ocho.

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Cuando Alan llegó a su casa, pudo ver a su madre sentada en el sofá del living, esperando a que él se acercara. Caminó a paso lento hacia donde ella estaba y se sentó en el sofá que estaba frente a su mamá.

— ¿Dónde estabas? —preguntó ella de un modo demasiado tranquilo. Tanto que eso le aterró aún más porque sabía qué vendría.

— En la casa de Sha...

— Yo llamé a la casa de Shawn y no estabas ahí, Alan —para entonces, ella ya había subido el tono de voz—. ¿Dónde estabas y con quién estabas? ¿De quién es esa ropa? Dios, te queda gigante.

— Mira, mamá, he ido a una fiesta anoche y...

— ¿Y? —ahora su madre no se veía enojada, de hecho, ella nunca lo había estado porque solo quería sacarle información a su hijo.

— Y... he visto a Austin, ma. Estaba allí, en la fiesta —dijo sin más y un escalofrío recorrió su espalda. Seguía sin creer nada de lo que había sucedido—. Pero yo estaba algo, tú sabes, pasadito de copas entonces él se ofreció a llevarme a su casa para que tú no me castigaras.

— Hijo —ella se levantó del sofá y se dirigió hacia su hijo, sentándose a su lado. Una de sus manos paró en la mejilla del pelirrojo antes de soltar un suspiro—, ¿han follado? ¿usaron protección? Si te duele el trasero yo puedo comprarte alguna pomada y...

Su madre no pudo aguantar más y se echó a reír. La cara de Alan era indescriptible y el tono de su piel iba aumentando cada vez más hasta quedar como un tomate, algo que hizo que su mamá riera aún más.

— ¡Mamá! —reaccionó él luego de un momento. Seguía como un tomate—. No hemos follado y, cielos, ¿tan poca fé me tienes que ya piensas que soy pasivo?

— Hijito, eso se te nota a kilómetros —y con ello, la madre de Alan se puso de pie para dirigirse a su habitación pero poco antes se detuvo y le dedicó una mirada divertida a su hijo—. Estás castigado. He tomado unos días de descanso así que estaré aquí y tú estarás conmigo. Yo iré a dejarte y pasaré a buscarte al colegio. ¿Entendido?

A Alan no le quedó otra que bufar y asentir. Su mamá sonrió.

El pelirrojo comenzó a ver una película minutos después. Estaba recostado en el sofá con la mirada puesta en la televisión pero tan pronto como se había acomodado, el timbre sonó. Alan se puso de pie y se acercó para abrir la puerta y tan pronto como lo hizo quiso arrepentirse y cerrar, pero no podía.

— Lo siento por haber venido tan pronto pero... has olvidado tu ropa —y levantó una de sus manos, demostrando que traía una bolsa con su ropa dentro. Alan sonrió y se hizo a un lado para dejar que entrara su mejor amigo.

— Gracias por traerla, Aus. Ahora, umh, debo preguntarle algo a mamá —dijo mientras su mano pasaba por su cuello, rascándose por puros nervios que sentía al verlo—. No te sorprendas si aparece conmigo para verte.

Austin sonrió ampliamente y asintió, entonces Alan sonrió también antes de dirigirse a la habitación de su mamá. Golpeó la puerta unas veces y un "pasa" hizo que la abriera antes de entrar.

— Oye, ma. ¿El castigo se aplica en las visitas?

— ¿Por qué lo preguntas?

— Aus...

No dejó que su hijo terminara ya que tan pronto como dijo la primer sílaba, ella ya se había puesto de pie y había comenzado a empujar a su hijo hasta que los dos llegaron hacia la sala en donde estaba el casi-nombrado.

— Madre santa. Austin, ¡mira cómo has crecido! —exclamó apenas vio al chico. Él sólo atinó a mostrar una sonrisa que dejaba ver sus dientes relucientes y la mujer sonrió de igual forma antes de volver su mirada a su hijo—. Es más que obvio que tú nunca podrías ser el activo. ¡Míralo! Fácilmente podría hacert...

— ¡No sigas! Mamá, solo... solo ve a tu habitación que allí estabas bien. Yo estaré aquí con Austin —habló Alan totalmente avergonzado, empujando a su madre fuera de la sala, quien reía a más no poder—, adiós, hasta nunca.

Una vez que ambos quedaron solos, Austin se permitió reír como hace mucho tiempo no hacía. Ver esa escena lo había hecho morir de risa mientras que Alan negaba con la cabeza ante la risa de su amigo, muriendo aún más por lo que su madre le había hecho pasar.

— Olvida eso. Joder, esa vieja está loca —pidió mientras que ambos se sentaban en el sofá. Austin seguía riendo—, ¡detente, Austin!

— No sabía que hablabas de eso con tu madre —dijo entre risas. Alan le enseñó su dedo del medio antes de reír de igual forma. La risa de Austin era contagiosa.

— No es eso. Está alucinando porque llegué aquí un día después con tu ropa puesta y oh, dios, ya para. Estoy muriendo de vergüenza —admitió, aunque sus mejillas ya lo decían por sí solo.

— Pero si te ves tierno con tus mejillas coloradas —habló Austin, deteniendo su risa para pasar su mano por una de las mejillas del menor. Éste se estremeció y mordió su labio inferior—. Ves.

— Tonto —murmuró el pelirrojo, desviando la mirada. El mayor sonrió aún más y se acercó, dejando un suave beso en los labios de Alan.

— Así me quiereees —canturreó Austin y Alan notó lo cariñoso que era su amigo a veces. O siempre.

— No, ¿qué te crees?

— Tu mejor amigo.

— ¿Y eso qué?

— ¿Cómo que "y eso qué"? —ironizó Austin, levantando una de sus cejas antes de acorralar al menor en el sofá, quedando bajo su cuerpo—. Tú me quieres, me amas y hasta podría decir que me deseas.

— Pruébalo —retó Alan, riendo a pesar de que tenía a su mejor amigo, prácticamente a un gigante encima suyo.

Austin aceptó gustoso y decidió bajar su rostro hasta la altura del cuello del pelirrojo, apreciando la piel blanca que tenía éste.

Cuando estaba por posar sus labios en él, la voz de la madre de Alan se hizo presente, haciéndolos sobresaltar.

"¡Usen protección!"

our beautiful tragedy [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora