epílogo.

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— ¿Nervioso?

Alan miró a Shawn con cara de "¿me estás jodiendo?" y luego soltó un gemido de frustración, viéndose en el espejo por 1838273 vez.

— ¡Tengo muchos nervios! —exclamó de repente, mordiendo su labio inferior con impaciencia.

— Oye, tranquilo —rió el pelinegro—. Todo estará bien, lo sabes.

— ¿Y si dice que no? —comenzó con las preguntas y suposiciones estúpidas—. ¿Y si se arrepiente y no quiere casarse conmigo? Ay, tengo miedo.

— Llamaré a Alex —Shawn negó con la cabeza y salió del cuarto.

Alan miró nuevamente su reflejo, con ganas de llorar de la alegría y de los nervios. Su cabello pelirrojo estaba algo largo, un aro relucía en el lado izquierdo de su nariz y del mismo lado en su cuello estaba un tatuaje como en varias partes de su cuerpo que ahora no era visible ya que vestía un traje negro que había ido a comprar con Austin semanas atrás, cuando estaban preparando todo para el gran día.

Y el gran día es hoy.

Seguía sin poder creer todo el tiempo que había pasado desde entonces. Ahora, a sus 20 años, se casaría con el hombre de su vida.

— Que alguien me golpee y me diga que ésto no es un sueño —dijo, aún con la vista en el espejo, hasta que sintió un golpe en su hombro.

— Ésto no es un sueño —rió Alex, quien lo había golpeado.

— No era literal —se quejó con un puchero en sus labios—. Estoy muy nervioso y quiero llorar.

— ¡Arruinarás el maquillaje! —exclamó el castaño—. Ah, cierto...

— Llama a mi mamá, por favor.

Alex salió y Alan se quedó solo nuevamente. «Creí que nunca me casaría», pensó en su mente, «y ahora estoy aquí... a nada de casarme con mi mejor amigo, mi novio, mi prometido: Austin Carlile». Y las lágrimas se acumularon en sus ojos. No podía creerlo.

— ¿Hijo?

— Mami —sonrió y corrió hacia su madre, abrazándola—, ¿y si Austin se escapa? ¿Y si me deja en el altar solo? Tengo miedo.

— No seas tonto, Alan —Elizabeth soltó una carcajada y acarició la mejilla de su hijo—. Él estará allí, siempre. Además, creo que es él quien está pensando en eso ahora mismo porque eres tú el bipolar.

— Gracias por el apoyo —ironizó pero luego sonrió y volvió a abrazarla—. Te amo mucho, ma.

— Y yo a ti, hijo.

Segundos después Alan tendió su brazo a su mamá para que ella lo tomara. Tenía que ir al altar y ahora temía por caerse y hacer el ridículo delante de los presentes.

— Tranquilo —murmuró su mamá.

Salieron del lugar y fueron hacia afuera, donde estaban todos los invitados sentados en sus respectivos lugares, dejando un espacio en el medio donde él tendría que pasar junto a su mamá para llegar al altar.

Todo estaba decorado de la forma que Austin y Alan habían elegido. Estaban en la playa, frente al mar, dando una vista hermosa ya que el sol estaba a nada de ocultarse, dejando las nubes de colores rosas, violetas y naranjos.

Y ahí, en el altar, estaba su hombre. Austin estaba vestido con un traje igual que el suyo, solo que más grande, y le quedaba perfectamente hermoso. Su cabello había sido rapado en los costados y en la parte posterior de su cabeza, dejándolo un poco largo en el centro. Su rostro seguía igual de precioso que antes. Y de su cuerpo... ni hablar.

La típica música comenzó a sonar y Alan quiso salir corriendo, pero no pudo. Caminó hacia el altar junto a su madre, sonriendo a una que otra persona, pero con la mirada fija en su prometido. Estaba nervioso, muy nervioso.

Los padrinos de la boda (Shawn, Vic y Jack) estaban en el lado de Austin y las madrinas (Naima, novia de Shawn, Kellin y Alex) del lado en donde estaría Alan. «Porque tú eres el pasivo» había dicho Kellin cuando Alan se quejó, pero ahora él estaba en su lado.

Al llegar al altar, su mamá le dio un beso en la mejilla y fue hacia su lugar mientras que Alan se acercó a Austin, quien le tendió la mano y le sonrió, tranquilizándolo.

El juez que los casaría comenzó a hablar, diciendo lo típico que dicen todos pero Alan no podía evitar ver a Austin cada dos segundos hasta que el momento de los votos matrimoniales llegó.

— Yo... no sé cómo comenzar ésto —admitió Austin con una sonrisa—. Incluso los había escrito y memorizado pero ahora he olvidado todo con solo verte, bebé —y ahí todos soltaron sonidos de ternura. Alan sonrió ampliamente—. Alan, tú eres lo mejor que me ha pasado en la vida. No tienes idea de lo feliz que me siento por saber que estaré junto a ti todos los días; despertar viendo tu adorable rostro es un regalo de Dios, lo juro. Por eso... quiero prometer cosas en las que me esforzaré por cumplir, solo por ti —ahora tomó ambas manos del pelirrojo y mantuvo su mirada en aquellos ojos que tanto le encantaba—. Prometo hacerte sonreír cada día, sin importar si debo ponerme en vergüenza o algo así: yo quiero verte sonreír. Prometo cocinarte las pizzas que desees con tal de que no quemes la cocina y seas feliz. Prometo pasar horas y horas viendo Harry Potter, si es que en esas horas puedo estar a tu lado dándote besitos y mimos. Y si es que llegamos tan alto, te juro que nunca moriremos.

Entonces llegó Frank con los anillos y Austin tomó el de Alan y se lo colocó en el dedo anular izquierdo. Alan quería llorar de la emoción, de la alegría, de todo. Pero no podía ya que ahora sería su turno de hablar.

— Por tu culpa he olvidado todo —se quejó con un puchero y sonrió al rato—. Creo que soy el peor cuando se trata de hablar así que perdón si no sale como lo había planeado pero es que tu presencia me pone así de idiota enamorado —más «awww» se oyeron—. Te amo muchísimo, Austin. No te imaginas lo mucho que lo hago y quizá nunca puedas, pero no importa. Quiero agradecerte por cada momento que has estado a mi lado, ayudándome y haciéndome feliz. Agradecerte por todo —los ojos de Alan estaban brillosos por las lágrimas—. Y quiero prometerte que siempre estaré junto a ti, en las buenas y en la malas, y que nunca me acercaré a la cocina porque ambos sabemos que quemo todo. Prometo ayudarte en lo que me sea posible, y en lo imposible igual, porque por ti haría cualquier cosa, Aus. Y, por sobre todo, prometo nunca dejar de amarte porque eso, a estas alturas, es imposible.

Alan tomó el anillo de Austin y se lo colocó, temblando, en el dedo anular de la mano izquierda. Lo último que escuchó fue «pueden besarse» antes de que el lugar explotara en vitoreos y de que su, ahora esposo, atrapara sus labios en un beso suave y lento.

Un beso que cerraría el pacto de amor entre ambos.

la verdad es que ésto no lo tenía planeado, ni siquiera sabía cómo acabarlo o si lo acabaría pero una cosa llevó a la otra y decidí que no podría agregarle más cosas, que sería mejor subir el epílogo y que todos sean felices.

quiero agradecer a las personas que leyeron y siguieron este intento de fic, porque yo ni siquiera sabía que lo iban a leer. yo lo inicié con el propósito de descargarme, de meterme en mi imaginación y dejar que fluya. y es que siempre escribí cosas y nunca las subí a algún lado, por vergüenza o qué se yo.

y nada, eso. gracias por todo y por los comentarios, que siempre los leí y me cagué de risa por las cosas que ponían.

finalizado el 25 de enero de 2017;
xofrnz.

our beautiful tragedy [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora