V E I N T I C U A T R O

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V E I N T I C U A T R O

Levanto mi rostro al frente en cuanto oigo gritar mi nombre completo. Me asusto demasiado, a decir verdad. Al hacerlo, me doy cuenta de que he estado durmiendo sobre el banco de mi asiento en clase de Filosofía. Sinceramente, creí que el grito que pegó la profesora Miller era uno masculino. Mas no, era salido de su mismísima voz; del canto de las sirenas...

«De las sirenas que usualmente están poseídas, claro está»

—Señorita Smith, ¿podría repetir lo que recientemente he dicho?

Siento como si mi cabeza diera vueltas. Me encuentro completamente mareada. Necesito urgentemente una ayuda médica.

—No estaba prestando atención, profesora Miller —confieso con un encogimiento de hombros. Me siento intimidada por su persona.

—Ya lo sabía, Smith. Repórtese inmediatamente en la oficina del director. —Creo que no hace falta aclarar que la profesora Miller no es una de mis favoritas personas en el mundo, ni siquiera como docente. Y tampoco hace falta aclarar que está dentro de mi larga lista negra, de aquellas personas a las cuales les guardo cierto odioso rencor.

Largo una calada de aire y hago amague por levantarme, más me quedo quieta. Primero observo el rostro desaprobatorio de Rachel y luego el preocupado de Elliot. Ninguno tiene la más remota idea de qué es lo que está sucediéndome. Bah, exceptuando a Elliot. Él sabe acerca del asunto relacionado con mi portadora de genes. Cuando dejo de observar sus aterradores rostros, me encamino firme hacia la santísima oficina del director.

Cargando mi mochila sobre ambos hombros, toco incómodamente la puerta de su oficina hasta oír que se encuentre allí.

—Podría llamarle decepción, Smith —recalca el director con rostro de desaprobación, idéntico al de mi rubia amiga.

—Llámelo como quiera, director.

Espeto con la ira a punto de explotarme. Frunzo el entrecejo y me posiciono cómodamente sobre la silla giratoria ubicada frente a su persona. Puedo percibir su elegante colonia, es algo fuerte pero que combina a la perfección con su amargada personalidad.

—En el año me has visitado unas... —Comienza a murmurar, abriendo uno de los cajones del mueble que se encuentra a su lado; con el fin de encontrar mis archivos con mi nombre escritos a lo largo del año— ¿ocho veces? Debes de ser una alumna demasiado rebelde, mas no me sorprende. Siempre has sido así.

Su ceja comienza a lentamente enarcarse hacia arriba, permaneciendo una abajo de la otra ya mencionada.

—Blah, blah y blah. Vamos, director, continúe con lo que dirá: lo de siempre. Ya me lo he aprendido de memoria. ¿No cree que es demasiado? No vale la pena.

Cierto ápice de decepción adquiere el incómodo ambiente.

—No crea que me guste hacerlo, jovencita. Es mi trabajo, Smith. Si pudiera ya le habría echado del instituto.

Me quedo anonadada con la boca entreabierta. No podía creerlo. ¿Tan rebelde me considera? Qué compasivo...

—Por lo tanto, tendremos que llegar a un acuerdo.

Instantáneamente, lo dedos de sus manos quedan entrelazados. Llevo mi dedo índice hacia mi mentón simulando que yace pensando acerca del trato del cual el director me está hablando.

—¿Qué tipo de trato? —inquiero con una ceja levantada.

—Tendrá que escoger una disciplina aparte de las materias que normalmente tiene.

Ella es el chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora