Nadie se explicaba el cambio de humor del pelirrojo, y la única que dudaba sobre ello era su madre.
Su madre tenía la leve idea de por qué su hijo andaba tan alegre y amoroso con todos, lo cuál era rarísimo puesto a que era un emo bipolar de primera.
— ¡Mamá, he vuelto! —gritó Alan al llegar—. ¿En dónde estás?
Elizabeth había achicado los horarios de su trabajo, ahora siendo menos pesados y más llevaderos para pasar el rato en casa. Para sus 36 años, no estaba nada mal.
— Aquí, en la cocina —respondió, cerrando el horno para que se cocine el budín.
— Oh. Hola, mami —la saludó con un sonoro beso en la mejilla mientras sonreía. Raro.
La mujer soltó su cabello pelirrojo y lo acomodó para luego apoyarse en la mesada y mirar fijamente a su hijo, con los ojos entrecerrados.
— Ya, cuéntame qué ha pasado o por qué andas tan... tan gay —habló, riendo levemente ante la mueca de su hijo—. Es que, Alan, tú eras mi hijito gay reprimido emo bipol...
— No sigas, he entendido el punto —interrumpió antes de reír—. Estoy bien, alegre, ¿cuál es el problema?
— Bien, ¿no quieres decirle a tu madre? Pues yo sé qué ocurre —sonrió ampliamente—. ¡Austin y tú lo han hecho!
— ¿Hacer...?
— Ay, no te hagas. Han follado, duh —dijo obvia, y su hijo se sonrojó—. ¡¿Cómo no me he dado cuenta antes?! Obviamente mantenía mis dudas pero, oye, también intenta caminar normal. Pareces un jodido pingüino, bebé.
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— ¡No puedo creerlo! —exclamó Austin a través del teléfono, riendo a carcajadas. Alan le había contado su conversación con su mamá—. Igual tiene razón, Alan. Pareces un pingüino.
— Oh, mira, a ti no te han dado por el culo —se quejó, cubriendo su rostro con su mano desocupada. No entendía por qué su vida era tan rara.
— Por suerte —sonrió a pesar de que su novio no lo vería—. En fin, mi amor, ¿hoy vendrás o tienes tarea?
— Debo estudiar, Aus —se disculpó y volvió a hablar—: me queda la última semana de exámenes y termino las clases de una puta vez.
— Bien... entonces, estudia. Te amo.
— Yo a ti. Hasta pronto —y cortó.
Austin se recostó en su cama y suspiró. Debía conseguir un trabajo ya que sus ahorros se estaban acabando y le había dicho a su padre que quería mantenerse por sí mismo.
Como su madre hubiera querido, quizá.
Se fijó la hora y relamió sus labios. Saldría a entregar su currículum a varios lugares, a lo mejor tendría suerte y lo tomarían en algún lugar.
El tiempo pasaba mientras que Austin recorría el centro comercial, localizando y viendo en dónde querría llevar uno de sus papeles en mano hasta que se detuvo frente a una tienda de música. Perfecto.
Entró al lugar, admirando los cientos de cds que habían, instrumentos y muchas cosas más. Pero algo, bueno, alguien captó su atención por completo.
Un tipo moreno de ojos claros y un lindo aro adornando su labio inferior estaba detrás del mostrador.
— ¿Shayley? —preguntó el mayor, acercándose a paso lento.
El nombrado volteó, y al ver a quién tenía frente a él, sus ojos se abrieron con sorpresa al igual que su boca.
— ¡Austin! —exclamó, saliendo del mostrador para acercarse al hombre alto y abrazarlo con todas sus fuerzas.
— Dios, ¿qué había sido de ti? Hace tiempo que no te veía por ninguna parte y...
— Oye, dímelo tú. Un día terminamos el colegio y al otro desapareces —se quejó, alejándose de su amigo—. Además, ¿si sabes que me has abandonado? Eres el peor novio.
Algo en su interior se revolvió.
— Siempre te dije lo mucho que odiaba aquél lugar, Shayley —se defendió, ignorando el revoltijo en su estómago—. Pero, mira, ¡el destino nos juntó! Y sigues igualito.
— No ha pasado mucho tiempo, así que no podría haber cambiado tanto. En fin, ¿a qué venías?
— Cierto —recordó y soltó una risa—. Busco trabajo y eso. ¿Habrá alguna posibilidad de que me tomen aquí? Ya sabes, así somos compañeros otra vez.
— Compañeros... —repitió el menor y chasqueó la lengua—, pero creo que sí. Deberías hablar con mi jefe, aunque estoy seguro de que te tomará. Ven, te llevo con él.
Austin siguió al hombre de ojos claros hacia un tipo mayor que ambos, pero no tanto. Se veía agradable y totalmente genial con todos esos tatuajes en sus brazos, vistiendo una camiseta de Slipknot.
Era, básicamente, el mejor jefe del mundo.
Luego de una agradable charla con aquél hombre llamado Michael, obtuvo el empleo y comenzaría mañana.
— Te debo una —dijo el castaño antes de beber de su café.
— Una de tantas —asintió con una sonrisa.
Se encontraban en una de las cafeterías del centro comercial ya que había terminado el turno de Shayley y éste le había invitado a tomar un café.
— Cuéntame que te ha pasado en este tiempo —preguntó el de ojos claros.
— Pues... —pensó; no sabía qué decir y se sentía algo confundido y nervioso—, nada. ¿Y a ti?
— ¿Nada? —cuestionó extrañado, pero decidió dejarlo pasar—. Yo me he mudado hace un tiempo y comencé a trabajar. Solo eso.
Cuando acabaron sus pedidos, pagaron y salieron de aquél lugar. Caminaron y caminaron, sin tener la menor idea de a dónde irían ya que solo hablaban de cosas sin sentido para pasar el rato.
No se explicaba por qué estaba tan nervioso, confundido y... ¿nostálgico?
El hecho de encontrarse con Shayley, le traía muchos recuerdos. Los pocos momentos felices que tuvo en su antigua ciudad fueron gracias a él.
— Ausssstin —canturreó el menor y el nombrado salió de su transe—. Andas perdido, ¿qué pasa?
— No lo sé. Me siento raro, ¿sabes? El hecho de estar los dos, ahora, aquí... se siente raro porque me recuerda a los viejos tiempos.
Shayley no necesitó saber más. Lo único que hizo fue acortar la distancia entre ambos y presionar sus labios con los del mayor.
Él no respondió, pero tampoco lo alejó.
Se sentía raro, muy raro.
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our beautiful tragedy [cashby]
Fiksi Penggemar❝¿estarás allí por mi tumba o serás la muerte de mi hermosa tragedia?❞ ⠀ ⠀ ⠀ 2016; -fronzilla.