T R E I N T A Y S E I S

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T R E I N T A   Y   S E I S

No puedo concentrarme en nada más que el olor a huevos revueltos inundando mis fosas nasales.

Esquivo la pregunta de Rachel y me concentro en el importante desayuno de hoy.

—Huele bien, ¿eh?

Murmuro oliendo profundamente. Es exquisito.

—Lo preparé yo.

Una sonrisa siniestra se plasma en su rostro. De pronto, pierdo el apetito. Espero que no esté envenenado por Rachel. Sé que está molesta por no haberle contado acerca de ayer por la noche, pero no es que deba contarle cada segundo de mi vida. Pronto iría a saberlo por mí, pero la impaciencia la domina siempre por completo.

Luego de desayunar, Elliot insiste en llevarnos al colegio a mi furiosa amiga y a mí.

La clase de Matemáticas avanzadas comienza en estos momentos. Rachel y yo nos inscribimos en ésta hace dos meses.

—¡Rachel, espera!

Grito detrás de ella mientras da pasos furiosos dirigiéndose hacia el aula de la materia nombrada. Pero ya es tarde, ella entra por aquella puerta sin oírme siquiera. Mas no, no es demasiado tarde. Ambas llegamos tarde, puesto a que a Rachel la encuentro parada al lado del escritorio esperando a que el profesor diga algo.

—Dos señoritas llegando tarde... —comienza a murmurar—. Sepan que eso baja la nota de la materia, su irresponsabilidad habla mucho por ustedes.

Ruedo los ojos, mas Rachel se queda petrificada. Ella nunca llega tarde a ninguna clase y nunca lo ha hecho. Se nota devastada, queriendo llorar a causa del estrés.

—Lo siento, profesor. Ha sido culpa mía. Me sentía con baja presión y Rachel, mi amiga, me ha acompañado a la enfermería.

Él parece meditar mi excusa.

—Bien, vuelva a la enfermería para ver si se mejora. Usted acompáñela por las dudas.

Nosotras asentimos, mientras que el profesor nos entrega un pase a cada una para faltar a la clase. Al salir del aula, Rachel dirige sus ojos hacia mi persona.

—Gracias... por salvarme.

Yo me limito a sonreír.

Nos dirigimos a la enfermería. Golpeamos la puerta de madera, en la cual en el centro de ella está ubicado un pequeño ventanal cubierto por una blanca cortina.

Nos abre la enfermera de siempre. Se trata de una señora regordeta, quien usa kilos de maquillaje y quien debajo de su mentón lleva una horrenda verruga.

—¿Las puedo ayudar en algo?

Luego de explicarle cómo me siento —lo cual se trata de una horrenda mentira—, me obliga a sentarme en una camilla. Rachel, mientras tanto, permanece parada de pie observando cómo la enfermera me revisa. Lleva una herramienta que emite luz cerca de mis ojos. Luego, rápidamente, lo apaga.

—No veo que tengas algo.

Mas luego dice que si me siento así de mal, que permanezca en la camilla recostada hasta que mi presión tome equilibrio.

—¿Podemos hablar? —le cuestiono a mi amiga, tras la enfermera marcharse a la cafetería a comprarse algo en su tiempo libre. Pues el timbre ha sonado, indicando que es el momento del recreo.

Noto que Rachel lanza un suspiro. Mas de repente, alguien golpea la puerta. El hocico de James se deja ver a través del umbral.

—Hey, Taylor. Hay rumores de que te desmayaste.

¡Cómo detesto los rumores! Las personas dejándose llevar por ellos, sin saber cuál es en realidad la verdad. Es algo tan estúpido.

—En realidad, no. No me ha sucedido nada. Larga historia.

Él asiente, mientras noto la incomodidad de Rachel.

—Será mejor que me vaya, necesito almorzar antes de que el timbre me lo impida —se excusa, intentando escapar del incómodo silencio.

—Luego nos vemos... ¿cierto? —curioseo asustada por su respuesta.

—Hmm, claro. Nos vemos, Taylor. Adiós, James.

Se despide con la mano con pasos torpes y apresurados. Puedo escuchar cómo sus tacones resuenan con cada pisoteada, hasta que el sonido se vuelve inaudible por estar ella en movimiento en algún sitio alejada.

James posa sus penetrantes ojos marrones sobre los míos. Plasmo una mueca nerviosa. Mas pronto su cuerpo se acerca al mío hasta chocar su plano abdomen en la camilla. Ahora es cuando descubro que James es un chico de movimientos ágiles, puesto a que no me doy cuenta en cuanto sus manos toman control de mi cuerpo rodeando mi cuello con ellas y aplastando sus labios contra los míos de manera intensa. Le correspondo el beso, aunque me siento confundida a causa de no saber el motivo de sus actos. Pero pronto la intensiva imagen de Elliot junto a mí en la cama me viene a la mente como por arte de magia. Por ende, empujo con mis diminutas manos el duro pecho de James, mientras él insiste más y más. Pero me mantengo firme y continúo empujándolo lejos de mi persona.

—¡Oye, Taylor! ¿Qué te ocurre? Primero en tu fiesta me besas como si nada, luego me evitas y ¿ahora no correspondes mis besos? —Me quedo petrificada ante sus bruscos movimientos de cabeza. Por consecuencia, abro ligeramente mis labios entrándome cierto frío provocando que mi garganta se me reseque—. No me confundas... —farfulla, con los labios temblándole y sus ojos amarronados llorándoles.

Muerdo mi labio inferior sin quitar mis ojos de su decepcionado rostro—. Lo siento, James. No es mi intención vivir lastimándote, pero es que no puedo aclarar mis sentimientos. Soy nueva en esto del amor, ¿sabes? —menciono la última oración un poco con gracia.

—Bien —formula modulando a la perfección la susodicha afirmación y algo furioso—. Llámame cuando aclares tus sentimientos, Taylor.

Abro los ojos de par en par. Pero en verdad me merezco esas mierdas. Fui una completa perra con James que nunca me fijé en cómo acabaría su corazón... destrozado... Y encima, por mi maldita culpa.

El clima desde ayer no ha mejorado del todo

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El clima desde ayer no ha mejorado del todo. Sólo que ahora sí puedo volver a mi casa tranquila. Aunque voy a extrañar dormir junto a Elliot por la noche.

De vuelta a casa, me encuentro caminando junto a mi hermano menor Matt. Jason tiene entrenamiento, por lo cual no nos puede llevar en el auto. De repente, escucho la bocina de un auto siendo tocada cerca nuestro. Acto reflejo, Matt y yo nos giramos cayendo nuestros ojos en el autor de aquel ensordecedor sonido.

—Taylor... —murmura Elliot aparcando su auto en la vereda frente a nosotros.

Por otro lado, a través del rabillo de mi ojo, puedo ver cómo mi hermano alza una ceja sorprendido. Olvido siempre que Matt aún no ha conocido a Elliot. El pánico, por lo tanto, se apodera por completo de mi sistema. No me queda de otra que presentarlos como se debe y de la manera tradicional y más formal que todos conocemos.

—Elliot, él es mi hermano menor Matt. Matt, él es mi amigo Elliot. 




Ella es el chicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora