Capítulo 9

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Mady resistió la tentación de pulsar el pequeño icono del sobrecito que había aparecido en la esquina de la pantalla del portátil y, en lugar de eso, se sirvió una enorme taza de café francés con una buena dosis de leche. Salió de la cocina con el café, dejando atrás la parpadeante señal de correo electrónico, y fue por el periódico de la mañana. En la edición de los viernes había un especial con críticas de restaurantes y a Mady le gustaba empezar el día evaluando a la competencia. Se detuvo bajo el alto árbol de pecán y estiró los brazos por encima de la cabeza, disfrutando del sol matutino. Era un viernes precioso.

Ya era hora de ver si hacía el mismo buen tiempo en su vida amorosa. Volvió a la cocina y se acomodó ante el portátil; clicó sobre el sobre y dio un repaso rápido a loscorreos de la bandeja de entrada. Había contestado a AvivandoLaLlama después de leer su perfil unas veinte veces. Le había escrito lo siguiente:

Gracias por tu precioso mensaje. Es bueno saber que no soy la única que todavía cree en el amor verdadero. Perdona que sea cínica, pero espero sinceramente que tus sentimientos se reflejen en tus actos igual que en tus palabras. Si crees que podríamos llevarnos bien, vamos a quedar. Pronto.

Mady creía que una respuesta breve como aquella espantaría a cualquiera que no estuviera interesada de verdad. Al ver que tenía un correo de su admiradora, lo abrió.

Directa al grano, ¿eh? Por mí bien. Me encantará poder demostrarte que hablo en serio, cuanto antes mejor. ¿Estás libre el fin de semana? Espero que sí.

Bueno, realmente no había perdido el tiempo. «Querías ser directa, ¿no?», se riñó.
Ignoró la punzada de inquietud que le suplicaba no arriesgarse y quedarse tranquilamente en su casa y contestó enseguida, antes de cambiar de opinión.

Me alegro de que estemos de acuerdo. Tengo muchas ganas de conocerte, pero este fin de semana no puedo. ¿Qué te parece el miércoles por la tarde? Podríamos quedar en el Dario's y ver qué tal. ¿A las siete?

Tras darle a «Enviar», May empezó a cerrar la tapa del portátil, pero se detuvo al oír la conocida alerta de que tenía correo nuevo. AvivandoLaLlama estaba conectada y había confirmado la cita. Y ella no pudo menos que preguntarse si la sensación de vacío en la boca del estómago eran nervios o desánimo.



—Hola, Dinah, ¿está Allison?

Jade estaba en el umbral del dúplex de obra vista de sus amigas. Por algún motivo que no había podido determinar, no había querido volver a casa después de su turno en el hospital. Tras asegurarse de que todos sus pacientes estaban bien instalados para pasar la noche, había conducido sin rumbo un rato, hasta encontrarse en casa de Allison y Dinah, en Oak Lawn.

—Acaba de salir —informó Dinah—. La ha llamado un cliente y ha salido a todo correr. —Escrutó el rostro de Jade—. Pero tenía la cena hecha. ¿Te apetece cenar conmigo?

—No quiero molestar.

Aunque la falta de confianza no era propia de Jade, se sentía agotada y aturdida.

Dinah debió de notar que pasaba algo, porque la cogió del brazo y la hizo entrar.

—No tienes muy buen aspecto. Deberías comer.

Jade siguió a Dinah a la cocina y aceptó la botella de cerveza helada que le tendía.
Se fijó en que todavía llevaba puesto el uniforme del departamento de Bomberos de Dallas y le quedaba muy bien con el cuerpo firme y musculoso que tenía. Intentó dar un poco de conversación.

— ¿Qué hay de cena?

—Pastel de carne, puré de patatas, judías verdes y zanahorias baby. De postre, hojaldre de moras.

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