V E I N T I O C H O

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V E I N T I O C H O

Siento un cierto escalofrío recorrer mi columna vertebral. No sé qué demonios decir o hacer. Sólo deseo desaparecer de allí. Genial porque mientras Elliot está observándonos, James y yo no dejamos de mirarnos románticamente. Es decir, ¿qué rayos está pasando por mi mente?

—Uhm... —Mi boca queda ligeramente abierta, mientras que observa a la vez el rostro ceñudo de Elliot. Está sudando frío, en verdad—. Déjame pensarlo —respondo finalmente luego de varias pausas que di. Mi tono suena algo molesto, no sabía ni qué hacer conmigo misma.

Le doy una última mirada a James, alejándome de él y dirigiéndome hacia la dirección de Elliot; sin supuestamente saber que él se encuentra allí.

—Oh, Russel.

El tono de sorpresa que quería que adquiriera no me funcionó muy bien. Soy malísima para la actuación, menos mal que no me he anotado en el taller de teatro.

—De hecho, Taylor... Quería hablar contigo.

Puedo notar cierto ápice de tristeza de acuerdo con lo que él me demuestra. Mi ceño pronto deja de estar fruncido y lo suelto aliviada.

—Pues habla.

Le animo a continuar y él asiente no tan convencido e incluso con nerviosismo.

—En la fiesta... Hemos hablado de algo y no sé si te acuerdas de lo que te he dicho... —A pesar de que sus palabras me tienen sumamente atrapada, su jugueteo con las manos me impresiona tanto como el temblor que su sistema se contagia.

Enarco una ceja completamente confundida sin entender a lo que quiere llegar. Niego rotundamente con la cabeza sin poder recordar de lo que hemos conversado en aquella fiesta de disfraces.

—Entonces no hay nada de qué preocuparse... —murmura y le detengo del brazo en cuanto gira sus talones con el fin de marcharse.

Blanqueo los ojos cuando puedo apreciar aquella chispa de miedo que sus ojos destellan cuando lo detengo sin dejarle ir tan fácil.

—Ahora quiero saber.

Chasqueo la lengua y frunzo el entrecejo decidida a escuchar lo que Elliot tenga que decirme.

—Eso ya no importa.

Cierta tensión envuelve al ambiente. La quijada de Elliot se marca. ¡Santo Cielos! ¡Muero de intriga por saber lo que me está ocultando! Esto definitivamente está carcomiendo mi cerebro.

—Claro que importa, Elliot. Por alguna divina razón te lo estoy cuestionando... —farfullo molesta y cruzada de brazos. Esperando... Esperando... Esperando respuesta alguna de su parte, mas nada. No lo consigo.

De repente, una oleada de viento abraza fríamente mi cuerpo haciendo que mis pequeños pelos morochos se ericen. Elliot nota también eso, ya que rápidamente se quita su abrigo y me lo tiende a mí, cubriéndome los hombros desnudos.

—Déjame llevarte a casa —me ordena y yo asiento como si no pudiera haber otra opción.

Aparcando su automóvil frente a mi hogar, las luces que se encuentran en la misma calle se encienden iluminando todas las casas del vecindario. Ahora sí puedo observar detenidamente el perfecto rostro de Russel.

—¿Nos vemos luego?

Enarca una ceja aguardando a la espera de una respuesta por parte mía.

—¿A qué te refieres con luego, Russel? ¿En tus sueños?

Ella es el chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora