontró a escasos centímetros de la atribulada madre—. Christin, ¿tienes el coche aquí o en tu casa?
—Hemos venido caminando. ¿Voy a buscarlo?
Enseguida varias voces se ofrecieron a llevarlas. Jade levantó la vista y se dio cuenta de que todos los invitados estaban congregados a su alrededor.
—Tienes un SUV ¿verdad? —le preguntó a Anton.
Este sacó las llaves.
—Las llevo.
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VerdaderoAmor.com
RomanceTodo el mundo sabe que el amor verdadero es una fantasía... ¿cierto? Las amigas de Madison Evans creen que ella está destinada a envejecer sola, porque, aunque es una empresaria de éxito, divertida y preciosa, solo conoce mujeres en las novelas romá...