23. Hope

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Entró en casa, decidida. Su tía estaba en el sofá. Ni siquiera tenía su taza de té. Estaba con la mirada en un punto muerto. No pestañeaba casi.

Al ver a Eternia entrando con energia, giró la cabeza hacia ella. Abrió la boca, pero no dijo nada. Se le veía en el mismo estado por el que Eternia había pasado.

Su sobrina se acercó y le puso las manos en los hombros.
-¡Despierta!- dijo, gritando.- ¡No te dejes vencer, ¿me oyes?

Elisabeth no decía nada. Como tenía esos delicados rasgos, parecía una de las muñecas de Joshua.

-Porfavor...- dijo, abrazandola.

Eli pestañeo repetidamente. Miró a Eternia.
-Eternia... ¡Te veo mejor! Oh, cielo santo, que preocupada me tenias... no sabía que te ocurría...
-Tranquila, estoy bien.

Las dos se abrazaron. Eli derramaba alguna lágrima.
-Porfavor... no me hagas más esto... Sabes que si necesitas algo, me lo puedes contar, soy tu tía...
-Tranquila lo haré...
-Bien... Recuerda.. Tu solo tienes que hacer lo que creas conveniente.

Esas palabras resonaron en su cabeza.

-Me debo ir- dijo Eternia, arreglandose un poco.
-Pero... si me acabas de prometer que me contarias tus cosas...
-Lo siento, no hay tiempo. ¡Adiós! - dijo. Antes de irse, a toda prisa cogió algo metálico. Parecían unas tijeras. Las guardó en su bolsillo y salió a toda prisa.

Su tía se quedó algo descolocada.
-Vaya...-dijo en voz alta. Miraba la puerta por la que Eternia acababa de desaparecer.

Tras unos segundos, estalló en carcajadas.
-Esta chica... ¡todo un misterio! Jamás sabre que tiene en su cabeza...- dijo, con entusiasmo.- Me apetece... ¡chocolate! ¡No, tarta! - pensó un momento.  Oh, claro... tarta de chocolate... Como no...- dijo, riendo. Sacó los ingredientes y comenzó a hacer la tarta.

Afuera llovía. Comenzaba a hacerse oscuro. Eternia no paraba  de correr. Ya puedes imaginar a donde íba, querid@ lector@.

Llegó a su destino. En el, se imponía un muro. Miró abajo. Una cabeza de muñeca. Sin ojos. Mala señal.

Apoyó su cara húmeda por la lluvia y sus puños en el muro.
-Porfavor... dejame llegar hasta ti... aunque sea por última vez... No parece que las cosas pinten bien  para ti... Dejame ayudarte... Porfavor...- A medida que decía eso, iba resbalando poco a poco hasta el suelo. Seguía apoyada en el muro.

No había respuesta. Eternia estaba furiosa. Quería chillar. Quería gritar. Quería llorar.

Comenzó a aporrear el muro, sin parar. Gruñía, con rabia. Estaba totalmente empapada, no sólo de agua, sino algo salpicada de rojo. Sus nudillos empezaban a sangrar.

Dejó de agitar sus brazos. Puso las manos en el muro, tranquilas. Sus manos se marcaban en rojo en éste, y se borraban al momento por la lluvia. Cerró los ojos.

Sus manos se undieron en algo. Sabía perfectamente que era. Sonrió.

Ante ella estaba el portal. Se retiró y esperó a que pasara lo que tenía que pasar.

Al fin el callejón se mostraba. Sin pensarlo,entró corriendo.

Corría mucho, le dolían los gemelos de forzarse. Como el suelo estaba mojado de agua, se resbaló y calló al suelo. Se quedó un rato tirada en el suelo, y cuando levantó la vista, vió que estaba delante de la puerta de la Morgana's back shop.

Se levantó con energia y picó. Nada. Esperó un rato por si acaso. Nada.

Se empezaba a asustar. Mr.Erebus llevaba un tiempo que estaba raro, pero eso se pasaba de raro. ¿Qué estaba pasando?

Aporreó la puerta, gritando: "¡Mr.Erebus, abreme!". Pero nada.

Intentó abrir la puerta a la fuerza. Le dió varias patadas, pero solo consiguió agrietarse un poco el cristal de la puerta. Como cerca tenía una especie de montón de basura, rebuscó allí. Finalmente encontró un palo lo bastante grande como para derribar esa puerta.

Cogió carrerilla y clavó el palo en el cristal. Este se rompió con un gran estruendo. Varios cristales salieron disparados, rasgando la cara y vestido de Eternia. En la puerta quedó un espacio lo suficientemente ancho como para que Eternia pasara. Ella entró

La tienda estaba a oscuras. No había música. Sólo silencio. Parecía que ese lugar estuviera muerto.

De entre las sombras, salió una figura delgada y esbelta, que andaba con algo de dificultad. Alzaba sus extremidades de manera que parecía algo aleatoria.

-Te dije que no volvieras...- dijo Mr.Erebus con un hilo de voz.
-No podía dejarte así.
-¿Así como?
-Sabes perfectamente de lo que hablo.

Mr. Erebus se mostró en un lado que daba la luz. Su aspecto era penoso, los brazos parecían estar como muertos y su cabeza también. De repente, levantó su cabeza gacha.

-Corre, Eternia. ¡Sal de aquí!- dijo con una cara de desesperación.
-No, no me iré.- dijo ella, firme.
-Ingènua, no sabes a lo que te enfrentas...- dijo, y tomó otra postura. Ahora sonreía de oreja a oreja. Eso confundió algo a Eternia- Perdona, perdona... ¡Que modales! Se bien...- De su boca empezó a salir una especie de baba verde y biscosa que no le dejó terminar bien la palabra- Bienvenida. - dijo, sonriendo, y se acercaba a Eternia amenazadoramente.

Eternia retrocedía.

Llegó un momento donde Joshua de alguna manera la arrinconó.
-Tenía ganas de verte...- su voz había cambiado notablemente.
-Lo sé.

Mr.Erebus extendió su torpe brazo derecho y tomó un mechon de Eternia, y lo empezó a acariciarlo con ansia y a reír histericamente. La chica ni se inmutaba, solo se quedaba quieta.

De repente, Eternia cogió las tijeras de su bolsillo, e hizo un corte en el aire, por encima del brazo derecho de Mr.Erebus. El brazo, calló a plomo. Joshua gritó de dolor.

-¿¡¿Qué estas haciendo, mocosa?!?- dijo, sosteniendo su brazo derecho con el izquierdo- Pero como has podido...
-Deja a Joshua en paz.- dijo ella, con furia.
-No se de que me hablas...- dijo el, bajando su cabeza para que no se le viera la risa.- YO soy Mr.Erebus, tu amigo fiel...
-No, tu no eres el. No me puedes engañar.
-Entonces, si no soy tu querido amigo Joshua, dime... ¿Quien soy yo?

Eternia lo miraba en silencio. Agarraba las tijeras en su puño con rabia.
-Sal a la luz, cobarde...- dijo, entre dientes.

Mr.Erebus levantó la cabeza.
-Muy bien.- dijo, y al decirlo, Mr.Erebus calló desplomado en el suelo.

De él techo salió una figura encapuchada. Llevaba una especie de bastón en su mano, con una especie de cruz.

-Deja de hacerle hacer cosas que no quiere.- gritó ella.
-Es su deber. Me tiene que obedecer, como el amo que soy para el.
-Pero... ¿No te das cuenta que no va a estar a tu merced toda tu vida?
-Oh, si que puede, siempre ha sido así, y no ha habido problema. El solo obedece, quiera o no.- dijo, y moviendo el bastón, hizo que Mr.Erebus se moviera. Se notaba que estaba algo débil. Por encima de sus extremidades y cabeza, se reflejaban unos hilos. Era literalmente una marioneta.

La tienda de las muñecas rotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora