doce.

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Alan llegó exhausto al hospital y apenas localizó a su mamá, se disculpó y preguntó qué había ocurrido en su ausencia.

— Lo operarán en unas horas —fue lo primero que le dijo su madre—, pero si quieres puedes pasar a verlo. Está despierto...

Asintió al oír aquello y caminó algo nervioso por los pasillos hasta llegar a la habitación en dónde estaba su mejor amigo. Una vez que llegó al lugar, vio al señor Carlile salir por la puerta y éste le dedicó una media sonrisa antes de ir hacia la sala de espera.

Alan soltó un suspiro y repitió varias veces en su mente «debo ser fuerte por Aus», queriendo que funcionara cuando lo viera en la camilla. Sin aguantar más, abrió la puerta y entró a la habitación blanca del hospital, notando que estaba algo vacía y era aburrida pero sus ojos se centraron en su mejor amigo.

— Aus... —murmuró cuando el mayor se encontró con su mirada.

Austin, pálido y de aspecto cansado, estaba rodeado por muchas máquinas y la mayoría estaba conectada a sus brazos. En el tórax tenía los electrodos que conectaban con el monitor cardíaco y en sus fosas nasales estaban unos tubos conducían oxígeno. Su corazón se encogió por un momento, aún más cuando su mejor amigo le sonrió a pesar de todo.

— Lamento haber arruinado nuestra primer cita —dijo él y Alan negó, saliendo de su trance para acercarse más a la camilla.

— Cállate, tonto —murmuró con la voz algo temblorosa y se reprendió internamente por ello—. Cuando te recuperes de esto, podremos tener otra y...

— Si es que me recupero, Alan —le cortó—, porque mi mamá tenía la misma enfermedad que yo y ella no sobrevivió.

Alan se quedó mudo ante aquella confesión, se esperaba de todo menos eso. Y entonces tuvo sentido la conversación que habían tenido antes, cuando le preguntó sobre su familia y su él cambió de tema.

Todo tenía sentido.

— No es que quiera ser negativo pero nunca se sabe y es mejor estar prevenido —continuó luego de un rato, pero el pelirrojo seguía mudo.

— No... —se quejó, intentando reprimir las lágrimas que cada vez se acumulaban aún más en sus ojos—, no digas eso. Tú no me dejarás solo, no lo harás.

Austin se limitó a sonreír y tomó la mano de su pequeño amigo para luego tirar de ella, acercándolo a él y terminando por unir sus labios, sin importar los cables que estaban entre ellos.

Sin importar que Alan estuviera llorando.

Cuando dieron por finalizado el beso, el castaño limpió las lágrimas que caían por las mejillas de su mejor amigo y lo atrajo una vez más, abrazándolo y Alan correspondiendo con miedo de dañarlo.

— Te amo, Aus —sollozó el menor—, y no quiero perderte. No otra vez.

Austin abrió los ojos con sorpresa ante las palabras del menor, quedándose unos segundos así mientras que la persona que estaba de pie seguía llorando en silencio con la mirada agachada. Momento después, se limitó a sonreír con ternura antes de hablar:

— Te amo, pequeño —respondió con dulzura, dejando un beso en la frente del pelirrojo—. No me perderás. Todo saldrá bien, ¿sí? No dejaré que mi cuerpo me gane.

Alan sonrió ampliamente y volvió a abrazarlo, pero Austin se hizo a un lado y le dejó un espacio en la camilla, acostándolo a su lado. El pelirrojo hizo el amago de querer levantarse pero su amigo no se lo permitió y, en lugar de eso, lo abrazó aún más. Alan mordió su labio inferior pero terminó por abrazarlo de igual forma, acomodándose y apoyando su cabeza en la almohada.

Los ojos de Austin se fueron abriendo con lentitud. Sentía el cuerpo pesado junto a un leve dolor en su pecho y al ver hacia la ventana, notó que el sol estaba a punto de desaparecer. Se preguntó qué hora podría ser, pero su atención fue rápidamente desviada al pequeño pelirrojo que yacía durmiendo de forma tranquila y calmada a su lado.

— Eres tan hermoso —susurró en voz baja.

Su mano acariciaba la suave y pecosa piel de su pelirrojo a la vez que su mirada recorrían cada detalle de éste, deseando que aquellos párpados cerrados se abrieran de una vez para mostrar los hermosos ojos verdes que se ocultaban allí.

Y así estuvo Austin, ignorando el dolor de su cuerpo por estar apreciando cada detalle del rostro de Alan, murmurando halagos que, para su suerte, su amigo no oía ya que estaba dormido. Y se veía como un ángel.

El ruido de la puerta lo sobresaltó y notó que era la mamá de Alan, por lo que se avergonzó un poco pero aún así permaneció acariciando al pelirrojo.

— Yo... —un leve sonrojo apareció en sus mejillas—, lamento interrumpir pero como Alan no volvía quise ver qué ocurría porque, ya sabes, es temperamental y todo eso.

— No hay problema —respondió con una sonrisa—. Ambos nos hemos quedado dormidos y yo apenas he despertado.

— Ah, y la operación será mañaba por la mañana —avisó y el castaño asintió.

Ella permaneció allí, contemplando cómo Austin trataba de forma tan tierna y protectora a su hijo. Notaba un brillo en aquellos ojos cafés que no quiso seguir interrumpiendo. Dispuesta a volver a la sala, se dio la media vuelta y estaba a punto de salir por la puerta cuando oyó el llamado de Austin.

— Elizabeth, tengo miedo de la operación de mañana —habló, demostrando su dolor a través de la mirada pero sólo por unos segundos—, y no quiero que Alan se ilusione con que todo saldrá bien. Por supuesto, yo estoy dispuesto a luchar pero la verdadera razón por lo que intentaré hacer todo eso es su hijo. Yo lo haré porque, a pesar de que, si salgo ileso de aquella operación, me duela constantemente el cuerpo y no pueda volver a ser el mismo; lo haré por él porque lo amo. Y quiero que me prometa que si yo no gano la guerra, usted cuidará y vigilará de que Alan no haga niguna tontería. Sé que lo hará porque es su hijo pero... prométalo. Por favor.

Elizabeth se había quedado paralizada ante todo ello y un sentimiento de nostalgia y tristeza invadió su cuerpo por un momento al verlo de esa manera, abriéndose ante ella. Lágrimas cayeron por sus mejillas pero, a pesar de eso, sonrió y asintió.

— De todas formas, sé que no tendré que hacerlo porque tú estarás aquí —añadió de forma segura—. Confío en ti, Austin, y sé que eres capaz de superar éste otro obstáculo. Y estoy segura de que Alan cree lo mismo que yo.

our beautiful tragedy [cashby]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora