"El Sol en su ocaso,
la Luna en su auge,
las estrellas caminando en la inmensidad
y los cometas reventado en luz.
Todo está creado tan perfectamente;
las rosas con sus pétalos de seda,
las mariposas con su alas recorriendo el firmamento
y los peces nadando en otros mundos.
Podría decirte que para mi
eso es lo único perfecto,
pero desde que tu sonrisa cruzó mi alma
creo firmemente en que fue creada por algún ser superior.
Un simple acto de curvar los labios
y quiero retratarte,
mostrarle al mundo tu arte,
tu sutileza,
mi adoración,
tu perfección[...]"
Suspiré ruidosamente cerrando mi diario con una sonrisa boba en mi rostro. A veces la poesía me ahogaba, me hundía en arena movediza, pero cuando escribía sobre Lauren me sentía liviana, etérea, capaz de volar. Muchos decían que era una estupidez pasarme todo un día escribiendo pero es que ellos nunca entenderían lo que es plasmar tus propios sentimientos en una hoja con un simple lápiz o lapicera; un acto tan simple y poderoso.
Me encontraba en el patio de mi casa, bajo ese ancestral Roble que me protegía del calor de Miami. Estaba esperando algo impaciente la llegada de Lauren que había vuelto de un viaje a Europa; si bien yo tenía que confesarle mis sentimientos, su experiencia era más importante, por lo que postergué una vez más mi declaración. Llevé mi diario a mi habitación y volví al patio con una manta en mi mano y un jarrón de limonada; coloqué el mantel debajo del árbol y me serví un vaso de ese jugo. El cielo estaba completamente despejado y la Luna ya se dejaba ver a las cinco de la tarde; el viento jugaba con las hojas de los árboles y los lirios brillaban radiantemente ante la luz solar.
"Camila, Lauren está aquí", dijo mi madre asomándose por el ventanal que daba al jardín. Mi corazón se detuvo y me acomodé apropiadamente antes de verla. Y allí estaba: con su hermosa sonrisa y su predisposición para que la abrace; corrí hacia ella con una cara de feliz cumpleaños y salté sobre ella envolviéndola en un abrazo de koala. Su risa invadió mis sentidos y juré que podría estar así toda mi vida: sus manos en mi cintura sosteniéndome y su corazón latiendo con el mio.
"Te extrañé muchísimo Camz", susurró en mi oído y luego me dejó en el suelo.
"No sabes lo que yo te he extrañando Lauren", la abracé nuevamente pero esta vez más suavemente. Tomé su mano y nos sentamos debajo del añejo roble.
"¿Cómo te ha ido?", pregunté tratando de esconder una tonta sonrisa.
"Fue el mejor viaje de mi vida", respondió dejando salir un suspiro.
"Cuéntame pues".
Me empezó a contar todo sobre cada ciudad que visitó; lo impactada que había quedado con la arquitectura de las edificaciones, los idiomas, costumbres, gente, y con tanta energía que me hizo sentir como si yo hubiese ido también. No sabía cuánto tiempo había pasado, pero estar con ella era una eternidad y eso lo apreciaba.
"Y a ti, ¿cómo te ha ido?", preguntó antes de llevarse a los labios la limonada.
"Igual que siempre", respondí mirando el suelo nerviosa.
"¿Cómo te fue en esa fiesta de Normani? ¿Te liaste con alguien?", preguntó haciendo que me atragantara con el jugo y que ella riera como nunca.
"¿Por qué quieres saber eso Jauregui?", respondí levantando mis cejas sospechosamente.
"Sólo quiero saber si aún me quieres", dijo y reí sin saber como reaccionar. Ella me miró y me di cuenta que dentro de esa ironía había algo de verdad.
"Tranquila, no ha pasado nada y nunca va a suceder", dije tocando su hombro y ella me abrazó de costado. Apoyé mi cabeza en su hombro y exhalé profundamente, queriendo congelar momentos.
"¿Has estado escribiendo?", habló casi en un murmuro, no queriendo interrumpir el canto de los pájaros, y tomó mi mano tocando las manchas de tinta en ella.
"Algo así", respondí con algo de vergüenza. Si bien Lauren era mi mejor amiga, a veces me daba algo de timidez mostrar mis poesías.
"Sabes, alguna vez me gustaría poder conocerte del todo. A veces siento que hay cosas que no me quieres contar, sabes que siempre estaré aquí para ti", manifestó mirándome con ese mar esmeralda en el que me costaba muchísimo estar a flote. Suspiré ruidosamente y tomé mi cabeza entre mis manos.
"No me hagas esto", susurré sintiendo un nudo en mi garganta. Empezaba a sentir una presión en mi pecho y mi pulso estaba a mil, sentía que había llegado el momento y no encontraba las palabras.
"¿Qué sucede?", respondió suavemente. El viento empezaba a refrescar y acariciaba mis mejillas pero no evitaba sentirlas ardiendo. Levanté mi vista para poder mirarla y sonreí casi con ironía.
"¿Es que no te has dado cuenta?", dije tocando su rostro con muchísima delicadeza, con miedo a lastimarla. "Estoy enamorada de ti Lauren", confesé finalmente con muchísimas cosas pasando por mi cabeza. Ella me observó detenidamente unos segundos, como si no pudiera creerlo. "Di algo por favor", susurré empezando a sentir mi corazón romperse. Y luego me besó. Solo lo hizo. Puso sus labios sobre los mios y no supe que hacer, si saltar, gritar o solo seguir besándola. Se decía que se encontraba el cielo al morir pero yo lo estaba viviendo en su boca, en su respiración, en sus manos en mi nuca y las mias en su cintura. Nos separamos lentamente y no quería abrir los ojos, quería vivir ese momento por siempre.
"No soy tan buena con las palabras como tu pero creo que te dije todo", sonrió sin sacar sus manos de mi nuca. Mordí mi labio inferior lentamente, desando besarla de nuevo, como si nunca fuera suficiente y así lo hice.
Tomé su rostro entre mis manos y nuestros labios colisionaron apasionadamente y por primera vez uní mi lengua con la suya . La poesía que había escrito hace unas horas resonó en mi corazón, en ese momento mientras nos recostábamos en el pasto sin dejar de besarnos no dejaba de pensar en que por fin había conseguido su amor, por fin podía tenerla entre mis brazos y que todos supieran que ella era mia y yo era suya. Me sonrió ampliamente cuando desunimos nuestros labios y susurré en su oído:
"No necesito al Sol, ni a la Luna,
ni a las estrellas o cometas para compararte;
Porque lo tuyo es el Universo mismo,
las galaxias mismas,
la perfección misma."