nueve.

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— ¡Señor Ashby! —exclamó una voz. Alan se sobresaltó en su asiento y abrió los ojos, topándose con el dueño de aquél grito—, ¿Podría hacerme el favor de dormir en su casa y no en el colegio? Gracias.

— Oh, lo siento. El hombre que durmió en mi cama anoche era muy ruidoso —dijo tranquilamente el pelirrojo mientras se estiraba. La mayoría del curso rió por la cara del profesor.

— Nadie quiere saber acerca de su relaciones íntimas, alumno.

El timbre de salida sonó y Shawn tomó su cosas con brusquedad, saliendo rápidamente por la puerta. Alan alzó una ceja ante eso y volteó a ver a Kellin.

— ¿Y a ese qué le picó? —le preguntó a su amigo. Éste negó con la cabeza, suspirando.

— Él ha estado así desde la fiesta. Raro... —dijo simplemente. Frunció el ceño y tomó sus cosas, guardándolas en su mochila antes de encaminarse hacia la puerta.

Caminó por los pasillos, teniendo como destino la puerta de salida hasta que encontró a Shawn, guardando unas cosas en su casillero. Alan se detuvo al verlo y se acercó a él, tocando su hombro para llamar su atención.

El pelinegro volteó ante ello y chasqueó la lengua al notar que se trataba del pelirrojo. Éste se limitó a rodar los ojos antes de hablar.

— ¿Me harías el grandísimo favor de decirme qué mierda te pasa? —preguntó Alan de forma brusca por la actitud que estaba teniendo su amigo. Éste alzó una ceja y soltó una risa seca.

— Nada. ¿Qué tendría que pasarme? —respondió sarcástico, jugando inconscientemente con el piercing que tenía en un costado de su labio inferior.

— No me has dirigido la palabra en todo el día y ahora me tratas así. ¿Qué mierda te pasa, Mil...? —el chico iba a seguir hablando pero se distrajo al ver a alguien entrar por la gran puerta.

Todos comenzaron a murmurar cosas al ver a Austin. Y claro, ¿quién no lo haría si un hombre de casi dos metros y casi todo tatuado entra de la nada?

— Eso pasa —dijo Shawn en voz baja a su lado antes de cerrar fuertemente la puerta de su casillero e irse.

El pelirrojo quiso pensar en lo que le había dicho su amigo pero Austin se acercó a él y se inclinó a besar sus labios. Más murmullos se oyeron y Alan no pudo evitar sonrojarse.

— Como no estabas afuera, he venido a buscarte adentro —se excusó, pasando una de sus manos por la mejilla del pelirrojo mientras sonreía—. Además, al verte con aquél chico me apresuré y, pues, eso explica el beso.

— ¿Celoso? —preguntó el ojiverde con una gran sonrisa mientras el mayor arrugaba la nariz—. De todas formas no tienes que estarlo, es uno de mis mejores amig...

— Ah —le cortó antes de que continuara hablando—. ¿Entonces yo que soy?

— Mi idiota, celoso y enorme mejor amigo de toda la vida, ¿por? —Alan sonrió ampliamente hacia Austin y éste negó levemente antes de tomarlo de la mano.

— ¿Por qué tenías cara de querer asesinar a alguien cuando hablabas con tu amiguito? —cuestionó cuando ambos entraron al auto y encendió el motor. El pelirrojo soltó un suspiro y se encogió de hombros, pensando en lo que había pasado.

Eso pasa. ¿Qué cosa? ¿Austin? ¿Acaso Shawn estaba celoso por...? Oh.

Mierda.

— Alan —habló el castaño por milésima vez hasta que el nombrado reaccionó—, ¿qué ocurre?

— Nada. Peleamos y eso —respondió simplemente, resoplando. Volteó a ver a su mejor amigo, notando que éste estaba concentrado en ver el camino pero a su vez escuchaba atento lo que decía. Sonrió ante eso—. Has cambiado tanto pero a la vez tan poco, Aus.

Austin soltó una risa al escuchar al pelirrojo y continuó manejando hasta que llegaron a la casa del menor. Él le había prometido a Elizabeth, la madre de Alan, que se encargaría de pasarlo a buscar con la condición de que podrían salir a pasear de vez en cuando.

— ¿Por qué lo dices? —preguntó una vez que ambos salieron del auto. Caminaban a paso lento por el patio delantero.

— Tienes tantos tatuajes y ese piercing en la nariz, cielos, te queda genial. —hablaba el pelirrojo al mismo tiempo que iban entrando a la casa, notando que estaba vacía.

— ¿Qué te parece si para tu cumpleaños te acompaño a hacerte uno en la nariz también?

Alan sonrió ampliamente y asintió.

— Apresúrate —pidió el pelirrojo, mordiendo su labio inferior.

— Ya va —gruñó en forma de respuesta. Los dedos de Austin se movían rápidamente, presionando los botones del control.

Ambos estaban jugando al Resident Evil 4 y Alan no paraba de quejarse por la lentitud de su amigo al no poder seguirle el paso para matar a los infectados. Estaban por perder.

— ¡Mira lo que has hecho! Hemos muerto —se quejó nuevamente, dejando caer el control en sus piernas antes de golpear el hombro del mayor.

— Te comportas como un niño pequeño. —soltó una carcajada y desordenó el naranjo cabello de su amigo antes de seguir hablando—. Te he dicho que yo no juego a esto así que no es mi culpa. Es la tuya por obligarme.

— Es la tuya por obligarme —repitió como niño pequeño, haciendo más aguda e infantil su voz. Austin rió—. Eres un aburrido, ¿ahora qué haremos?

— Pues, no lo sé —murmuró pensativo, manteniendo su mirada en las pecas que reposaban sobre las mejillas del pelirrojo—. ¿Qué te parece ir de picnic?

— ¿Ahora?

— Sí, ¿por qué? ¿Acaso tiene deberes qué hacer, niño? —preguntó divertido. Alan rodó los ojos.

— Bien, vamos. Le dejaré un mensaje a mamá y tomaré algo de dinero —avisó, haciendo el intento de ir a su habitación ya que Austin lo detuvo.

— No te preocupes por el dinero, yo pagaré —Alan hizo una mueca pero se rindió al saber que su amigo no cedería.

our beautiful tragedy [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora