Eternia llegó hasta la puerta de su casa. Giró la llave en la cerradura lentamente. A continuación, abrió la puerta con sigilo. Se asomó y... por suerte, su tía seguía durmiendo. No sabía que hora era, però sé temía que sería algo tarde, he incluso que la hora que le dijo su tía para charlar en el salón también se le había pasado. Miró la hora en un reloj que había colgado en el salón. Eran las 6 y media. Bueno, tampoco transcurrió tanto tiempo. Subió a su habitación, se calzó las botas, y despertó a su tía.
-Llegas tarde, Eternia- dijo ella.
-Tía, te quedaste dormida.
-¿ah?- parecía desconcertada, quizás porque acababa de despertarse- Oh, disculpame, es que para ir a recogerte he tenido que madrugar mucho, pues vives bastante lejos, como ya sabes...
-¿Porque decidiste mudarte tan lejos de tu hermana?- la interrumpió Eternia.
-Eternia te tengo dicho que no debes interrumpir, eso es totalmente inadecuado- la miró con desaprovación- en fin, tengo faena... Contestando a tu pregunta... Verás, cuando ambas nos independizamos de casa, tuvimos alguna que otra discusión, ya sabes, esas que tienen en ocasiones las hermanas. Me enojé tanto con ella que decidí que no quería volverla a ver más.- hizo una pausa. Miraba nostálgica al suelo. Se retiró varios de sus ondulados mechones negros de la cara, y miró a Eternia- no debí hacerlo... si yo tan sólo me hubiera quedado a su lado... si hubiera actuado con prudencia... nada de lo que ha pasado habría pasado... - sus grandes ojos verdes comenzaban a brillar- yo, yo...
-Tranquila tía, tu no tienes la culpa del incidente- dijo Eternia, acariciandole la melena. Aunque no soportaba a su tía, tenía mucha empatía por cualquiera- nadie tiene la culpa. Son cosas que a veces pasan. Lógicamente, no todos los días se incendia tu casa. No se podía evitar. Son solo cosas del azar.
-Tan joven, y llevas tan bien la muerte de tus padres...es realmente admirable. Que irónico, yo soy la adulta y estoy aquí llorando.- dijo, sacando un pañuelo de seda bordado de un bolsillo.
-Tranquila, lo superaras- dijo Eternia, dándole un beso en la frente.
Se levantó, se dirigió a la cocina, y le preparó una taza de té.
-Tómalo y relájate. Te lo he puesto con tu juego de té favorito.
-Gracias, Eternia.
Viendo su tía más tranquila, subió a su cuarto.
Abrió el cajón de su mesita con la llave que se había colgado previamente en su cuello. Sacó la libreta y la pluma. Solía relajarse escribiendo poemas, dibujando, o escribiendo historias de fantasía. Ahora mismo quería escribir poemas. Y como siempre, los escribía sobre cosas tristes. Nunca había sabido porque no podía escribir cosas alegres. Aún así, le gustaba el resultado de sus obras.
Pasado un rato, acabo su poema. Había escrito uno sobre una chica que fué a un lago y se ahogó. La chica llevaba un vestido blanco, y a medida que se undia, el blanco se iba tiñendo del color sucio del agua, y finalmente, de un suave color rojo. Todo tan deprimente... como su vida. Aunque ella lo llevaba tan bien como su tía decía, desde que sus padres murieron nada volvió a ser lo mismo. Ni por supuesto, lo sería.
Guardó sus cosas de nuevo en el respectivo sitio. Se sentía cansada. Se puso su pijama, y se deshizo sus onduladas y rubias coletas. Se estiró en la cama, y se dispuso a dormir.Un Rayo de luz la despertó. Abrió los ojos. Miró para su ventana. Era ya de día.
Un suave aroma familiar la invitaba a bajar las escaleras. Era como de tarta de canela. Ese cálido olor, le despertó los 5 sentidos, y sintió la necesidad de bajar al salón.
Ya en el salón, se percató de que su tía estaba cocinando tortitas. Ya se le había olvidado que su tía cocinaba tan bien. De pequeña, alguna vez su tía la iba a visitar, pero muy poco, y cuando lo hacía, le preparaba esa magnífica tarta. Volver a oler ese olor era como saborear su infancia de nuevo: dulce y cálida.
-Podrías haberte vestido por lo menos. Llevas unas pintas horribles- dijo su tía, con esa cara de desaprovación que ponía siempre. Parecía que había olvidado la conversación de ayer.
-Lo siento, tía. Subo inmediatamente- dijo Eternia, con tono aburrido. Subió a su habitación y se cambió.
Elisabeth le sirvió una porción de tarta. Eternia saboreó con deleite cada pequeño bocado. Porque sentía que en cada bocado, se encontraba su dulce infancia. Con sus padres, jugando al escondite con en el jardín. Su tía observando desde la lejanía. El aroma a las macetas de lavanda. Todo eso en solo in simple trozo de tarta.
Al cabo de un rato, acabó su plato.
-Tía, voy a salir, gracias por la comida. Intentaré volver lo antes posible. -dijo, saliendo corriendo antes de que Elisabeth pudiera replicar.
Eternia caminaba con tranquilidad por Crystal Ring. Cuando se quiso dar cuenta, se encontraba de nuevo ante ese callejón.
La tienda estaba abierta. Otra vez sonaba esa melodía de cajita de música, tan tierna y melancólica como la otra vez. Eternia entró.
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La tienda de las muñecas rotas
Mystery / ThrillerSiglo XIX. Eternia, una chica de 14 años, es trasladada a una curiosa ciudad, Crystal Ring. Ella es huérfana, así que vive con su despreocupada tía, Elisabeth. A Eternia le gusta leer, dibujar y escribir, cosa que su tía desaprueba totalmente, pues...