seis.

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— Austin... —era lo único que Alan atinó a decir. No podía creer lo que veía, simplemente tenía que ser un sueño. Algo irreal.

— Hola, pequeño —dijo él con una sonrisa. Mierda, hasta su voz había cambiado drásticamente. Las piernas del pelirrojo temblaron por un momento.

— Yo... —pero no pudo decir nada más. Austin ya lo tenía rodeándolo con sus largos, grandes y brazos, dándole el abrazo que Alan había extrañado estos cinco años-, te he extrañado muchísimo.

— Yo a ti, pelirrojo —murmuró el mayor contra la cabeza de Alan antes de dejar un beso en él y soltarlo poco a poco.

Ambos decidieron salir de la fiesta para hablar a solas. Ashby no tenía ni idea de qué hora era pero no importaba en ese momento. Nada importaba en ese momento, ni siquiera sus amigos que lo habían visto con sorpresa al verlo alejarse con un tipo tan alto y mayor que él. Solo importaba Austin. Su Austin.

— ¿Qué haces aquí? —preguntó bruscamente el menor. Llevaba esa duda desde que lo vió.

— Terminé de estudiar hace un tiempo y me aburría estar allá... entonces viajé y aquí estoy.

— ¿Desde cuándo?

— Ayer. Tenía planeado buscarte pero nunca creí que te encontraría en una fiesta y algo ebrio —dijo con una pequeña risa, manteniendo esa mirada de ternura hacia el colorado. Alan arrugó la nariz.

— Oye, no estoy ebrio —se excusó, cruzando sus brazos en su pecho mientras una mueca se formaba en su rostro. Y esa mueca se transformó en una de sorpresa cuando Austin se acercó demasiado a él, específicamente a su cuello—. ¿Qué ha...?

— Hueles a alcohol, baboso —comentó él, alejándose del cuello de Alan.

— Idiota.

Ambos se quedaron viéndose luego de eso. Inspeccionándose uno a otro, queriendo ver e identificar cuánto habían cambiado. Alan terminó sintiéndose intimidado y se volteó. Era cierto que Austin había crecido demasiado, probablemente le pasaba por una cabeza, y eso ya era mucho. Pero su sonrisa seguía intacta y su rostro era el mismo, solo que más adulto.

— Eres hermoso —soltó el pelirrojo sin poder evitarlo y tan pronto como habló, sus mejillas se colorearon aún más.

Austin se limitó a agrandar la sonrisa y a tomarlo de la mano, llevándolo hacia su propio auto. Una vez que ambos estaban dentro, el castaño encendió el motor y comenzó a conducir. Alan permaneció callado, viendo por el vidrio cada paisaje que aparecía ante sus ojos pero su estómago estaba dando vueltas y sabía cuál era la razón. Claro que no era el alcohol, era Austin. Su presencia lo ponía nervioso y agitado.

Cuando el auto se detuvo, Alan volteó a verlo con una ceja enarcada.

— ¿En dónde estamos?

— Mi apartamento. Dudo mucho que tu madre quiera verte llegar tarde y ebrio a tu casa —dijo el mayor antes de bajar.

Alan iba a bajar pero su amigo fue más rápido y le abrió antes de que él lo hiciera, quitándole una sonrisa embobada. Los efectos del alcohol iban surgiendo a medida que pasaba el tiempo. Ahora mismo sentía que su mejor amigo estaba más precioso que nunca y tenía unas enormes ganas de besarlo. Como cuando apenas lo vió y reconoció.

Dios, con él había sido su primer beso. Y segundo y tercero.

Apenas entró Austin con Alan delante suyo, cerró la puerta y ambos se sentaron en el sofá del living, sin saber qué decir o hacer.

— Yo dormiré aquí, tú duerme en mi habitación —habló el mayor luego de un rato, sonriéndole al pelirrojo y antes de que éste negara, lo tomó en sus brazos y lo llevó hacia la habitación.

La habitación de Austin consistía en una cama más o menos grande y alrededor de ella habían varias cajas. Alan supuso que eran de la mudanza.

— Aus, no te vayas —pidió el colorado apenas su mejor amigo lo dejó sentado en la cama. Éste se quedó viéndolo por un largo rato hasta que descendió la mirada hacia los labios del menor y Alan se estremeció. Deseaba besarlo. Deseaban besarse.

Y cuando se quisieron dar cuenta, sus labios estaban unidos en una danza que parecía no tener fin. Los dos chicos estaban con los ojos cerrados, disfrutando cada segundo que pasaba.

Los brazos del pelirrojo quedaron rodeados en el cuello del mayor y el mayor tenía sus manos en los costados de Alan, acariciándolo lentamente y causando ciertas sensaciones en el menor. Momentos después, la lengua de Austin pidió permiso de entrar a la boca de Alan y él accedió, entreabriendo sus labios y ladeando un poco su cabeza para mayor facilidad. Las lenguas de ambos se encontraron y batallaron por unos segundos hasta que tuvieron que separarse debido a la falta de oxígeno en sus pulmones.

Cuando abrieron sus ojos y se miraron fijamente, Alan no pudo evitar que sus mejillas subieran de tono mientras que Austin no pudo evitar soltar una pequeña risa para luego dejar un beso en la mejilla del menor.

— A dormir, pequeño —dijo el castaño, haciendo que su amigo se recostara para así poder cubrirlo con las mantas. El pelirrojo tomó la mano de Austin y tiró de él, haciendo que se recostara encima suyo. El mayor supo sus intenciones y negó divertido—. De verdad que estás ebrio.

— Mentira —se quejó y rodeó el cuello de su amigo una vez más. Austin soltó un suspiro y se liberó del agarre, acomodándose al lado de su amigo.

Pasó uno de sus brazos por debajo del cuello del pelirrojo y con el otro rodeó su cuerpo, abrazándolo y apoyando su cabeza contra la de él. Alan se acomodó entre sus brazos y cerró los ojos, sintiéndose realmente bien después de mucho tiempo.

Cuando Austin bajó la mirada hacia el rostro del menor, notó que de a poco la respiración de Alan se tranquilizaba hasta el punto de volverse profunda. Y se quedó dormido, abrazado a él. El mayor se quedó observándolo y notó que parecía un ángel.

Su ángel.

our beautiful tragedy [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora