Capítulo 2

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Sin duda, Katie Prescot era un diez: preciosa y con unas piernas de infarto. Era azafata de vuelos internacionales, de pelo azabache y profundos ojos azules que destacaban a la perfección sobre su piel blanca. Tenía una hermosa sonrisa que dejaba embobado a todo el que miraba en su dirección, y le estaba enviando todas las señales apropiadas. Y sin embargo, cuando Mady la miraba, no sentía nada.

- ¿Quieres bailar? -le susurró Katie al oído.

Lo que sonaba era Queen, que no era precisamente apropiado, pero bailar le pareció una buena manera de evitar la desintegración absoluta de su conversación. Katie era agradable, pero de lo único que quería hablar era de tiendas y de cenar fuera. La actualidad y la política no le interesaban o bien quedaban fuera de su repertorio; Mady no sabía bien de qué hablarle y tampoco le interesaba lo bastante como para intentar averiguarlo. Le tendió la mano a Katie.

-Claro, bailemos.

Cuando llegaron a la pista de baile, cambiaron de canción y sonó una melodía más lenta y romántica. Katie le puso las manos en la cintura a Mady y se arrimó a ella mientras bailaban. Mady se permitió relajarse y seguir el ritmo de Katie, a la vez que reflexionaba sobre cómo le resultaba más sencillo perderse en la música que en la mujer que tenía entre los brazos. Pusieron «Naughty Girl», de Beyoncé, a todo volumen. Al reconocer la canción versionada «Love to Love You Baby» de Donna Summer, sonrió. La música retro era la mejor, no había vuelta de hoja, se dijo, mientras paseaba la mirada por la sala distraídamente.

El Centro estaba repleto de políticos, personalidades y acomodados miembros de la comunidad gay y lesbiana de Dallas. Vio a Jade con su cita, con las cabezas juntas, aparentemente sumidas en una interesante conversación. Le vinieron a la cabeza muchos recuerdos de bailes del instituto, en los que quien hablaba así con Jade era ella y se intercambiaban profundas revelaciones adolescentes mientras sus citas las miraban sentados, pensando en actos algo más íntimos que no llegarían a suceder. En aquellos tiempos ponían más o menos la misma música que sonaba en ese momento. Incluso ahora, siempre que oía alguna canción de Bangles, Janet Jackson o Gloria Estefan le venían a la mente los buenos tiempos que había compartido con Jade. Desde que se habían conocido había sabido que serían amigas para siempre. La belleza de Jade la atrajo, pero fue su inquebrantable lealtad con lo que se la ganó, y habían sido uña y carne todos aquellos años. Mirando a su mejor amiga, se preguntó qué diantres podía tener en común con la espigada mujer castaña con la que había quedado. Como no fuera la belleza, a Mady no se le ocurría nada. Era modelo, así que no creía que pudiera compartir muchas de las experiencias de Jade, y mucho menos para mantener una conversación profunda y significativa. Hacían una pareja fantástica, casi perfecta. La castaña llevaba un vestido negro ceñido y Jade estaba muy elegante con su traje Armani negro y sus sandalias de tira Manolo Blahnik, con unos tacones que la elevaban por encima del metro ochenta. Seguro que estarían hablando de cuántas veces lo harían y en cuántos sitios nada más salir de allí.

Como si le hubiera leído la mente, Katie ladeó la cabeza para darle un beso y, distraída con el balanceo de la música, Mady no se apartó. Compartieron un beso suave y agradable. Bueno, se dijo Mady, a lo mejor Katie y ella también podían hablar de cuántas veces y en cuántos sitios iban a hacerlo al salir de allí. Besó a Katie de nuevo, y esa vez el beso fue más largo e igualmente agradable, aunque no hubo nada de fuegos artificiales.
Perseveró y Katie la correspondió, devorándole los labios cada vez más pegada a ella, hasta que Mady sintió sus pechos subir y bajar contra su cuerpo al respirar. Cuando entrelazaron las lenguas, Mady se percató de que tenía la boca tan seca como todo lo demás. No había nada de malo con la técnica de Katie y su aliento olía a menta, pero «agradable» no bastaba para encender la llama de la pasión.
Mady empezó a apartarse, pero Katie no la soltaba. Inclinó la cabeza hacia atrás para ofrecerle la garganta y miró a Mady a los ojos.

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