diecinueve.

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¿Qué harías si ves al novio de tu mejor amigo besándose con otra persona? Dime, ¿qué harías?

Shawn se encontraba en una situación para nada agradable.

El hecho de ver a Austin besándose con alguien a quien nunca vio en su puta vida, era jodido.

He aquí el dilema: no meterse ni contarle a Alan lo que presenció... o contarle, teniendo en cuenta que ésto quizá le haría mucho daño, aunque probablemente crea que miente.

— Hijo de puta —escupió cuando el acompañante de Austin se fue.

Éste volteó a verlo y abrió los ojos con sorpresa.

— Shawn, lo que ha pasado... no es lo que crees —intentó explicar pero el pelinegro negó con la cabeza.

— Mira, tú a mi no debes explicarme nada pero a Alan sí. Tienes que decirle, ¿me oíste? Y agradece que no haya corrido a contarle ésto aunque, sinceramente, no lo hago por ti. Lo hago por él. Así que mejor dile cuanto antes, porque mientras más callado te quedes, más doloroso le será cuando se entere —al terminar, sin dejarle responder, se dio la vuelta y se alejó de ahí.

Austin se quedó viendo hacia la dirección que tomó Shawn y soltó un suspiro. La había cagado.

— ¿Aus? —preguntó Alan al verlo en la entrada—. ¿Qué haces aquí? Es algo tarde.

— Yo... quise venir a verte, bebé —dijo con una sonrisa, aunque de sonrisa no tenía nada. Era una mueca—. Te extrañé.

No sabía por qué estaba allí. Se suponía que era para ir a explicarle lo ocurrido y disculparse pero... no podía.

Ver la sonrisa de Alan junto el brillo en sus bellos ojos era encantador. Y él no quería opacarlos, tampoco hacerlos brillar por las lágrimas.

Quería no tener que pasar por ese horrible momento. Evitar lo inevitable.

— Austin —lo llamó al ver que no reaccionaba—, ¿qué ocurre? ¿Por qué estás así?

— Lo siento. Estoy algo distraído, eso es todo.

Alan asintió pero algo le decía que no estaba bien. Aún así, decidió alejar ese pensamiento de su mente y lo tomó de la mano, llevándolo hacia su habitación.

Austin notó que la luz de su escritorio se encontraba lleno de papeles y libros. Estaba estudiando y lo interrumpió.

— Cierto que estabas estudiando. Siento haber molestado, bebé —se disculpó. Ahora se sentía mal por todo.

Era la culpa. La culpa le estaba jodiendo más de lo que él hubiese querido y no entendía por qué estaba así si él no había hecho nada malo.

Él no había besado a Shayley, ¿cierto? Solo... se dejó besar.

— No pasa nada —le restó importancia el pelirrojo mientras se sentaba en su cama—. Ven, siéntate.

Austin obedeció y se sentó a su lado. Miró a su alrededor y decidió apreciar cada detalle del lugar porque no sabía qué otra cosa hacer.

Notó varios pósters de sus bandas favoritas como Pink Floyd, Slipknot, y la lista seguía. Uno de sus estantes estaban repletos de libros, sí, los libros de Harry Potter y una que otra chuchería de aquella saga. Sonrió internamente.

— Oye, en serio actuas raro... —Alan lo quitó de sus pensamientos.

— ¿Por qué lo dices?

— Estás muy callado, no sonríes como siempre lo haces... ni siquiera me besas.

Algo hizo crack en su interior. Austin estaba triste, confundido, arrepentido, triste, y toda la mierda junta que no lo dejaba siquiera respirar bien.

Cerró los ojos ante un repentino mareo y se forzó a sonreír a pesar de todo.

— Lo siento —se disculpó, aunque en realidad era en donde sentido—. Me siento un poco mal, ya sabes, con todo esto de mi enfermedad.

«¿Hasta cuándo seguirás mintiendo, Austin?», le dijo una voz en su mente.

Era cierto, pero no podía siquiera verle a los ojos sin sentirse culpable.

— Oh, verdad. Lo siento, Aus —se disculpó el menor, sintiéndose un poco mal—. Lo había olvidado, lo siento.

«Eres una mierda» volvió a decirle su conciencia. Y sí, era cierto.

Se limitó a acercar al pelirrojo para abrazarlo con fuerza, dejando un beso en su cabeza cuando Alan alzó la mirada para verlo.

Austin le mantuvo la mirada por unos segundos pero luego decidió cerrarlos al sentir los labios suaves del pelirrojo en los suyos. Lo estaba besando y, cielos, se sentía tan bien.

Pero algo le decía que sería el último beso que se darían.

Recostó su espalda en el colchón cuando Alan hizo que el beso se volviera más intenso, con sus lenguas haciéndose presentes para batallar entre ellas.

Todo iba bien, todo era perfecto.

La ropa comenzó a estar de más, por lo cual se ocupó en quitarle la camiseta al pelirrojo antes de bajar a atacar aquél cuello pálido que tanto le encantaba, haciendo que el menor soltara algunos tímidos jadeos.

Avanzó aún más hasta que ambos quedaron semidesnudos, solo con la ropa interior cubriéndoles su hombría.

Cerró los ojos al sentir las manos de Alan tomarlo por encima de la tela y mordió su labio inferior, dejando que lo estimulara.

Pero no, no podía. Todo estaba mal.

Austin recobró el sentido común y alejó a su novio. Sus respiraciones estaban agitadas y la culpa le invadía al mayor.

— Perdón —se disculpó Austin, comenzando a buscar su ropa para colocársela mientras Alan lo miraba desconcertado—. Lo siento, en serio... pero no podemos. No puedo.

— ¿Qué ocurre?

— Mira, bebé, debo irme. Mañana hablamos, ¿sí? —se acercó a dejarle un beso en la frente y evitó su mirada—. Te... quiero mucho. Hasta mañana.

Salió de aquella habitación manteniendo los dientes presionados. No quería pensar, no quería nada.

— ¿Austin? —preguntó la voz de una mujer y él la vio. La mamá de Alan.

— Hola, vine a saludar a Alan pero ya me iba. Hasta mañana —acortó y salió de la casa antes de que dijera algo.

Estaba mal. Todo estaba mal.

our beautiful tragedy [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora